Trabajo, algo de dinero y, sobre todo, voluntad política. No mucho más se necesita para recuperar para Gijón, los gijoneses y su historia el refugio antiaéreo de Cimadevilla. Un espacio que protegió a miles de vecinos de los bombardeos de la Guerra Civil y que quedó en el olvido pasados los años cuarenta del siglo pasado. Ver la viabilidad de su recuperación centró el trabajo de investigación realizado por el geógrafo Toño Huerta -con el apoyo de la arqueóloga Paula Bartolome, el geólogo Alfredo Varela y el ingeniero de minas Fernando del Guayo- para la asociación Lázaro Cárdenas, que lo financió gracias a una subvención municipal.

Huerta presentaba ayer las conclusiones de un estudio que indica las medidas a tomar para recuperar ese refugio, al que ahora sólo se puede acceder desde la calle Claudio Alvargonzález. Tabiques ocultan los accesos que había en la trasera del Palacio Revillagigedo y las escaleras de la Colegiata e inhabilitada quedó hace décadas la entrada desde el campo de Las Monjas. Pero con lo que hay es suficiente para iniciar un proyecto que reivindique esa parte de la historia de Gijón y le de al túnel valor patrimonial, divulgativo e incluso turístico. "Ahora la pelota está en el tejado del Ayuntamiento. Depende de lo que quieran hacer", explicaba Huerta junto a José Manuel García Villar, presidente de la asociación Lázaro Cárdenas.

Los miembros del equipo han trabajado en las últimas semanas en el estudio de esos 140 metros de túnel accesible, que han seccionado en cinco tramos para su análisis. "Todo perfectamente paseable, que no visitable", ironizó el geógrafo. Entre los elementos hallados dignos de mención están algunas vigas de madera de la estructura original y dos inscripciones, una en cerámica y otra a lápiz, vinculadas a la reforma que se hizo allí a finales de los años cuarenta.

¿Qué medidas se plantean en el estudio? Para empezar, y desde un punto de vista histórico-arqueológico, la clave está en proteger el refugio incluyéndolo en el Catálogo Urbanístico de Gijón y el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias. Huerta también sugiere hacer una recogida de testimonios orales "de personas que vivieron la guerra de primera mano y estuvieron refugiadas en sus túneles". Una labor que ya tiene algún antecedente.

Desde el punto de vista geológico habría que acometer la eliminación de raíces, reponer la solera y estudiar las características del sumidero encontrado y desde un punto de vista técnico-estructural bastaría con una limpieza general, colocar una rejilla en ese sumidero hasta darle una solución definitiva, demoler tabiques para avanzar en el estudio de la zona y fijar elementos de seguridad en un pequeño derrumbe existente.

Los trabajos iniciales podrían costar alrededor de 26.000 euros. Sin determinar deja el estudio el proyecto y ejecución de la obra para desarrollar en ese ámbito un proyecto museográfico. Entendiendo que el anteproyecto realizado es la fase 1 de toda la operación se concreta en una fase 2, por 14.450 euros, la ejecución de actuaciones de seguridad, planimetría y seguimiento arqueológico de las obras. La fase 3 daría cobertura al diseño del proyecto museológico, la recogida de testimonios orales y un plan de divulgación con charlas y visitas. El coste estimado es de 11.800 euros. Aunque el informe fija diferentes marcos temporales para ambas fases sería fácil poder hacerlas al mismo tiempo. Indeterminados son los plazos y los costes para la obra final.