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Los primeros pantalanes fueron instalados en el antepuerto

Posteriormente los trasladaron al muelle más resguardado de Fomento, frente al Club Marítimo Astur

Panorámica del puerto deportivo.

Nada fáciles fueron los primeros pasos dados para la creación del puerto deportivo gijonés, dada la oposición por parte del alcalde Palacio, que consideraba que no se podía gastar dinero público en esas cosas "para ricos", y también de las dificultades administrativas para ponerlo en marcha.

Uno de sus grandes impulsores fue el presidente del Club Marítimo Astur Rafael Javier Cayado Cayado, quien también era concejal de Turismo y miembro de la inoperante comisión mixta Ayuntamiento-Junta del Puerto para decidir sobre el futuro de las dársenas locales tras la reversión de su propiedad, con el traslado de toda la actividad pesquera al puerto del Musel. En un viaje al puerto de La Rochelle, a Rafael Cayado le sorprendió la gran cantidad de pantalanes que allí había repletos de barcos de todo tipo, por lo que comprendió que algo así había que desarrollar en Gijón, ya que hasta existían fondos de la Unión Europea para financiar este tipo de proyectos de desarrollo náutico y turístico. Por otra parte, era constatable una realidad: los millares de embarcaciones que navegan desde los puertos franceses hasta Galicia en Asturias no tenían puntos de atraque, lo que suponía una grave pérdida de ingresos por carecer de infraestructuras.

De ahí que inicialmente algunos pantalanes fueron instalados en el antepuerto y gracias a su existencia hasta hizo escala aquí una importante regata que había partido de Francia, lo que ilusionó a muchos que veían la luz al final del túnel, ante tanto abandono en que estaba inmersa toda aquella estratégica zona que iba desde el dique Lequerica, la antigua Rula, los muelles locales y las dársenas de fomento y Fomentín, hasta la zona de astilleros. El antepuerto en las pleamares y, sobre todo, cuando había temporales no era, desde luego, el lugar idóneo de abrigo y refugio, pero lo importante fue empezar a crear puntos de atraque para las embarcaciones deportivas. Hasta sesenta y tres barcos se consiguió, no obstante, que empezasen a utilizar aquellos pantalanes que ordenó retirar el jefe de la Sección de Técnicos de Explotación de la Junta del Puerto, José Pedro Vindel Muñoz, a pesar de las críticas recibidas por los usuarios y especialmente por el presidente del Club Marítimo Astur, lo que confirmaba la clara falta de comunicación entre los técnicos de la Junta del Puerto y los clubes náuticos.

En una segunda fase, los pantalanes fueron trasladados al muelle de Fomento, una zona más abrigada de las fuertes mareas, frente al edificio del Club Marítimo Astur. Allí hasta llegaron a atracar unas quinientas embarcaciones. El inquieto Rafael Cayado, tras ser elegido presidente de la Federación Asturiana de Vela y ante aquel descorazonador panorama -al no tener servicios, ni duchas, ni vigilancia-, lo calificó con una certera frase: "Tenemos servicios africanos con unos costes europeos".

La Infanta Elena, concursante en el Hípico. Todo un aliciente para el veraneo gijonés fue la llegada al Parador Nacional de Turismo del Molino Viejo -entre grandes medidas de seguridad- de la Infanta Elena de Borbón para participar con su caballo "Atlantus" en el tradicional Concurso Hípico en Las Mestas.

Las viperinas lenguas que recrean las leyendas urbanas gijonesas con su falaz inventiva difundieron que una noche -en plena Semana Grande de agosto- entraron a Casa Víctor dos elegantes chicos trajeados y le pidieron una mesa. Vitorón, atendiendo la comanda de aquí, reclamando un plato allá, descorchando apresuradamente una botella de vino, mientras atendía a la vez al teléfono, se multiplicaba sin dar abasto, no había oído bien y respondió con el desconsiderado y despectivo mal tono habitual de playu típicu a quien no conoces de nada:

-¿Qué dicen, que quieren una mesa? Pues no la hay, no veis cómo está esto a rebosar y yo milagros no los puedo hacer...

