Hace 40 años se sentó en un espacio "realquilado" de la Escuela de Ingeniería Técnica Industrial (Peritos) de la calle Manuel Llaneza un grupo de alumnos pioneros al cargo de una docena de profesores. Todos ellos eran varones; hubo que esperar a la segunda promoción para encontrar a la primera chica: Aurora Llorens. Eran "un equipo de gente que quería hacer escuela" y que inauguraban de este modo la titulación de Ingenieros Industriales tras largos y amargos desvelos. Ayer, cuatro décadas después, 18 de aquellos veteranos estudiantes se reunieron en lo que ahora es la Escuela Politécnica de Ingeniería para celebrar el aniversario, recibir su acreditación como embajadores del centro y dar cuenta de un tiempo en el que "no había más que problemas, uno tras otro, siempre con Oviedo y partiendo de que el rectorado de la Universidad no quería un centro en Gijón", como recordó tajante el catedrático Gonzalo Morís, profesor en la primera promoción: "Vivimos en pelea constante, pero siempre con muy buenos alumnos, algunos de ellos peritos que querían seguir ampliando conocimientos".

Como por ejemplo Jesús Romero Vigil, al que ayer le volvió a la memoria la dificultad que le supuso tener que compaginar el estudio con el trabajo y con la familia, porque "era uno de los mayores, tenía 28 años, había muchas cosas que combinar". Faustino Obeso, compañero de pupitre y expresidente del Club Asturiano de la Innovación, también quiso recalcar el "cambio a mejor en estos años, con un plantel de profesores jóvenes que han hecho que los ingenieros industriales asturianos sean de los más valorados".

Rodrigo Fernández Prado, director del Mercado Eléctrico en EDP, fue igualmente uno de los estudiantes debutantes. "No tuvimos ordenador personal hasta tercer o cuarto curso, una máquina que tardaba cinco minutos en cargar y que teníamos que compartir de forma solidaria. Lo que sí teníamos era el motor de un Dos Caballos que montábamos y desmontábamos como algo maravilloso", relató entre risas, antes de recomendar a los actuales estudiantes "mantener el hambre de aprender, la innovación es básica". Una actitud que, como abundó Javier Deleyto, director del Centro de Experiencias de la Michelín, debe ir necesariamente acompañada de "el aspecto humano, porque trabajamos en organizaciones, con otras personas".

Para ellos los primeros años fueron complejos, en los que fueron testigos de las agrias cuitas del primer director, Luis Ortiz Berrocal, fallecido en el año 2007. "Muchos días llegaba a clase y nos contaba los millones de pesetas que había conseguido arañar para la Escuela, fueron tiempos de mucha lucha", recordaron, en los que incluso "el Ayuntamiento de Gijón tuvo que habilitar una partida para pagar los sueldos a los profesores en los primeros meses", apostilló Morís. Pero "nada de eso nos importaba; teníamos muy poco pero sólo hay que ver lo que hay ahora".

Y lo que hay en la actualidad es todo un campus que ha ido creciendo alrededor de la Escuela de Ingenieros, con un empuje que llegó desde diversos frentes y en el que fue clave el apoyo del Colegio Oficial del Ingenieros Industriales, que "a través del entonces decano, Rafael Valdés, siempre respaldó la titulación", recordó el actual decano y antiguo director de la Escuela, Esteban Fernández Rico.

No faltaron tampoco las reivindicaciones para que la Politécnica siga creciendo al ritmo de los avances tecnológicos y sociales. Corrieron de la mano del propio Fernández Rico y del actual dircector, Juan Carlos Campo, quienes apostaron de nuevo por integrar los estudios de grado y máster, y de Juan José del Coz, vicerrector de Organización Académica y profesor desde hace en la Escuela. Del Coz lamentó en voz alta la reducción de la financiación a la Universidad, algo especialmente sangrante en el caso de la Politécnica si se tiene en cuenta que "este centro suma más de 3.000 alumnos, lo que quiere decir que en él se forma el 10 por ciento de la población juvenil de Asturias".

Es por ello que el vicerrector quiso dejar claro que "un país sin educación no cree en su futuro", y para que el futuro de los nuevos titulados en ingeniería sea mejor, "necesitamos un nuevo marco legislativo más flexible, o una ley de universidades acorde con nuestras necesidades", planteó Juan José del Coz consciente también de la necesidad de afrontar algunas carencias en la propia Escuela, como "mejorar la formación en las habilidades sociales de los alumnos o incrementar la presencia femenina en las aulas", enumeró antes de recalcar que "estamos en un momento excelente para los estudios de ingeniería", con campos como la robótica que incrementarán su crecimiento anual en más de un 17 por ciento, o con la certeza de que todos los coches serán eléctricos en el plazo de unos años.

Con todo ello, la Escuela aspira a seguir siendo la punta de lanza de la innovación regional por, al menos, otros cuarenta años.