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Periodista

Los mayores expertos en tráfico se reunieron en la Feria de Muestras

El desarrollo de aquel primer congreso iberoamericano fue una brillante idea para la ciudad de la que, lamentablemente, luego se apropió Madrid

La Biblioteca Pública "Jovellanos", anterior sede del Banco de España.

El primer semáforo que recuerdo era uno colgante en la Puerta de la Villa, pero con el paso de los años todo cambió, como es lógico con la erradicación de los policías municipales que a golpe de silbato organizaban el tráfico, y hubo una auténtica revolución cuando la empresa concesionaria de la red semafórica tomó la acertada decisión de convertir la avenida de Pablo Iglesias y la carretera de la Costa en vías de circulación en dirección única. Como los gijoneses no solemos ser muy receptivos a los cambios -siempre recuerdo que alguien escribió en el periódico local que la colocación de barandillas en el muelle solamente iba a servir de trampolín para el suicidio de los niños, cuando no se recodaba que nadie hubiese caído allí pudiendo saltar igual desde el desprotegido paseo- todo aquello fue muy criticado por la ciudadanía. Un converso total a aquellos cambios que iban en contra de nuestras tradiciones confieso que fui yo cuando conduciendo mi automóvil -acompañado por el ingeniero de la empresa como copiloto- el trayecto que habitualmente realizaba desde la Estación del Norte hasta la plaza de Toros me llevaba un mínimo de media hora, lo pude hacer en diez minutos dada la perfecta sincronización de la red semafórica. Eso, desde luego, no pasa ahora, ya que entrar a Gijón desde la carretera de Oviedo es un auténtico suplicio porque el castigo de los semáforos en rojo no sincronizados es lamentable.

A pesar de la oposición que hubo a los cambios en la racional ordenación del tráfico, lo cierto es que Gijón estaba muy bien considerada en toda España por todo lo que había hecho en materia de seguridad vial y la velocidad media lograda en el casco urbano, tanto para los automóviles como para los autobuses. No fue ajeno a todo esto aquel camarero del Dindurra, Eduardo Vigil "El rubio de Boston", que el arquitecto Juan Bautista Martínez Gemar fichó como delineante para el Ayuntamiento, después de que demostrase que todavía tenía más capacidad engullidora de contundentes platos gastronómicos que el arquitecto jefe Enrique Álvarez Sala y Morís.

Quien era persona de cierta confianza del alcalde José Manuel Palacio como hombre fuerte en la Corporación Municipal, José Luis Ortiz Hornazabal, había conocido a José Luis Martín Pallacín en un grupo sobre la problemática de tráfico que se había creado en la Federación de Ayuntamientos en toda España. Cuando José Luis Martin Pallacín fue nombrado director general de Tráfico -de lo que se enteró en una reunión en Valladolid- José Luis Ortiz Hornazabal reivindicó la creación de una oficina de Tráfico en Gijón, a fin de tratar de evitar las molestias de tener que desplazarse a Oviedo para realizar todos los trámites. No cayó en saco roto la petición y poco tiempo después fue abierta la Oficina de Tráfico de Gijón en la calle de Sanz Crespo.

La primera Semana Iberoamericana de Tráfico. De ahí que dadas las buenas relaciones que el Ayuntamiento tenía con la Dirección General de Tráfico, a José Luis Ortiz Hornazabal se le ocurrió que el recinto de la Feria de Muestras pudiera ser un escenario idóneo para la celebración de un congreso con los mayores expertos en cuestiones de tráfico que aglutinase tanto a profesionales, como a empresas proveedoras de instalaciones relacionadas con la circulación de vehículos, por lo que la innovadora idea cuajó y fue aceptado con entusiasmo el proyecto en Madrid. La originalidad del planteamiento llevó a que también fuesen invitados representantes de los países latinoamericanos que muy gustosamente también participaron.

El éxito popular no fue grande debido a la especialidad de la exposición monográfica -la Feria de Muestras todavía no había iniciado el proceso de organización de eventos durante todo el año para aprovechar las magníficas instalaciones que estaban desaprovechadas durante muchos meses- en aquella primera exposición monográfica de bienes de equipo con la participación de trescientas empresas que presentaron entonces las novedades más vanguardistas como señales de fibra óptica, sistemas de cobro en las autopistas de peaje y hasta las nuevas motocicletas que iban a utilizar los agentes de la Guardia Civil por las carreteras. Tal vez hubiesen acudido más ciudadanos si se hubiese potenciado la ya tradicional zona de degustación gastronómica. Nadie puede poner en duda después de tantos años que sin bocatas y calamares el recinto ferial pierde atracción popular.

No obstante, la participación de centenares de personas en el evento motivó una gran ocupación de las plazas hoteleras que no eran muchas por entonces, el aumento de consumos en los restaurantes y hasta la mítica madame Riti -cuyo "Arlequín" en la calle de Santa Elena era lo más en las noches gijonesas- le mandó una felicitación a José Luis Ortiz animándole a organizar eventos similares para dinamizar la vida gijonesa. En definitiva, las ganancias se dispararon espectacularmente en la hostelería gijonesa a todos los niveles. Luego aquella brillante idea se la llevaron para Madrid.

Una biblioteca en el antiguo edificio del Banco de España Tras años de dudas y de ser utilizado hasta para la exposición pública del Plan General de Ordenación Urbana, el alcalde José Manuel Palacio vio la luz al final del túnel para que fuese convertido en una biblioteca estatal, con lo cual el Ayuntamiento se liberaba de las cargas que supondrían las obras para las que ya había adelantado una cantidad muy importante de dinero, el gobernador del Banco de España, el gijonés José Ramón Álvarez Rendueles -príncipe de los jesuitas- además de haber regalado el edificio. Una reunión con el director general de Bibliotecas, Juan Manuel Velasco, tras haber visitado los técnicos las instalaciones del edificio y considerarlas idóneas sirvió para dar luz verde. El alcalde José Manuel Palacio así se desentendía de los graves problemas de espacio que tenía Rosalía Oliver manifestando que la espléndida "Biblioteca Jovellanos" no sabía exactamente lo que era. Las obras de rehabilitación fueron adjudicadas por concurso al arquitecto gijonés José Manuel Caicoya, antiguo alumno del Corazón de María. Con el paso del tiempo se lograría que esta gran biblioteca pública que abrió sus puertas tres años después disponga ya de más de doscientos mil documentos, entre ellos la valiosa donación asturianista del padre Patac.

Un plan para la rehabilitación del cerro de Santa Catalina. Tres tomos y ochenta planos fueron entregados al Ayuntamiento por los arquitectos Paco Pol y José Luis Martín para lo que se denominó el Plan Especial de Protección y Reforma Interior del cerro de Santa Catalina que con un presupuesto inicial de doscientos sesenta millones de pesetas proponían: la construcción de una pantalla de nuevos edificios de cuatro plantas para un centenar de viviendas con soportales para tapar lo que consideraban como la abominable fachada de la calle de Honesto Batalón, el mantenimiento de las instalaciones defensivas para crear allí un museo de la mar, la reconstrucción de la ermita de Santa Catalina, la construcción de un observatorio meteorológico, la reconstrucción de La Fontica, la dedicación de la casa de las Piezas a usos hosteleros, la creación de un gran mirador y la colocación de una escultura de hierro de una veintena de metros que recordarse el carácter industrial de la villa gijonesa. El arquitecto Paco Pol me contó que el alcalde José Manuel Palacio le citaba en la cafetería "Manila" de la calle de Alcalá en Madrid, pero que nunca le decía nada. La duda que mantengo es para que se encargan y pagan proyectos, si luego son archivados.

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