Aquellos atildados intermediarios se quedaron de una piedra al no poder cumplir la misión oficial encomendada, pero insistieron -con toda educación aunque sacando el pecho para darse a sí mismos más seguridad tratando de resolver el enojoso problema- con lo que creyeron que era un argumento implacable y definitivo.

-Es que es para la Infanta Elena.

Y Vitorón, sin pensárselo, claro, masculló:

-¡Ni pa la Infanta Elena, ni pa su p... madre!

No me creo que todo un caballero del barrio del Carmen como Víctor Bango, que siempre fue un ejemplo de sabiduría, discreción y diplomacia, haya dicho eso, la verdad. Vitorón, con toda su elocuencia y sabiduría, hasta ha sido motivo de inspiración para el poeta Ángel González, quien escribió estos versos en su honor:

"Si Neptuno es rey de mares

porque tiene un tenedor

Víctor que los tiene todos

puede ser emperador"

Sin el entoldado, a Gijón le faltaba un buen escenario cubierto para espectáculos. Aquel verano de 1986 desapareció el entoldado de la plaza Mayor -que tan inolvidables momentos nos dio con sus atractivas programaciones estivales- y Gijón se quedó sin una necesaria infraestructura cubierta para grandes conciertos y espectáculos. El consejero de Cultura, Manuel Fernández de la Cera, reconocía esa innegable carencia, pero no encontraba la fórmula de lograr un espacio cubierto para espectáculos que satisficiera las necesidades de la villa más populosa de Asturias y que por entonces ya era todo un referente para las grandes actuaciones musicales. Desde Gijón se clamaba por un gran auditorio. Hasta se barajó como alternativa el grandioso edificio de la Pescadería Municipal, que antes o después tendría que ser dedicado a otros usos, dado que no podía superar los informes técnicos sobre salubridad y demás, pero eso no era responsabilidad de nuestras entrañables pescaderas, de las que tanto aprendimos. Mientras tanto, el Ayuntamiento tuvo que recurrir a otros escenarios públicos: el estadio municipal de El Molinón y la plaza de toros de El Bibio, que se estudió la posibilidad de cubrirla -tal como se ha hecho con otros cosos taurinos que ahora sirven para usos polivalentes-, pero nunca se hizo nada porque no hubo voluntad de futuro ante una instalación que, como se le advirtió a Víctor del Busto cuando quiso demolerla, abría más veces al año que El Molinón, por lo que tuvo que callar.

El panorama político tenía que despejarse con el viento del Nordeste, y, tal como advirtió Jesús Morales -al frente de la Agrupación Socialista local-, hacía falta un buen alcalde que sacase a Gijón de aquella penosa paralización.

Garci elogió la fantástica luz existente en Gijón. José Luis Garci -en compañía de Victoria Vera y Jesús Puente- retornaba a los entrañables rincones que le habían servido para ganar el primer "Oscar" para España, con el fin de iniciar aquí el rodaje de "Asignatura aprobada" con grandes elogios a "la fantástica luz existente en Gijón".

¡Qué gran ocasión tenemos para organizar una gran campaña turística y gastronómica recordando los itinerarios que Garci utilizó para rodar "Volver a empezar", al cumplirse los treinta y cinco años del "Oscar"! Es una efeméride que no debiéramos de dejar de celebrar porque el tren solamente pasa cada cinco años por delante de nuestra estación.

Para grandes luces de largo recorrido, no obstante, como histórico ejemplo son las del simpar concejal comunista Víctor del Busto, quien presentó una moción solicitando a la Comisión Municipal Permanente el inicio de las gestiones para el traslado de la sede de las Naciones Unidas a Gijón, pero al ser desestimada por unanimidad, el obsesivo Víctor del Busto sentenció: ¡Qué oportunidad histórica perdida!".

Nunca llueve a gusto de todos.

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