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Antigüedades sólo para vieyos

Los 90 expositores de la Feria del desembalaje aprecian desinterés de los jóvenes por los objetos más añejos

La cántabra Altamira Serrano, en su expositor. ÁNGEL GONZÁLEZ

En un pabellón repleto de antigüedades suena una de las canciones más famosas de Justin Bieber, "What do you mean?". La música, más afín al público joven, contrasta con lo que allí se ve: veteranos coleccionistas que "en tiempos de muebles de Ikea siguen apostando por lo vintage". Así lo resume Altamira Serrano, al frente de uno de los 90 expositores participantes en la Feria de desembalaje de Asturias. "A la gente joven esto no le interesa", asegura Serrano. Y con "esto" se refiere desde postales y lupas por 2 euros a productos más exóticos como un telescopio de la Segunda Guerra Mundial de 1.000 euros. De momento, coinciden los comerciantes, las ventas en el recinto Luis Adaro están siendo "flojas".

Lo cierto es que el intenso sol de ayer, segundo día de la feria, invitaba más a estar en la calle que en una gélida nave. Aun así hubo bastantes curiosos merodeando por los expositores, 21 de ellos asturianos y el resto de otros puntos de España e incluso de Francia, Gran Bretaña y Alemania. Entre todos, unas 42.500 piezas de antigüedades, almoneda, retro y vintage. "La cosa está de capa caída, pero aquí y en todo el mundo. Mientras que en mi época se llenaba los pisos de antigüedades, ahora los hijos con cuatro adornos se apañan", cuenta Antonio Pereiro, de La Coruña. A este coleccionista le pasa incluso que a su tienda llegan más clientes "para vender que para comprar".

¿Es el fin de las antigüedades? El gijonés Enrique Mijares, que es funcionario y tiene el coleccionismo "sólo como hobby", piensa que no. Aunque sí aprecia un cambio de modas. "Antes teníamos la casa llena de vajillas de cristal o porcelana. Ahora eso no interesa, porque ya no invitamos a comer, sino que salimos fuera", apunta. Del mismo modo que asegura que el furor por lo vintage -entendiendo por ello lo que aún no puede catalogarse como antigüedad- está empezando a menguar. "No sé lo que vendrá, esto está variando constantemente", dice Mijares. En sus puestos tiene objetos tan llamativos como un viejo cuadro panel de autoescuela de los años 50, una cabeza frenológica o un asiento de los antiguos tranvías en el que el respaldo cambia de posición.

Pero para gustos colores. Altamira Serrano, de profesión perito de antigüedades, explica que en el mundo del coleccionismo todo puede interesar. "La gente busca la pieza que le falta", aclara. Y eso va desde lo más diminuto a lo más grande. El palestino Omar Álvarez, que con la crisis tuvo que cambiar su trabajo como importador de muebles por la venta de antigüedades, ofrece en su expositor un fonógrafo de Edison por 500 euros, una de las piezas más valiosas. Pero al final lo que más se vende es lo menudo. Los comerciantes confían en que hasta el domingo, último día de la feria, las ventas se animen. Las puertas estarán abiertas desde las 11 a las 21 horas y el precio de la entrada es de 4 euros.

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