La ciudad de Gijón, que fue el último bastión republicano del Frente Norte durante la Guerra Civil, ha pasado a la historia como una de las ciudades norteñas que más bombardeos sufrió durante los años 1936 y 1937 por parte de la aviación franquista y con la ayuda de la Legión Cóndor de Hitler. Los gijoneses, por tanto, tuvieron que habilitar a la carrera lugares en los que poder guarecerse. Los historiadores calculan que la ciudad llegó a albergar unos 190 resguardos de protección antiaérea, en su mayoría, garajes y portales privados reformados sobre la marcha. El refugio más relevante de la época fue el de Cimadevilla (en el círculo), con una capacidad de 500 metros cuadrados y capacidad para 1.200 personas. Su entrada más conocida está en la calle de Claudio Alvargonzález, pero hay otras dos en lo que ahora son la Colegiata de San Juan y la plaza de Arturo Arias.