Cimadevilla se convirtió ayer en una auténtica biblioteca para el disfrute de gijoneses y turistas gracias a más de 1.500 libros que se repartieron por todo el barrio. Este "Estallido de la cultura", como llaman sus promotores a la iniciativa, sirvió ayer para dar otro enfoque y contenido a la jornada dominical, convirtiendo el barrio alto en un espacio de contestación al Festival Aéreo.

La Cuesta del Cholo, el tránsito de las Ballenas, la escalinata que une la calle Claudio Alvargonzález con la calle Óscar Olavarría, la plaza Arturo Arias -conocida popularmente como la del Lavaderu-, en el Museo Casa Natal Jovellanos, en la Casa del Chino y por cualquier rincón, esquina o ventana de Cimadevilla. Más de veinte voluntarios madrugaron ayer domingo "para sembrar" de libros el barrio, especialmente para niños. Literatura al alcance de todos los públicos y con todo tipo de géneros para hacer disfrutar a los ciudadanos, que año a año se van sumando a esta iniciativa impulsada por la Asociación de Vecinos "Gigia" y la Plataforma de Tabacalera por tercer año consecutivo.

"Nuestra idea es aprovechar el Festival Aéreo y contraprogramar; aprovechamos que el barrio se llena de gente para ofrecerles una alternativa", explica Sergio Álvarez, presidente vecinal, que asegura que una y otra actividad son compatibles". "No queremos que la gente deje de ver el festival, eso es inalcanzable; pero aprovechamos la afluencia al barrio para que, después de estar tanto tiempo mirando al cielo, cojan un libro y lean un párrafo, que les vendrá muy bien para curar la torticolis del cuello por mirar hacia arriba", bromea Sergio Álvarez.

Los ideólogos de esta iniciativa se muestran satisfechos un año más por la implicación de los vecinos. "Han venido muchos a ayudarnos y son muchas las donaciones que recibimos", aseguran con el objetivo de que cada año sean más las personas anónimas que vengan y depositen su libro para llevarse otro a cambio. "Esa es la idea de la iniciativa", añade Sergio Álvarez.

Música en CD

La novedad de este año fue que, además de literatura, también se ofreció música a los paseantes repartiendo cerca de un centenar de CD por todo el barrio. "A todo el mundo le encanta esta iniciativa, que es compatible con ver aviones", reconoce Sergio Álvarez.