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El ingeniero total

Javier Labrada, titulado en Náutica, becado en Silicon Valley y alumno del grado de Electrónica, prepara el lanzamiento de una empresa de robótica

Javier Labrada, en el puerto deportivo de Gijón. JUAN PLAZA

Javier Labrada (Oviedo, 1996) es el mejor ejemplo del talento universitario en el campus local. Graduado en Náutica y Transporte Marítimo, premiado ya antes de finalizar los estudios por su trabajo fin de grado; este curso inició el grado de Ingeniería Electrónica en la Politécnica gijonesa tras haber completado una estancia de un mes el pasado verano en Silicon Valley fruto de una beca de la Fundación Banco Sabadell tras haberse alzado como ganador en las categorías individual y por equipos del Concurso de Talento y Emprendimiento de la Universidad de Oviedo. Todo un genio.

Un recorrido por la sede central de algunos de las empresas más grandes del mundo como Google, Apple, Ideo, Netflix o Twitter le permitió dar un enfoque novedoso a un proyecto que poco a nada tenía que ver con la disciplina ingenieril. "Nos propusieron el reto de plantear cómo serían las exposiciones culturales del futuro y en mi grupo, con personas de otras disciplinas, llegamos a la conclusión de que las piezas de arte no van a cambiar, en lo que había que innovar es en llevarlo a la experiencia personal. Trasladar ese objeto a la vida cotidiana de quien lo observa", indica el joven, quien también ocupa su tiempo libre en la afición a la lírica. "Colaboro desde hace cuatro años en la revista Platea Magazine", precisa. Y también ha tenido tiempo de coquetear con el asociacionismo universitario, siendo cofundador y anterior presidente de Drone4Students, un colectivo que impulsa la investigación y desarrollo de estos vehículos aéreos no tripulados. "Lo que me cambió de mi etapa es Silicon Valley es la gente con la que trabajé", señala, "colaborar con personas de otras disciplinas te enriquece mucho. El reto artístico que nos plantearon no me es del todo ajeno por mi afición a la ópera. La realidad es que no estoy encerrado en la pecera del ingeniero", desvela. A lo largo de su estancia en Estados Unidos, tanto Labrada como el resto de participantes trabajaron en un proyecto de innovación, distribuidos en cuatro equipos, cada uno de los cuales debía dar solución a un reto. En el caso del ingeniero ovetense, el proyecto fue propuesto por la Fundación Banco Sabadell, con el fin de idear una exposición que permita explicar el papel de la cultura y la tecnología en el año 2030. "Lo artístico no es ajeno a otras disciplinas técnicas", sostiene el joven, quien profesionalmente ya ha trabajado en el diseño y construcción de vehículos autónomos no tripulados -tanto aéreos como marítimos- destinados a la inspección industrial, actividad que le ha permitido colaborar en empresas como Repsol, Vopak Terquimsa, Noega Systems o Azisa Drone Company.

"Sin duda fue una experiencia totalmente increíble que supone cumplir un sueño, no puedo verlo de otra manera", razona sobre la etapa en Silicon Valley. "Lo sorprendente allí, prosigue en su análisis de la experiencia en la meca de la innovación, es que se trata de un ecosistema muy rápido: "Surgen miles de ideas y se desechan otras tantas a la hora. El ritmo es frenético. A nosotros nos llega el eco de lo que pasa por redes sociales. Llama la atención vivirlo en persona, la vanguardia mundial de la innovación sale de allí. Es un lugar muy apetecible".

Pero los proyectos para Javier Labrada no acaban ahí. Mientras avanza en los estudios de Ingeniería Electrónica, a los que acaba de incorporarse este curso tras convalidar varias asignaturas del grado de Náutica, ya piensa en el salto al mercado laboral. A principios de año verá la luz una idea empresarial con un amigo de Madrid centrada en el mundo de la robótica.

- ¿No le da vértigo lanzarse a crear su propia empresa con tan sólo 22 años?

-Ya tenemos un proyecto en marcha que estamos cerrando. En Asturias la ventaja que tenemos es el apoyo de instrumentos públicos de financiación como el CEEI o el Idepa. En Silicon Valley no existe eso, es la jungla. Hay instrumentos como rondas de financiación colectiva pero no existe apoyo institucional.

Si bien Labrada reconoce que su verdadera vocación era la Marina Civil -con 7 años ya tenía claro que quería realizar esos estudios-, su desarrollo profesional hacia el ámbito de la electrónica no le ha alejado del todo de su objetivo. "La electrónica combina muy bien con al náutica. La imagen romántica del marino está idealizada. No se pueden entender los nuevos sistemas de navegación sin pensar en la electrónica, jugará un papel capital en los próximos años", recalca.

A su edad, hay quien pudiera pensar: "¿Por qué meterse en tantas historias? Céntrate en los estudios, chaval". Javier Labrada lo tiene claro: "Da para todo. Unas cosas me llevan a otras. Es cuestión de aprovechar el tiempo". Y él eso sabe hacerlo como nadie.

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