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Nueva catástrofe en la bahía gijonesa con el embarrancamiento del "Grand Felicity"

La polémica ubicación del único casino autorizado en Asturias motivó otro enfrentamiento localista

El embarrancado "Grand Felicity". ROBERTO TOLÍN / FERNANDO DE SILVA

Cuando todavía no habían pasado quince días desde el hundimiento del "Castillo de Salas", un vendaval que alcanzó los ciento diez kilómetros por hora arrancó las estachas del mercante "Grand Felicity" que llevaba muchos meses abandonado en el muelle de minerales y, a pesar de los esfuerzos de los remolcadores "Jove", "Torres" y "Peñas", fue imposible detenerlo a causa de los fuertes vientos que impidieron lograr su control -ante lo cual dieron aviso para que levantasen anclas a los tres buques fondeados "Kensho Maru", "Laura Pando" y "Ea" a la espera de atracar en El Musel para ahorrar las tarifas portuarias- por lo que el "Gran Felicity" navegó a la deriva hasta su tumba que fueron los acantilados de Peñarrubia.

El "Grand Felicity" había sido construido doce años antes en astilleros japoneses y navegaba bajo la bandera panameña con una tripulación compuesta por veinticinco marineros chinos. Para salir de aquella anómala situación del barco abandonado y tratar de darle salida con carga, la empresa "Consignatarios Casocobos" intentó en julio embarcar quince mil toneladas de perfiles de Ensidesa para transportarlos a Houston. Los tripulantes se opusieron ya que llevaban siete meses sin cobrar de la empresa "Grand Transport Incorporated", que los había contratado y que no daba respuesta a sus reivindicaciones salariales por lo que se encontraban en una situación desesperada. Se declararon en huelga, y asesorados por el sindicato de la Marina Mercante de UGT, presentaron la correspondiente denuncia que motivó el embargo del mercante por parte del Juzgado de Primera Instancia número 5 de Gijón.

Tras agotárseles los víveres que tenían a bordo y el fuel abandonaron el barco y fueron atendidos, tanto por la consignataria gijonesa como por el sindicato UGT, al darles cama y comida en el "Stella Maris" y en la Casa del Mar, hasta que lograron su expatriación. Hay que dejar constancia que el sindicato de la UGT afrontó ejemplarmente todos los gastos. Pero no iba a ser éste el último susto de que iba a padecer la bahía gijonesa, ya que desde los años cuarenta había sufrido nueve siniestros, pero todavía tendría que resolver el encallamiento, tres años más tarde, del carguero chipriota "Vakis Tsakiroglou", también frente al cerro de Santa Catalina.

Toda aquella historia le sirvió como inspiración a la gijonesa María Piernavieja para escribir una novela romántica con el mismo nombre del barco mercante. Conoció y se enamoró de uno de aquellos marineros chinos y no dudó en casarse con él y marcharse a vivir en Taiwán dado que trataba de encontrar nuevos horizontes existenciales.

La larga historia de la ubicación del primer casino. Los gijoneses se gastaban en aquellos tiempos todos los días un millón de pesetas en los numerosos bingos existentes por lo que el más importante empresario de máquinas recreativas de estos lares, José Antonio Díaz Carbajosa, había puesto sus ojos en la posibilidad de hacerse con la única licencia legal para crear un casino en Asturias. Sin embargo, el primero que puso los pies en la arena de aquel circo fue Blas Herrero -quien a mí me enseñó en su despacho de la calle de Uría, en Oviedo, una antigua fotografía con su padre en un carro que transportaba leche, lo que me aseguró que todos los días le servía para recordar sus humildes orígenes-, quien con el apoyo político y económico de la Sociedad Regional de Promoción -dependiente del Instituto de Fomento Regional- trataron de montar el casino en el Hotel de la Reconquista . La normativa legal existente entonces exigía que no estuviera ubicado en el casco urbano de las ciudades, por lo que fue una opción que no podía prosperar.

El siempre perspicaz Javier Vidal -con amplia trayectoria política liberal y años después implacable recaudador de la SGAE- ofreció como alternativa los terrenos de la sala de fiestas Rocamar -"un paseo por el mar y a bailar a Rocamar", era el popular eslogan lanzado por la familia García-Blanco que contribuyó decisivamente con sus seis escenarios a poner a Gijón en primer plano en el mapa de contrataciones musicales- que tuvo el preceptivo informe positivo del responsable del Plan General de Ordenación Urbana, debido a que los terrenos de la Ería del Piles estaban calificados para usos terciarios. El Rocamar podía ser un lugar idóneo para la instalación del casino de Asturias.

El responsable del control del juego en el Norte de España, Juan Manuel Sánchez Píriz -quien había sido jefe de la Brigada Político-Social en Gijón, por lo que era muy conocido por sus reprobables métodos para obtener información de históricos luchadores contra la dictadura, como el comunista José Ramón Herrero Merediz, a quien según me contó le detenían siempre preventivamente el día anterior a la celebración del Primero de Mayo-, solicitó el preceptivo informe al Ayuntamiento quien apoyó la ubicación del casino en Gijón y los hosteleros se frotaban las manos ya que se preveía que su instalación supondrían ingresos superiores a los mil millones de pesetas al año.

Ante las esperanzadoras expectativas abiertas de más ingresos, la Agrupación de Hostelería de Gijón solicitó al gobierno asturiano la imparcialidad en la toma de la decisión. Pero como siempre nos gusta marear la perdiz, también se ofreció una tercera alternativa en los aledaños del Pueblo de Asturias -por contar con mejores accesos y más aparcamientos- con una participación accionarial de la Sociedad Regional de Promoción del 41%, lo que, una vez más, provocó el desenterramiento del hacha de guerra localista por parte de Oviedo.

Todo ello llevó a que desde el gobierno del Principado se tratase de encontrar y dar una solución salomónica a la ubicación del casino: por el verano en Gijón y por el invierno en el Hotel de La Reconquista. Aquello no podía cuajar, al no existir un entendimiento entre las dos ciudades más importantes de Asturias, ni tampoco una permisividad legal a su ubicación en el Hotel de La Reconquista. O sea que alguien optó por meter aquel polémico expediente en la nevera para su hibernación.

Sabino García Vallina creó TSK. En aquel maremágnum de aciagas polémicas localistas, catástrofes industriales y ecológicas, con hundimiento no solamente de barcos, sino también de naufragios de empresas fundamentales para nuestra economía, el imposible reflotamiento del astillero "Naval Gijón" y la paralización con huelgas de los trabajadores de Ensidesa, a la prestigiosa ingeniería Erpo le empezaron a no cuadrarle los números en los balances anuales. Es entonces, en aquel año de 1986, cuando el perito industrial Sabino García Vallina dio un histórico paso empresarial adelante al asumir valientemente y con una gran visión de futuro la división de la ingeniería y montajes eléctricos del Grupo Erpo, para así constituir la empresa TSK, que en pocos años iba a saber integrar -con gran acierto- a otras pequeñas industrias hasta convertirse en todo un símbolo como empresa gijonesa innovadora. Así inició Sabino García Vallina su exitosa singladura profesional desde la que supo encauzar el rumbo de ese ejemplar trasatlántico que es TSK para navegar sin fronteras hacia las prósperas aguas de los mercados internacionales.

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