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Gijón en el retrovisor

El Príncipe de Asturias, un joven Felipe de Borbón, visitó el Museo Evaristo Valle

Aquél fue el primer acto privado al que asistió, debido a que era presidente de honor de la Fundación

El constructor Florentino Fresno, al llegar a Gijón tras ser liberado. LNE

Gracias al empeño del director general de Bellas Artes, Manuel Fernández-Miranda, de promocionar todo lo bueno que había en Gijón, el excepcional museo en homenaje a uno de los grandes pintores gijoneses Evaristo Valle abrió sus puertas en marzo de 1983 en una inauguración que fue presidida por el ministro de Cultura, Javier Solana Madariaga. Siete meses después -el 9 de octubre- se logró el "milagro protocolario" de que su presidente de Honor, el Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón realizase su primera visita privada a este emblemático museo que había sido calificado como "uno de los mejores de Europa" por el prestigioso crítico Enrique Lafuente Ferrari.

Al helicóptero que trasladó al príncipe de Asturias y a sus acompañantes lo hicieron aterrizar en medio de los maravillosos jardines de la finca "La Redonda", con millares de árboles y arbustos centenarios, la mayoría de ellos únicos en España. Las potentes hélices provocaron un gran movimiento de aire que arrasaron los arbustos más cercanos, mientras las invitadas se alejaban para que no las despeinasen las ráfagas de viento.

De eso, desde luego, el joven príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, no tenía culpa alguna. Tras visitar, sin prisa alguna, las instalaciones firmó en su Libro de Honor: "Para la Fundación Evaristo Valle, con mucho afecto". A su lado estaban la presidenta de la Fundación Ángeles García-Tuñón y su vicepresidente al abogado Guillermo Rodríguez Quirós, tras de lo cual se le hizo entrega de una escultura de Joaquín Rubio Camín, en presencia del director del museo Guillermo Basagoiti. Lamentablemente, ni las instituciones culturales del Principado de Asturias, ni tampoco las empresas gijonesas han sido sensibles a dar un apoyo financiero a una ejemplar fundación sin afán de lucro como ésta que la verdad sea dicha no demostramos que la merezcamos.

Pero contra viento y marea, ahí siguen treinta y cinco años después luchando con todos los medios posibles de dinamización para lograr encontrar financiación de la ciudadanía, con un encomiable programa de actividades culturales, a la espera de que algún día alguien comprenda que el Museo Evaristo Valle es todo un lujo para Gijón. El triángulo natural que durante este tiempo se ha completado en su entorno con la maravilla arquitectónica de la Universidad Laboral a la que no se le acaba de sacar partido y el espléndido Jardín Botánico Atlántico debería de ser motivo de reflexión para su potenciación financiera y turística. Pero seguimos ciegos hacia todo lo bueno que tenemos en este Paraíso Natural.

Ya entonces escribí sobre la importancia de los mecenazgos -tan activamente presentes en todo el mundo, mientras que aquí la mayoría de los empresarios practican la política del avestruz mirándose al ombligo para su vanidad personal- al defender que había que trabajar para tratar de lograr que Asturias deje de ser un barco en alta mar con los motores parados y la tripulación bailando alegremente sin parar.

Voces en castañeu y así nos va, claro, ya que no creemos en nosotros mismos.

Gijón debería de ser declarada zona desnuclearizada. Sin darle importancia a este tipo de instalaciones que daba la impresión de que nada tenían que ver con la política cultural prioritaria para promocionar lo verdaderamente fundamental, una de las grandes inquietudes de Francisco Villaverde, presidente de la Comisión Municipal de Cultura y Festejos del Ayuntamiento era que Gijón fuese declarada zona desnuclearizada, lo que dejaba bien a las claras la altura y perspectivas de sus horizontes políticos y culturales, ya que no le bastaba el pulso que internamente mantenía en el PSOE con José Luis Ortiz Hornazabal para consolidar su poder en la Universidad Popular, sin que nadie pudiese interferir en aquellas decisiones que eran pagadas con cargo a las arcas públicas. Esos eran los temas fundamentales para quienes nos gobernaban entonces y cuyos fines principales eran lograr puestos de trabajo para sus afines porque en los pesebres siempre están los nichos de los votos en las urnas, sin tratar de que todos esos problemas de culturización popular fuesen asumidos por la Extensión Universitaria que para eso había sido constituida a principios del siglo XX.

La división en los grupos políticos asturianos. Cada día era más latente las grietas que se iban abriendo en el grupo municipal del PSOE -la masona Carmen García Bloise había cerrado la crisis en falso tratando de hacer una candidatura de falso consenso- al dejar bien a las claras que los afines a José Manuel Palacio no estaban nada bien vistos por los concejales que formaban parte del aparato del PSOE, dado que los enfrentamientos internos y las descalificaciones públicas estaban a la orden del día. Dos concejales que habían hecho todo lo posible por desarrollar su trabajo de la manera más eficaz -José Luis Ortiz Hornazabal y Daniel Gutiérrez Granda- comprobaban en el día a día que el enemigo estaba en casa y que no hay peor fuego cruzado que el que sale de los escaños afines.

Dado que el PSOE se diluía en sus enfrentamientos, el abogado Celestino de Nicolás lo tuvo muy claro cuando atisbando el horizonte advirtió que "para ganar al PSOE en unas elecciones todos aquellos que no sean socialistas debieran de estar en una coalición".

Y si miramos al Partido Comunista, pues recordemos que su secretario general, Gerardo Iglesias -quien a Gijón venía sin escolta en aquellos tiempos peligrosos para su integridad personal, porque se sentía seguro en su habitual refugio del "As de Copas"- decía a los que le escuchábamos que él y Santiago Carrillo poco tenían ya que hablar.

De aquellos polvos vinieron estos lodos.

La detención del constructor Fresno por tráfico de drogas. A finales de aquel octubre de 1983, los tertulianos de Corrida Street quedaron perplejos cuando los periódicos publicaron la noticia de que el popular constructor gijonés Florentino Fresno -quien había diversificado su intensa actividad empresarial en el sector servicios con el "Hotel Pathos" que acababa de vender al grupo "Celuisma", la popular cafetería "Korynto Pathos", la discoteca en el sótano de la calle de Pelayo y una industria láctea en Porceyo también con el mismo nombre- había sido detenido por orden del magistrado juez del Juzgado Central número 2 de la Audiencia Nacional, acusado de financiación y distribución del tráfico de cocaína en Asturias, junto con otras cuatro personas, tras habérseles incautado cocaína por valor en el mercado de sesenta millones de pesetas.

La detención de dos mujeres venezolanas en el Aeropuerto de Barajas meses antes había motivado que saltasen todas las alarmas cuando los perros detectaron que llevaban paquetes de cocaína entre sus piernas. Aquellas mujeres que viajaban en el mismo avión que Florentino Fresno y su socio industrial les acusaron de haberles contratado para que transportasen la cocaína. Tras pagar las fianzas de cinco millones de pesetas, las mujeres desaparecieron y el juicio nunca se pudo celebrar al no existir prueba alguna contra ellos. Aunque los inspectores de la Comisaría de Policía de Gijón les siguieron controlando y de nuevo fueron detenidos ambos siguiendo las instrucciones de la Audiencia Nacional, de acuerdo con la Brigada del Banco de España especializada en delitos monetarios con la finalidad de conocer el origen de los capitales que disponían para la adquisición de la cocaína. Así, desde los calabozos de Gijón fueron trasladados a Madrid para declarar.

Un asunto muy extraño que nunca se aclaró del todo.

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