Pertrechada con una silla plegable y una bolsa de labor para hacer ganchillo, la gijonesa Edelmira Villaverde hacía cola pacientemente desde ayer a las cuatro de la tarde ante las puertas del Conseyu de Mocedá, ejerciendo de una suerte de "abuela coraje" para conseguir los libros de texto para sus nietos. Y no era ni mucho menos la única.

El Conseyu inició a primera hora de la mañana de hoy el reparto de números para acceder a la distribución del programa de intercambio de libros escolares, y como cada año los gijoneses se echan literalmente a la calle para ahorrar un dinero que, según los casos, puede llegar a superar los mil euros. "Hace ya varios años que vengo, tengo tres nietos y el inicio de curso supone un desembolso enorme; de esta manera nos ahorramos un dinero que bien merece pasar aquí la noche", explicaba Villaverde desde su silla plegable. A eso de las ocho se fue a su casa a descansar un rato, relevada por su hija, y tenía previsto regresar a las cuatro de la mañana para seguir con la cola y garantizarse así, la primera ante la puerta, todos los libros que precisa. "Ya no necesito dormir mucho, así que vengo de madrugada y mi hija puede ir a descansar", explicaba.

Como ella, decenas de personas se disponían a última hora de la tarde de ayer a pasar la noche al raso para evitar la sangría de principios de curso. Aroa Martínez y Henar Suárez, estudiantes de bachillerato y compañeras de atletismo compartían manta y colchoneta en la acera, acompañadas por una amiga para hacer más llevadera la espera. Las dos necesitan libros para ellas y sus hermanos, y en el reparto de la turnicidad les tocó la primera tanda de espera, la de coger posiciones. "Después vendrán nuestras madres para relevarnos durante la noche, la verdad es que se hace duro hacer cola después de haber salido en los fuegos", reconocían entre risas, con bocadillos, botellas de agua, una baraja para matar el tiempo y una manta para el fresco nocturno.

Noelia López, por su parte, plantaba la silla en cabecera de la cola "mientras mi marido aparca para hacerme compañía". Lleva participando en el programa de intercambio desde hace unos tres años, porque "hay libros que salen muy caros, y al final aunque pasamos la noche aquí lo pasamos bien, hay muy buen ambiente". Todo sea por un inicio de curso desahogado.