La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El niño que trajo la paz a un Gijón bombardeado

Óscar Fernández, "Peñes Pardes", de 81 años, nació en el refugio antiaéreo de Cimadevilla en plena Guerra Civil

El niño que trajo la paz a un Gijón bombardeado

El niño que trajo la paz a un Gijón bombardeado

Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.

El niño que trajo la paz a un Gijón bombardeado S. F. LOMBARDÍA

Acababa de empezar el mes de abril, pero en Gijón seguían lloviendo las bombas. Era el año 1937 y la ciudad estaba sometida al asedio franquista desde el verano anterior -se alargaría hasta el 21 de octubre del año en curso-, así que a estas alturas los vecinos de Cimadevilla, acostumbrados ya al horror, no perdían los nervios cuando La Tabacalera hacía sonar de nuevo sus sirenas. El protocolo era simple: si se activaba la alarma, había que dejarlo todo y correr inmediatamente al refugio antiaéreo del barrio. El hacinamiento nunca duraba demasiado, así que todos los vecinos del barrio de pescadores solían salir del subsuelo igual de cansados, sucios y apagados que como entraban. Todos menos Enriqueta Rivero, que el día 1 de abril de 1937 entró al refugio antiaéreo igual de cansada, sucia y apagada que el resto, pero salió con un recién nacido berreante, impoluto y con ninguna gana de rendirse todavía. Ese niño se llamó, y se llama, Óscar Fernández Rivero, y es uno de los vecinos con más historia del barrio.

Como Cimadevilla es "muy de motes", los vecinos pronto vieron que tener a un Óscar Fernández en el barrio no tenía mucho recorrido. Le acabaron llamando "Peñes Pardes". Su abuela paterna, Elvira Alonso, era de Castrillo de los Polvazares, un pueblo de Astorga. "Recuerdo todavía su vestido de maragata. El caso es que por allí hay una zona como de cordillera que se llama Peñas Pardas y luego aquí en el barrio eso sonaba muy poco gijonés, ¿sabes?, así que en 'Peñes Pardes' se quedó la cosa", explica.

Otro apodo familiar para Fernández es el de Concha "La guapa", madre de Alberto Alonso Blanco "Rambal", el conocido gijonés que murió asesinado en 1967 y cuyo crimen sigue siendo uno de los acontecimientos históricos más relevantes del barrio. "Concha fue la que ayudó a traerme a mí al mundo, según me contó mi madre. Se puso de parto se un momento a otro y nadie estaba autorizado todavía para salir del refugio, así que la madre de 'Rambal' fue la que hizo un poco como de matrona. Le debo mucho a esa mujer", razona Fernández.

El gijonés recuerda también apodos como el de "Los Cambones" -una familia del barrio que tenía más de diez hijos-, y de "Les Maestrines, las monjas que montaron una especie de guardería en el barrio y criaron a buena parte de los niños en tiempos franquistas. "Eran las hermanas Mercedes, Adela y Carmen. Me pasé con ellas muchas horas mientras mi madre atendía su pescadería. Le hicieron un gran favor al barrio y por eso intercedí para que tuviesen su propia calle en la ciudad. Cimadevilla siempre fue un barrio de pescadores y los guajes no tenían quien les cuidase durante el día", explica.

No obstante, lo cierto es que a Fernández los años franquistas le quedan un poco lejos. "Yo era muy pequeño y solo recuerdo que no había nada que hacer más que jugar en el prao de Don Gaspar. en esos años Cimadevilla era un barrio muy pobre, no recuerdo ninguna anécdota porque para mí todos los días eran iguales", comenta. "De lo que yo me acuerdo mejor es de lo que pasó más adelante, cuando todo era un poco más normal. Y lo que recuerdo es que Cimadevilla tenía un ambiente maravilloso, una gente maravillosa. Recuerdo, no sé, un montón de bares, Casa Pin o Casa Melón, que eran chigres para tomarse media y volver a la mar, y después me acuerdo también de los bares que vinieron después, que eran más de ambiente, más de salir de fiesta. Ahora, bueno, ahora cada vez hay menos de todo por aquí", lamenta.

Con el tiempo, Fernández, acabaría siendo portero de la fábrica que anunció las bombas el día de su nacimiento. "Entré en la Tabacalera el año 1969 junto a otros 650 trabajadores. Aquí se hicieron todo tipo de farias, picaduras y los puros que fumaban los del gobierno y el rey. Era una de las fábricas con más renombre de España", asegura.

En sus años de estudiante, eso sí, el gijonés tuvo tiempo para hacer muchas otras cosas. Se formó para ser perito mercantil y luego se pasó al mundo de la industria. En 1962 se fue a trabajar a Alemania y volvió, cinco años después, con dos hijos de la mano: "Me fui solo y vinimos cuatro. Luego en Gijón tuve otros dos. Tengo hijos como para regalar". Con el gijonés y los dos pequeños, claro, se vino también su esposa Mónica Schulz, a la que conoció en la fábrica alemana de metalurgia en la que trabajaba. Durante este lustro, la pareja ayudó a fabricar los clásicos tanques de guerra Panzer.

Más adelante montó su propio bar, Los Playos, y desde entonces compagina su trabajo de chigrero con el de voluntario en la delegación del barrio de Cáritas. "En Cimadevilla no tenemos muchos necesitados, por suerte, pero alguno hay. Es todo tan distintos a como era antes... Yo lo que quiero es ayudar en lo que pueda", apunta. Avanzada la tarde, eso sí, y como buen chigrero, se recorre siempre por el barrio que -literalmente- le vio nacer. Para aprovechar el paseo, suele parar a descansar en más de un bar de la zona: "Aquí me conoce todo el mundo; soy el sereno del barrio".

Compartir el artículo

stats