Hay unos días en el año en los que, coincidiendo con la festividad de San Lorenzo, la bóveda celeste se llena de estrellas fugaces. Son las llamadas Perseidas o lágrimas de San Lorenzo y, con ellas, fieles a su cita, los deseos al cielo de quienes las observan desde el Observatorio Astronómico Municipal de Monte Deva.

El pasado sábado fueron más de dos centenares de personas las que acudieron, un año más, al evento organizado por la Sociedad Astronómica Asturiana "Omega". Una tradición que ya se alarga varias ediciones y que promete no apagarse. "Lo disfrutamos muchísimo, lo pasamos muy bien cada año", resume Santiago Gándara, presidente de la sociedad, "a la gente le encanta, se asombra muchísimo de todo lo que pueden llegar a observar simplemente mirando al cielo o utilizando el telescopio". Un aparato "de aficionado, pero el mejor que hay", de espejo, y con 36 centímetros de abertura por el que se fueron turnando todos los presentes.

Pero, sin duda, los que más disfrutan de la experiencia son los más pequeños. "Aunque el evento es por la noche, para poder ver mejor las estrellas fugaces, los niños aguantan estoicamente", relata Gándara, "están encantados, con unas caras de ilusión y sorpresa insuperables".

Y es que la del sábado fue una noche climatológicamente perfecta para avistar las Perseidas, con una temperatura agradable y el cielo totalmente despejado. Sin embargo, Gándara notó cómo no era el día álgido de visualización de las lágrimas de San Lorenzo. "Esta noche -por esta pasada madrugada- habrá muchas más, pero dan el cielo más nublado, así que se verán peor", explica.

No obstante, el viaje hasta el Centro de interpretación de la naturaleza del Monte Deva no fue en vano. Antes de que anocheciera, los miembros de Omega realizaron unas charlas informativas para explicar a los más pequeños qué son las estrellas fugaces. "Es polvo cósmico, partículas de rocas del espacio que se desgranan de la cola de los cometas", resume Gándara, "la Tierra, en su viaje alrededor del Sol, choca con estas partículas. De los miles de rastros que existen en el espacio, la Tierra se cruza en su órbita con algunos, al azar", continúa. Es ahí cuando "debido a la velocidad de la Tierra, alrededor de 100.000 kilómetros por hora, cuando las partículas entran en la atmósfera se funden, creando ese efecto de estrella fugaz, Perseida o lágrima de San Lorenzo". Y explica: "si no llega a fundirse del todo, y un resto de roca llega a la superficie terrestre, eso es lo que se llama meteorito".

"Las estrellas fugaces no se ven con el telescopio, sino a simple vista, mirando al cielo", enfatiza Gándara. No obstante, y ante la escasez de Perseidas, sí que dieron uso al aparato, para poder visualizar multitud de objetos celestes como cometas, nebulosas, galaxias o incluso los planetas Júpiter y Saturno. "Se portó bien el cielo", sentencia Gándara que confía en que, el año próximo, haya más suerte para poder lanzar más deseos al cielo con la esperanza de que se cumplan.