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Un desierto de hielo inolvidable

Seis montañeros gijoneses viajaron hace ahora 40 años a Groenlandia, donde alcanzaron cumbres vírgenes que bautizaron con nombres asturianos

De izquierda a derecha, de pie, Pedro García Toraño, Félix Méjica Pérez y Gonzalo Suárez Pomeda; agachados, Luis Antonio Ruiz Alonso, Aurelio Álvarez Riera y Julio Bousoño Pañeda.

Seis montañeros gijoneses del extinto Esquí Club Alpino de Gijón -integrado en el Torrecerredo desde 1990- pusieron rumbo hace ahora 40 años a la lejana y fría Groenlandia con la idea de conquistar las gélidas cimas, algunas vírgenes, de esta isla de hielo -más del 77 por ciento de su superficie- perteneciente a Dinamarca. Fueron, quizás, los primeros españoles en experimentar aquellos días sin noche, temperaturas extremas y la sensación de estar completamente aislados que todavía recuerdan aquellos jóvenes, hoy ya canosos, sobre un viaje que les cambió por completo y supuso un hito sin parangón en aquella época.

La odisea de Gonzalo Suárez Pomeda, Pedro García Toraño, Luis Antonio Ruiz Alonso, Félix Méjica Pérez, Aurelio Álvarez Riera (el médico del grupo) y Julio Bousoño Pañeda -los últimos ya fallecidos- comenzó el 31 de julio de 1978 tras meses de preparación al milímetro. En tren, en barco y en avión, muchas horas de avión. La expedición partió de Gijón hacia Madrid en tren y de ahí tomaron un vuelo haciendo escala en Dinamarca e Islandia hasta llegar al aeropuerto de Kulussuk, Groenlandia. Tomaron entonces un helicóptero con dirección al fiordo elegido para establecer el campamento base. En ese trayecto todos comprobaron a las primeras de cambio lo que les esperaba durante el siguiente mes: a los fuertes vientos polares que "amenizaron" su viaje había que añadir que el aparato en el que volaban se había fabricado en 1958, tenía ya 15.000 horas de vuelo acumuladas y seis años de servicio en la guerra de Vietnam. La aventura iba en serio. Y así llegaron a Angmagssalik.

Los montañeros gijoneses llevaron no muchas pertenencias, 420 kilos a repartir en 18 bultos, la mayoría material de escalada. Se encontraron una enorme masa de hielo con pequeños pueblos y bases militares. Disfrutaron de 23 días en la montaña, recorrieron diez glaciares y realizaron 35 cumbres, dos de ellas por segunda vez. De esas cumbres trece eran vírgenes y se les ocurrió bautizarlas con nombres que hiciesen referencia a su tierra, que entonces la tenían a casi cuatro mil kilómetros. Los nombres elegidos fueron Asturias, Principado, Reconquista, Covadonga, Pelayo, Picos de Europa, Jovellanos, Campoamor, Menéndez Valdés, Marqués de Villaviciosa, Esquí Club Alpino, Emilio Martínez "Boti" y Asturcón. Y todo eso en ocho días de actividad, las que la climatología permitió, con temperaturas alrededor de los cero grados y una alta humedad. Aquello les permitió vivir algo único. "Todavía recuerdo las auroras boreales; estábamos en las tiendas y de pronto luces y luces, era algo espectacular, realmente bonito", recuerdo Gonzalo Suárez, el jefe de aquella expedición.

Durante su periplo, que concluyó en 31 de agosto de 1978, no todo fue aislamiento. Tan enriquecedor fue el montañismo como la convivencia con la cultura esquimal, sus formas de vida, costumbres y cultura. Lo experimentaron en Angmagssalik, descubriendo cosas tan curiosas como que bebían 600.000 latas de cerveza -botes de 100 cl. con un 1,8% de alcohol- al mes. Los niños era como en todos los países, "inocentes y revoltosos", y los adultos se dedicaban especialmente a la caza de focas, ballenas y cachalotes. De estos últimos utilizaban hasta sus dientes para tallarlos -creaciones llamadas tupilak- con formas de dioses y otros símbolos. Hubo tiempo también de pesca, utilizando los clavos de las tablas de madera que escupía el mar como anzuelos y con trozos de plástico de cebo. Así pescaban bacalaos que cocinaba en unas rudimentarias planchas hechas con las latas vacías. Además hicieron acopio de la flora del lugar que entregaron a investigadores asturianos.

De todo ello conservan, además de su testimonio, 1.800 diapositivas de un viaje que todavía hoy tienen muy presente sus protagonistas por lo que significó para el montañismo asturiano.

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