- Defínase, por favor.
-Nací en Los Mazos, al lado de Boal (1951), mayor de tres hermanos. El pueblo se llamaba Los Mazos porque había al lado del río unos mazos que trabajaban el hierro. Cuando yo era pequeño en casi todas las casas había una fragua para hacer clavos. Mi padre era maestro y decidió venir a Gijón para que pudiéramos estudiar, y ocupó plaza en el colegio de Roces, lo que hoy es el colegio Alfonso Camín. Estoy casado y tengo tres hijos, una chica que es ingeniero industrial como yo, y dos chicos, uno es ingeniero informático y el otro economista.
- ¿Cómo fue su formación?
-Hice el Bachiller en el Instituto Jovellanos, en una época que había unos profesores de mucho prestigio, como Vizoso, Claudio Infanzón, Charo Rendueles, Sara Suárez Solís... Luego pasé a Peritos y más tarde me fui a Madrid para hacer la Ingeniería Superior. Al terminar trabajé en una empresa de ingeniería.
- ¿Cómo pasó a la Universidad?
-Fue una casualidad. Coincidí con Pepe Campomanes en Madrid, había sido profesor mío y me llevaba muy bien con él, y era, en aquel momento, con Luis Ortiz Berrocal, subdirector de la Escuela que arrancaba. Me preguntó si quería ser profesor de dicha Escuela, dije que sí, y me incorporé como profesor no numerario, luego fui haciendo la carrera académica.
- ¿Le gusta la docencia?
-Sí, en la Universidad me encuentro muy a gusto. No estaría cómodo en otros niveles de enseñanza, pero en los cursos altos, sí.
- ¿Es usted un hueso?
-Yo creo que no, pero soy inflexible con los conceptos. Hoy no hay una disciplina de trabajo tan fuerte como antes y se va generando cierta deriva y se pierde el sentido común que es tan importante en la ingeniería, y sobre todos los conceptos, que son los pilares del conocimiento.
- ¿Qué le parece la situación política de España?
-Es una situación nueva. Se dan una serie de circunstancias que nos chocan. Primero, hay partidos que antes no había, y segundo, hay políticos muy jóvenes, y tercero, la línea nacionalista está generando muchos problemas de gestión. Y luego creo que socialmente estamos evolucionando hacia un planteamiento que no mantiene cuatro referencias fundamentales que hay que mantener en cualquier país, como son la unidad, el concepto de país, la sanidad, la educación, la política exterior... Se hace mucho populismo y cuestionamos todo demasiado. Determinadas políticas para un país, en términos de consolidación, son muy importantes y tenían que estar de acuerdo todas las fuerzas y hacer políticas de Estado.
- ¿Qué aroma le provoca mejores sensaciones?
-La lavanda, la yerba recién segada, la tierra mojada por la lluvia en Castilla y el olor de la paja.
- ¿Tiene alguna afición deportiva?
-Hice mucho windsurf durante muchos años, es un deporte que me encanta. Lo hacía aquí, en la playa, en el Mediterráneo cuando iba a pasar unos días, y en la ría del Eo hacía la travesía de Ribadeo a Castropol. Me gusta mucho también salir a correr.
- ¿En qué pierde el tiempo?
-En un pequeño huerto que tengo en casa. Y en la albañilería, la música y la lectura.
- ¿Qué cultiva?
-Dos docenas de pimientos y un puñado de tomates, lechugas...
- ¿Y qué lee?
-Estoy leyendo dos libros. Uno, sobre el infinito de los números; es una cosa muy curiosa, cómo se fueron pasando de unos números a otros por necesidades, cómo se descubrió el número pi tratando de calcular la superficie de un cuadrado comparándola con la del círculo... El otro libro trata de los ancianos en Japón.
- ¿Los respetan a los ancianos en Japón?
-Sí, mucho. Hay 65.000 ancianos que pasan de cien años en este momento. Hay un anciano que es médico que es imposible hablar con él porque tiene una agenda apretadísima, y hay una que es periodista, y otro de 105 años que es campeón del mundo de cien metros.
- ¿En qué consistirá esa longevidad?
-El libro trata precisamente de eso. Son temas de alimentación, de personalidad, de la educación que recibieron. Todos se valen por sí mismos y consideran que cualquier cosa que hacen en su casa es hacer ejercicio, y eso les lleva a estar en activo. Hay un lema que dice "Resistir, resistir, resistir". Tienen una cultura de la responsabilidad social que les conduce a cuidarse para que el Estado no tenga que asumir sus enfermedades. Esta escrito por una periodista y está dividido en diez capítulos, cada uno dedicado a un aspecto de la vida; por ejemplo, uno trata de la alimentación, otro del amor, de las relaciones, del ejercicio...
- Estamos a años luz de ellos...
-Sí, observando estas sociedades yo concluyo que no tenemos, por ejemplo, ninguna cultura del silencio, somos el país más estrepitoso del mundo. Hay un detalle, en Suiza hay algunos restaurantes que te ponen un platito al lado con tapones para los oídos, y Zúrich es la ciudad más silenciosa del mundo.
- ¿Le gusta el cine?
-No mucho, soy demasiado crítico. Nunca acudo a las salas, veo las películas en casa. Recuerdo "La Reina de África", "Los puentes de Madison", "Casablanca", por supuesto. Me gusta el cine que retrata a la mafia.
- ¿A qué teme?
-A casi nada. No soy temerario, pero admito bastantes riesgos; entré varias veces a la mina y pasé por las rampas de una altura de 50 centímetros, y en un viaje que hice a Alemania subí en una avioneta y estuvimos haciendo picados.
- ¿Qué nota se atribuye en sentido del humor?
-Baja, a lo mejor no apruebo. Tengo días. Los ingenieros somos serios.
- ¿Qué talento añadiría a su personalidad?
-Facilidad para la música, tengo un oído fatal. Pero me gustaría tocar el saxo y el cajón flamenco.
- El año pasado fue usted alumno distinguido del Instituto Jovellanos, ¿qué le supuso?
-Un honor que me retribuyó mucha alegría.
