Cada tres segundos hay un nuevo caso de alzhéimer en el mundo. En 2050 se prevé que haya 131,5 millones de personas afectadas. Si la demencia senil fuese una empresa, facturaría más dinero que Apple o Google. Y si fuese un país, sería la economía número dieciocho. A una familia le cuesta, de media, 31.000 euros mantener a un enfermo. Y ya para rematar: se invierte el doble en investigación sobre caída de cabello que en alzhéimer, pese a ser ésta la segunda causa de muerte en España.

Los datos, aportados ayer en Gijón por la Confederación Española de Alzhéimer (CEAFA), refuerzan la teoría de su director ejecutivo, Jesús Rodrigo: "Estamos ante un problema sociosanitario de primera magnitud". Y como tal, el responsable de la federación que engloba a 310 asociaciones regionales, entre ellas la asturiana, exige "un tratamiento diferenciado" de la enfermedad neurodegenerativa por parte de la Administración. Esa diferenciación pasaría por la aprobación de un plan nacional, como insistió Rodrigo en una jornada de concienciación social, apoyada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y que viaja por toda España con el objetivo de demostrar que el alzhéimer "no es una enfermedad unipersonal" ni sólo "cosa de viejos".

Según Rodrigo, más del 9% de las personas que padecen alzhéimer en nuestro país tienen menos de 65 años. Aunque lógicamente el mayor volumen, en torno al 50%, se concentra entre los mayores de 85. La Confederación Española de Alzhéimer calcula que en la actualidad hay 1,2 millones de enfermos pero, si contabilizamos a los cuidadores, la cifra asciende a los 4,5 millones. Precisamente Jesús Rodrigo insistió ayer que la dependencia en esta afección es doble: enfermo- familia. Y para corroborarlo dio algunos datos más: el 12% de las cuidadoras -el 67% son mujeres- se ven obligadas a dejar su trabajo y el 30% a realizar ajustes en su profesión.

Por si fuera poco, el alzhéimer es una enfermedad "muy cara", que "genera pobreza y exclusión social", y que tiene "difícil prevención". "Dicen que una forma de evitarlo es tener una vida intelectual activa. Entonces, que se lo digan a Chillida, a Alfonso Suárez... Estamos ante una lotería que no queremos que nos toque", reflexionó Rodrigo. Si a ello unimos que la enfermedad está "infradiagnosticada" -se estima que entre el 30 o el 40% de los casos no están aún detectados-, el varapalo es aún menor. La única esperanza que queda, por tanto, es la investigación. Pero, desgraciadamente, "se invierte diez menos en alzhéimer que en problemas de corazón y el doble menos que en caída de pelo". "Quizá porque hasta hace poco se decía eso de que el alzhéimer es cosa de viejos", aclaró Rodrigo.

En la charla también participó el secretario de la Asociación Alzhéimer Asturias, Laureano Caicoya, quien denunció que "en más de 20 años" el colectivo no ha recibido "ninguna ayuda pública a nivel local, regional y estatal". Sobreviven gracias a la cuota de sus socios (3 euros mensuales). Caicoya se emocionó al rememorar historias "tremendas", como la que vivió en 2007 con una familia de Benia de Onís. "Llevamos en el coche 60 u 80 litros de leche, 40 pañales, dos cajas de potitos... Y allí nos encontramos una casina de aldea en una situación precaria, con una mujer enferma de alzhéimer en estadío dos avanzado, de quien cuidaba su marido, con cáncer de próstata cronificado. El hijo estaba en paro y tenía esposa y bebé. Se abrazaban a nosotros, porque decían que vivían gracias a lo que les donábamos. Los potitos los diluían con leche para dárselos al niño...", relató. Esa penuria continúa todavía hoy en la zona rural: "Hay familias de enfermos que cocinan arroz y echan nuestros potitos con sabor a cordero".