Primero fueron las bolsas y a partir de 2021 serán los plásticos de usar y tirar. La Unión Europea avanza en su guerra contra el material que amenaza los océanos -al año vertemos al mar más de ocho millones de toneladas, según cálculos de los ecologistas- y prohibirá en tres años la venta de bastoncillos de algodón, de palitos para globos, de envases para comida rápida y de vasos, platos, tenedores, cuchillos... Mientras que los conservacionistas aplauden la medida, los pequeños empresarios locales la critican. Vanesa Díaz Acebal, gerente de Bolsera Trabanco, es una de ellas: "¿Qué lo van a prohibir todo ahora? No se van a dejar de arrojar plásticos al mar o al monte por ello. El problema es el mal uso que le damos; somos generaciones de gochos".

Su negocio, abierto desde finales de los años cincuenta, peligra hoy más que nunca. Díaz Acebal asegura que las ventas bajaron "más del 75%" desde el pasado 1 de julio, fecha en la que entró en vigor la ley que obliga a pagar las bolsas de plástico. "Las ganancias son mínimas, mínimas. Se está poniendo la cosa complicada y como amplíen la prohibición, nuestro comercio puede llegar a peligrar", señala. Ahora mismo, Bolsera Trabanco sobrevive en parte gracias a los envases de plástico que vende a restaurantes para el envío de comida a domicilio y a carnicerías para la conservación de elaborados. Pero esa línea de negocio estará pronto también en crisis. "Lo lógico es que se reciclase el plástico como se hace con otros productos. Es un material virgen, sólo hay que querer", defiende Díaz Acebal.

En esta misma idea incide otro empresario del sector, que prefiere mantenerse en el anonimato: "Reciclar se puede reciclar todo. Los supermercados ahora están encantados, porque no hay otro producto del que saquen más margen de beneficio que con una bolsa de plástico. Es antiecológica, pero resulta que si la pagas, no. Es un cachondeo". Lo cierto es que las bolsas desaparecerán para siempre en España el 1 de enero de 2021. Ese día las tiendas no podrán dar una bolsa ni cobrándola. Pese a que el veto a los plásticos va a más, este empresario gijonés cree que "hay cosas en las que el plástico es "insustituible". "¿Qué van a dejar también de hacer los salpicaderos de los coches de plástico? No", protesta. Su negocio fabrica metraquilato para la industria y los recortes de plástico que sobran son reciclados, asegura. El vertedero de Serín recibió el año pasado un total de 384.796 toneladas de basura procedentes de ayuntamientos, de los cuales 11.443 fueron del contenedor amarillo. Gijón depositó 3.966 toneladas de plástico.