Juan Manuel Rodríguez Parrondo, catedrático de física en el Universidad Complutense de Madrid desarrolló a finales de los años 90 la conocida como Paradoja de Parrondo, o cómo dos juegos de azar en los que por separado se pierde, combinados dan un resultado ganador. Hoy aquel desarrollo matemático está teniendo aplicación en la biofísica. Ayer explicó en la conferencia inaugural de las XIV Jornadas Jovellanos de Divulgación Científica cómo las apuestas en la ruleta tienen que ver con la investigación de enfermedades neurológicas.

La esencia de la paradoja que lleva su nombre es que dos estrategias que por separado son perdedoras, al combinarse dan lugar a algo ganador, al invertir la tendencia de cada una de ellas. No se hagan ilusiones, que no van a encontrar nada parecido en un casino. Si bien para desarrollar su paradoja usó como uno de los juegos la ruleta, el otro es una mera formulación matemática, en la que resulta beneficioso apostar con el resultado de las pérdidas del primero.

Aunque no sirva para hacer saltar la banca, el modelo probabilístico ideado por Parrondo hace tres lustros es el mismo que sirve para describir algunos motores moleculares, motores microscópicos, algunos de los cuales funcionan dentro de las células, consumiendo energía para trasladar materiales en su interior. En ellos precisamente se inspiró el catedrático.

Así es como un estudio sobre una combinación de juegos de azar está vinculado a investigaciones sobre enfermedades neuronales, por la forma en la que se transmiten impulsos nerviosos dentro de las células, o sobre el funcionamiento de los virus cuando causan una infección. Estudios sobre ecología o sobre cómo pueden proliferar bacterias al combinar dos estrategias que por separado las eliminan, son otras de las aplicaciones.

Uno de los problemas que tienen los biofísicos en esas investigaciones es saber si un motor molecular está funcionando o no, algo en lo que ahora está trabajando Parrondo, que plantea que lo determinante es saber si se está disipando calor, algo relacionado con "la flecha del tiempo", que es la irreversibilidad de un proceso. Ahí, señaló, está uno de los problemas fundamentales aún pendientes de resolver por la física, dado que no se sabe a ciencia cierta cómo se origina esa irreversibilidad que hace por ejemplo que un cristal que se rompe se pueda recomponer. En el mundo microscópico los procesos son reversibles, mientras que en el macroscópico no, con lo que el cristal no puede recomponerse aunque sus partículas sí podrían volver a su estado anterior. Si no entienden como puede darse esa dualidad en lo macro y lo micro, no se preocupen; "los físicos tampoco lo entendemos", concluyó el ponente.