La plaza Mayor, prácticamente abarrotada, se vino abajo cuando Marisa Valle Roso, pese a su juventud dama ya de la canción asturiana, entonó "En la planta 14", de Víctor Manuel, esa elegía a los mineros muertos que en la voz de esta mujer hace erizar la piel. Ya antes se había metido Marisa a su público en el bolsillo, desde el arranque con "Nos da igual", de su último disco "Consciente". O con una nana de Mercedes Sosa que puso de manifiesto la variedad de los registros de Valle Roso, que partiendo de la tonada ha ido recogiendo influencias del pop, el folk o músicas de vanguardia. Con ella, el Arcu Atlánticu apuntó su mejor flecha.

Llevaba unos cuantos días Marisa calentando las redes sociales de cara a este concierto gijonés, que estaba señalado el color rojo en su calendario de actuaciones veraniegas. "Hoy (por ayer) día intensivo de ensayo!! Mañana voy a disfrutar muchísimo en esa Plaza Mayor en la que llevo tanto tiempo deseando cantar!!", escribió la joven artista en su perfil de Facebook. Para añadir después, a modo de conclusión: "Xixón, mañana os canto con todo mi alma!".

Y así fue. Su "yo muero, muero de ganas" de sentir el abrazo de Gijón que la cantante había vaticinado esta misma semana en las redes, se cumplió a rajatabla. Muy aplaudida resultó su versión de "Macorina", sobre un precioso poema de Alfonso Camín. Como también recibió una ovación estruendosa al versionar "Lela", de la portuguesa Dulce Pontes.

Cuando suena "El romance de la niña Isabel" se descubre la fusión de sonidos tradicionales con sintetizadores y guitarras eléctricas.. Con "arriba quemando el sol", casi ya al final del concierto, se hace acompañar de ocho pandereteiras y un gaitero.

Se dirigió a los asistentes la felguerina para contarles que se atrevió a componer animada por Rozalén, con quien cantó en cierta ocasión "La llorona". Canción ésta última con la que, tras pedirle el público un bis, se atrevió, sola, con una guitarra acústica y con dedicatoria: a todas las mujeres "por grandes y valientes". Y como era cuestión de pedir más, Marisa finalizó regresando a sus principios, a la canción tradicional asturiana. Y de ahí salió, desde un chorro de voz descomunal, "Viva la xente minera". Y después "Gijón del alma". Y de postre, "Santa Bárbara bendita". Y la plaza se vino abajo.