El "Elogio del horizonte", la gran pieza en hormigón y acero que Eduardo Chillida (1924-2002) hizo en el Cerro, en Gijón, tiene problemas por la agresión contaminante de las industrias de su entorno y por los efectos de la niebla marina, cargada de cloruros. Es, de manera resumida, el diagnóstico que hizo ayer Lorenzo Fernández-Ordóñez, profesor de Tecnología en la Universidad Europea y director de las catas y análisis que se verificaron a finales del pasado mes de mayo, con una toma de muestras de los materiales de la escultura.

Afecciones que tienen solución, según hizo resaltar el especialista, y cuyas consecuencias no han causado, por el momento, daños estructurales en el "Elogio". "Son problemas que tienen solución", afirmó, después de dejar claro que la pieza está libre de "cementos aluminosos". "Es un paciente del que ya tenemos un conocimiento grande y al que podemos darle algo para que mejore", añadió.

Para Fernández-Ordóñez, la solución de esos problemas ya detectados pasa por "regenerar las propiedades del hormigón". El profesor insistió: "El modelo estructural tiene un coeficiente de seguridad alta". Una vez realizado el diagnóstico del estado de la obra, una de las que se asocian a cierta estilística de uno de los grandes escultores españoles del siglo XX, el trabajo ha pasado a la fase del laboratorio y del ordenador. El objetivo ahora es probar las soluciones adecuadas.

"Es un proceso lento", indicó Fernández-Ordóñez. Éste adelantó, no obstante, que los primeros tratamientos en la misma escultura, en el Cerro, se podrán hacer en septiembre del próximo año, más o menos. Hay que acertar con un tratamiento que permita la extracción de esos cloruros que corroen algunas de las vigas de la escultura, sobre todo la de los dos grandes pilares sobre los que descansa el conjunto de la estructura. "Ahora hay que hacer ese proyecto", dejó claro.

Chillida, que encontró en Gijón -y frente al Cantábrico- el enclave que había buscado para una pieza que fuera un himno al horizonte como patria común de la humanidad, decidió hacer esa obra con hormigón y acero. Dos materiales que representan bien el siglo XX. "El problema es que la capa básica se degrada con el paso del tiempo, va perdiendo sus cualidades", explicó Fernández-Ordóñez. Y, además, Chillida logró dar a los cementos una textura especial, porosa, a través de un tratamiento con ácidos. Una alternativa que, según el profesor, no resulta muy recomendable. Los cloruros del salitre y la contaminación han afectado, por ejemplo, a los "brazos" del "Elogio".

Fernández-Ordóñez dio estas explicaciones en la jornada que InnovaConcrete dedicó ayer, en la Antigua Escuela de Comercio, a la obra de Chillida y al patrimonio artístico y escultórico de hormigón. Una sesión a la que asistió el hijo del artista, Luis Chillida. El "Elogio", que se inauguró el 9 de junio de 1990 y pesa 500 toneladas, ha sido incluido junto con otras siete sobresalientes obras europeas en un proyecto comunitario para su conservación. El presupuesto es de siete millones de euros y se ejecutará en tres años. "Hemos tenido verdadera suerte", dijo el profesor.