Se levantó a las tres de la mañana para ir al baño, y su marido, de 81 años y enfermo de alzhéimer desde hace casi una década, no estaba en la cama. Miró por toda la casa y tampoco lo encontró. Se había ido sin avisar, como en otras muchas ocasiones había intentado de su domicilio, en el barrio de Contrueces. Todo eran nervios y angustia, pensando en que le podría haber pasado algo dado su estado. Pero todo quedó en un susto, justo cuando llegó al portal ahí estaba su marido, escoltado por dos agentes de la Policía Local de Gijón que le habían encontrado desorientado y perdido. "No puedo menos que agradecer públicamente la labor de los agentes municipales, muchas veces tan denostada, que han tenido la profesionalidad y la empatía de observar a un señor mayor despistado y detenerse a interesarse e ingeniárselas para ayudarle", expone Francisco Rodríguez Fernández, hijo del octogenario.

El hombre, que padece una mezcla entre demencia senil y alzhéimer, "tiene un carácter tranquilo, amable y siempre sonríe", desvela su hijo. No obstante, fruto de la enfermedad, sufre paranoias con periodicidad como que su casa no es su casa, que su mujer no es su mujer y que se tiene que ir. Es por eso, por precaución, que habitualmente la puerta del domicilio está cerrada con llave. Pero esa noche, por un despiste, se quedó sin cerrar.

"Esa noche, al salir al trastero a por una cosa, por un descuido, no se cerró la puerta". Los familiares de este octogenario, vecino de Contrueces, calculan que se levantase sobre las dos de la madrugada. "Se las arregló para medio vestirse, se puso dos camisas, dejó las gafas y salió sigilosamente", describe su hijo. No llevaba documentación, ni cartera, ni teléfono ni nada.

El hombre echó a andar desde la calle San Juan, donde vive, hasta la calle Guipúzcoa, a doce minutos de distancia caminando. Allí le encontraron desorientado unos agentes de la Policía Local de Gijón. "No me explico aún de qué manera consiguieron llevarlo a casa, porque él es incapaz de recordar su nombre y menos todavía una dirección o un teléfono y ni siquiera atina a expresar siquiera una frase medio coherente", confirma Francisco Rodríguez Fernández, profundamente agradecido con la gestión policial.

Justo cuando su madre salía despavorida a buscarle, ahí estaba él, del brazo de los agentes. "No quiero ni imaginarme la angustia de él mismo y de toda la familia buscándole a esas horas y el tiempo que podríamos haber tardado en dar con su paradero si no llega a ser por este par de ángeles de la guarda que han estado atentos esa noche. Un millón de gracias para ellos de todo corazón y por extensión a todo el Cuerpo de Policía Local de Gijón", confiesa Francisco Rodríguez.

La carta íntegra de Francisco Rodríguez Fernández:

El pasado lunes mi padre, que padece una mezcla entre demencia senil y Alzheimer, se escapó de casa por la noche. Desde que padece esta cruel enfermedad que te roba tu más preciado bien, tu propio ser, le entran paranoias de que su casa no es su casa y de que mi madre no es su mujer y que se tiene que ir. Desde entonces siempre está cerrada con llave la puerta, pero esa noche al salir al trastero, por descuido, la puerta no se cerró con llave.Mi madre a las 3 de la mañana al ir al baño se dio cuenta de que mi padre no estaba y aunque no coordina se las arregló para medio vestirse (se puso dos camisas, dejó las gafas...) y salir sigilosamente. Pues resulta que justo estaba mi madre saliendo despavorida a buscarle cuando aparecen en la puerta dos policías municipales con mi padre del brazo.Resulta que lo habían encontrado en la calle Guipuzcoa (mis padres viven en Contrueces) y algo les hizo sospechar que estaba perdido y no me explico aún de qué manera consiguieron llevarlo a casa, porque él es incapaz de recordar su nombre y menos todavía una dirección o un teléfono y ni siquiera atina a expresar siquiera una frase medio coherente. Así que no puedo menos que agradecer públicamente la labor de los agentes municipales, muchas veces tan denostada, que han tenido la profesionalidad y la empatía de observar a un señor mayor despistado y detenerse a interesarse e ingeniárselas para ayudarle.No quiero ni imaginarme la angustia de él mismo y de toda la familia buscándole a esas horas y el tiempo que podríamos haber tardado en dar con su paradero si no llega a ser por este par de ángeles de la guarda que han estado atentos esa noche. Un millón de gracias para ellos de todo corazón y por extensión a todo el Cuerpo de Policía Local de Gijón.