Soy asturiano, no se de cuantos apellidos ni me importa, adoro esta tierra, sus gentes, su cultura y su diversidad natural, no tengo absolutamente nada en contra de cualquier manifestación cultural, lúdica, étnica que ensalce sus raíces, no soy timorato cuando me expreso resaltando su impresionante acervo, la magia de sus paisajes o la sinceridad de sus gentes. Pero me cabreo mucho, muchísimo, cuando alguien ya sea institución, organización o particular intenta imponer sibilina la razón inconcreta, la supuesta mayoría, el anhelo reprimido de un pueblo que clama sometido por hablar una lengua vernácula denostada durante siglos.

Por encima de mi impronta asturiana y el infinito apego a mi tierra, a sus tradiciones culturales y materiales soy "demócrata" , profundamente demócrata y me indigna que no se pretenda, ni tan siquiera se mencione la posibilidad de consultar a los asturianos aquello que afecta significativamente a la vida de los asturianos, entre los que tan orgullosamente me incluyo.

Si debemos destinar una parte de nuestros escasos recursos a la promoción de una lengua tan secular y querida, deberíamos decidirlo entre todos y no solo por una parte que solo por sentirse muy representada no debería obviar el parecer de la otra. Pretender imponer sin consultar es como vencer sin convencer y para ayudar en tan trascendente decisión tenemos pues recursos legales y me refiero a la ineludible necesidad de promover una consulta popular.

A qué se tiene miedo, porque decidir entre pocos lo que a muchos afecta resultando tan sencillo, no quiero pensar mal, pero obviar consultar a la gente me parece del interés de los pocos, es sabido que el bable moviliza múltiples recursos que son al final el sustento de algunos y seguramente la desgracia de gentes necesitadas de algún tipo de ayuda o asistencia que verán mermadas sus esperanzas.

Consultar pues, consultar siempre que sea posible y lo es, decidir en libertad con criterio, fundamento y precisión, conociendo los aspectos relevantes y evitar la demagogia.

No quisiera ser la víctima de un paisano que me exija atención en la lengua oficial o me denuncie, se me sancione o expediente, o se me increpa por no usarla o transmitirla a mis hijos, tampoco el verdugo que exija a los demás su uso de manera coercitiva.

Si la oficialidad del bable se decide entre los asturianos nada habrá que decir, mas que acatar tal decisión, incluso si ésta no prospera, habrá que respetar el derecho de quienes quieran usarlo, difundirlo por sus medios y protegerlo, que para eso habrá maneras y si fuera de interés y demanda ciudadana proliferaran las academias y escuelas de idiomas del bable igual que sucede con el inglés, el alemán o el chino.

Julio Quirós