Minutos antes de la hora señalada, las once de la noche, ya se notaba que no era una cita cualquiera: empujones para situarse lo más cerca del escenario y colas en la taquilla para acceder a Metrópoli. El público, de todas las edades, pero con un denominador común. Muchas camisetas de "Leño" y cerveza a raudales. Había que brindar "cachi" en mano: se despide el padre del rock español. Pudo ser -si el artista cumple con su palabra y no se marca un "bis"- el último concierto de Rosendo en Gijón.

Con 64 años a sus espaldas, el madrileño se despidió de la ciudad que tantas veces ha visitado. Y lo hizo como siempre: dejando un gran sabor de boca a todos los asistentes. Sin histrionismo, ni rarezas. Con su voz rasgada. Con todo su carisma que emana de la normalidad, de su naturalidad. Porque ahí radica la grandeza de Rosendo: es y será estrella del rock ajeno a la extravagancia. Sólo una guitarra y un micro bajo su nariz, como cantó en su día Fito.

Apenas tres minutos pasaban de las once y saltó al escenario. Por última vez en Gijón, se supone. Sin protocolos ni artificios, arrancó con la primera: una bofetada de rock. Era "Aguanta el tipo". Y vaya si ha aguantado, a sus 64 tacos... Llegó entonces el "Gijón, buenas noches". El de rigor, el que nunca falla; pronunciado con tono de Carabanchel.

Sin más dilación, al lío. Llegó la segunda canción: "Por meter entre mis cosas la nariz". La gente, expectante por ver cómo seguiría tan especial concierto. Y por escuchar la llegada de los mayores clásicos. De fondo, su sonido contundente, con formación en trío: él asumiendo guitarra y voz, acompañado de batería y bajo.

El rockero madrileño llegó a Metrópoli con "Mi tiempo señorías?", su gira de despedida tras 45 años pisando tarimas y dándolo todo para su público. Viejos rockeros nunca mueren y la actuación de Rosendo estaba señalada en rojo desde hace tiempo por miles de asturianos, siendo una de las citas obligadas de este verano en Gijón.

La icónica melena de Rosendo se volvió a pasear con éxito, como lleva haciendo cuatro décadas. Y siguió enlazando temas, como si los años no pasasen por él: "Cada día", "Muela la muela", "Cosita".... Algunos más, otros menos, pero todos coreados.

Y llegaron los grandes, para enfervorizar al público. Un respetable que estaba "loco por incordiar", sin "vergüenza torera" para pasárselo en grande. No había cabida para "flojos de pantalón" en la despedida del patriarca del rock nacional. Y se fueron todos "agradecidos" y "navegando a muerte" con los acordes de Rosendo zumbando en sus oídos. ¡Gloria a ti, padre del rock!