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Periodista

La reindustrialización fue el problema prioritario que había que resolver

Daniel Gutiérrez Granda dimitió tras ser desautorizado por el alcalde por contratar como pregonero del Carnaval a José María García

El presidente del Principado de Asturias, Pedro de Silva, en la inauguración de las jornadas sobre reindustrialización. LNE

Mientras cotidianamente grupos de trabajadores le cantaban "Las mañanitas" al presidente del gobierno del Principado de Asturias, ante su domicilio en la calle de Granados, en Gijón, Pedro de Silva se dedicaba a tratar de resolver en los despachos y en los círculos influyentes el problema prioritario que teníamos: la reindustrialización. Así se iniciaba entonces el desencuentro entre los sindicatos que centraban sus reivindicaciones en manifestaciones que no ofrecían alternativas de solución a los graves problemas y el poder político, no solamente el de Pedro de Silva sino también el de Felipe González que arrastraría hasta la ruptura de relaciones con la UGT de Nicolás Redondo y a la famosa huelga general que paralizó toda España.

El ilustrado Pedro de Silva quien había desarrollado en artículos y libros su teoría sobre cómo debiera de ser el desarrollo industrial asturiano, se enfrentó en un inevitable choque de trenes con un empleado del banco de Vizcaya, Carlos Solchaga, que obviamente no tenía perspectiva alguna sobre la auténtica realidad industrial asturiana, sino que solamente pensaba en mentalidad vascuence.

De ahí que Pedro de Silva buscase un interlocutor válido en el entonces superpoderoso vicepresidente Alfonso Guerra -quien había venido a Gijón con rasputiana barba con su grupo teatral "La Cuadra" de Sevilla, invitado por el mecenas Jesús Urrutia García, quien entonces era un humilde empleado de almacén en Hidroeléctrica del Cantábrico y luego llegó ser el máximo dirigente de la FIA-UGT, responsabilidad que abandonó para retirarse a sus orígenes en Prendes- quien lo recibió durante una hora y lo escuchó atentamente. La reivindicación fundamental del presidente del Principado de Asturias era que se procediese a la urgente reindustrialización de las comarcas mineras con especial atención a Gijón, Avilés, Langreo y Mieres, con los beneficios y ayudas correspondientes.

El carbón ya estaba muy claro entonces que no tenía futuro, pero seguimos erre que erre perseverando en el error. Si Hunosa nunca hubiese existido los asturianos tendríamos unos horizontes muy diferentes con un nuevo tejido industrial, tras tantos miles de millones invertidos en un pozo sin fondo para silenciar a unos treinta mil trabajadores que llegó a tener la empresa pública, tras abandonar los ruinosos chamizos los empresarios. Ensidesa también perdía mucho dinero como empresa pública y el gobierno de Felipe González planeó venderla en trozos al mejor postor.

Si alguien pone en dudas esta afirmación tengo en mi poder el documento oficial. Los astilleros de la bahía de Gijón estaban abocados al cierre aunque fueron invertidos ciento cincuenta mil millones para retrasar su extinción y la que fue potente industria textil para sorpresa de hasta los empresarios catalanes expertos en esas cuestiones también entraba en crisis por la ceguera de los radicales sindicalistas que echaban las culpas de los males a quienes no las tenían. O sea que el panorama era algo más que desalentador y era preciso encontrar nuevos caminos olvidándose de la tradicional industria asturiana.

Desencuentros entre los concejales en el Ayuntamiento. El primero que encendió la llama de la protesta fue Víctor del Busto a quien nunca se le hacía caso, por lo que abandonó el Partido Comunista y fue cesado inmediatamente en los tres cargos que ostentaba. Por entonces declaró que no quería ser un concejal masoquista y fue muy crítico con el absolutismo y la preponderancia que demostraban quienes mandaban en la Corporación Municipal. Una de sus obsesiones era la de la clausura de la plaza de toros del Bibio, por lo que hubo que recordarle que el coso taurino abría sus puertas más veces al año que el estadio municipal de El Molinón.

Tampoco se tuvieron en cuenta sus tres propuestas para el traslado del popular rastro a la avenida del Llano, al exterior de la plaza de toros y frente a la explanada del Molinón, ya que se decidió que fuese ubicado en la margen derecha del río Piles. Así que tiró la toalla.

Otro que también optó por la dimisión fue el eficiente organizador de los festejos gijoneses, Daniel Gutiérrez Granda -quien había sido el inventor del entoldado de la plaza Mayor y el dinamizador de la ciudad con la organización de grandes conciertos populares- tras haber sido desautorizado por el alcalde José Manuel Palacio tras la contratación del polémico José María García como pregonero para la clausura de los festejos de carnaval. Curiosamente, aquel año el Antroxu tuvo dos pregoneros: el comunicólogo ovetense Juan Cueto Alas - quien vivía en un chalé al lado del "Oasis Club" cuya cocina tenía baldosas en blanco y negro con la esvástica, lo que él siempre enseñaba con hilaridad- que estaba bien visto por su supuesta afinidad política con quienes gobernaban la ciudad y el siempre provocativo José María García que no deja títere con cabeza.

José María García criticó las cacicadas del alcalde. Antes de que José María García pronunciase su pregón en el parque del Cerillero, aquel hombre que era la duda andante llamado José Manuel Palacio no tuvo, sin embargo, ningún problema en calificar la contratación de José María García como una provocación, por lo que fue vetado por el grupo municipal del PSOE. Pero el programa previsto siguió adelante porque palabra solamente hay una. Una gran multitud que previamente había aclamado al genial Jerónimo Granda se sintió encantada con las habituales descalificaciones del entonces locutor de la cadena SER quien aseguró que era uno de los días más felices de su vida, lo que no fue óbice para que le metiera cuchilladas al ministro Solchaga por la gran pérdida de puestos de trabajo que se padecían en aquel barrio obrero y descalificase al alcalde José Manuel Palacio por sus cacicadas.

Pero, por lo visto, ni esas críticas son bien vistas en carnavales donde siempre se dijo que en esos tiempos heterodoxos previos a la Cuaresma valía todo, pero las presiones y las censuras de los poderes fácticos en la sombra le pusieron la cruz al popular "butanito" quien había sido recibido con gaita y tambor y jaleado por sus incondicionales.

De ahí que Daniel Gutiérrez Granda optase por dimitir de sus responsabilidades en festejos en un gesto, desde luego, que le honra con lo que puso a cada uno en su sitio y dejó bien a las claras que él era todo un paisano digno de todo respeto sin apego alguno a los cargos. A Daniel Gutiérrez Granda -que nunca se sintió respaldado ni por María José Ramos, ni por su inmediato superior Francisco Villaverde- lo sustituyó como presidente de la subcomisión de Festejos Ramiro Fernández Flórez, quien se hizo muy pronto famoso con la frase que pronunciaba cuando llegaba a su despacho en la plaza Mayor:

-¿Dónde comemos hoy?

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