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Gijón, un fortín frente al austracismo

La ciudad realizó un gran gasto durante la Guerra de Sucesión para respaldar a la Corona: se endeudó por munición e incluso incorporó a hidalgos como soldados

Evaristo Martínez, en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. M. LEÓN

Gijón comenzó a inquietarse por la presencia enemiga en la costa tras los desembarcos aliados en Andalucía, en 1702, en plena Guerra de Sucesión española. Es una de las conclusiones del historiador asturiano Evaristo Martínez Radío, quien investiga con un contrato "Marie Curie" en la Universidad de Warwick -una de las diez de excelencia de Reino Unido- las formas de cautividad en el siglo XVIII. La ciudad de Gijón llegó a expresar en aquel momento el lamento por su situación de vulnerabilidad, tanto en cuestiones de personal como de munición. Prueba de ello es que las compañías no llegaban a cien hombres, se quedaron en torno a los ochenta, explica Martínez Radío al tiempo que se refiere al "trato de cariño" hacia los gijoneses movilizados fuera del Principado durante la Guerra de Sucesión. Para evitar el perjuicio que le podía suponer para la ciudad no cumplir en levas, se ofrecían a los voluntarios incentivos en forma de dinero, atuendo, consideración social? pese a no estar sobrados de medios pero todo con el ánimo dar cumplimiento a las necesidades de la Corona.

El trabajo de Martínez Radío aborda la respuesta del Ayuntamiento de Gijón ante las urgencias de la Guerra de Sucesión, destacando las distintas actitudes de sus élites, combinando los ámbitos defensivo, económico y social a través de un estudio exhaustivo de las fuentes primarias. Así, se llega a observar distintos comportamientos, propuestas y respuestas oficiales en la relación entre el Gobierno del Principado y la Corona, según los temores o la tranquilidad de la población de la época habida cuenta de que fue una molesta carga tanto en levas como en lo económico, a lo que ayuntamientos como el de Gijón también tuvieron que resignarse. "El factor humano en la defensa de Gijón frente al austracismo" -título del trabajo de Evaristo Martínez Radío- detalla cómo el municipio gijonés de entonces tuvo que endeudarse e imponer arbitrios y censos tras el estallido oficial del conflicto ya en 1701.

Fue el capitán de la villa, Gregorio Jovellanos, quien expuso en el Ayuntamiento que se podría sufrir una agresión por parte de ingleses y holandeses, añadiendo el mal estado de las fortificaciones locales. Contaba Gijón entonces con 3.284 vecinos. Y el mayor drama: se detecta una preocupante escasez de pólvora y había muchos mozos desarmados ("sin estado"), cuenta el historiador. Así que se trajeron pertrechos de San Sebastián y se gastaron más de 40.000 reales en pólvora y munición. Pese a ello un problema grave para la villa, igual que en el resto del Principado, era aportar soldados, pues conllevaba problemas económicos y sociales. A los voluntarios se les ofrecían dos doblones por el enganche y otros tres diarios para sustento.

El 1 de mayo de 1703 se concreta que el rey pedía a Asturias 800 soldados. Gijón llegó incluso a incorporar hidalgos ante la necesidad de mozos aptos. En octubre de 1705 se ordena la ciudad aportar diez soldados a lo que entonces era el Regimiento Asturias, indica Martínez Radío, quien recuerda que las dificultades fueron constantes para cumplir con la política de levas. "El problema de no cumplir a tiempo eran las sanciones en que podía derivar", explica el investigador.

Para quienes entraron como voluntarios se pidió que se otorgara el grado de cadetes "por haber resuelto acción tan gloriosa de haber asentado voluntariamente plaza de soldados" por la villa para ayudar en el reclutamiento del Regimiento Asturias. Gijón llegó a intentar formar una compañía propia con un mínimo de 40 hombres. La idea no fue mal acogida y se presentaron voluntarios incluso de otros concejos. Cada soldado entonces recibiría tres reales de vellón diarios pero pese a los incentivos no se logró reunir los hombres necesarios.

Listas más completas

En 1706 se piden nuevas listas y llaman a salir de casa a los más aptos pero no a aquellos debieran mantener familia o tuvieran responsabilidades políticas o administrativas. De nuevo, Gijón volverá a hacer notar su espíritu de sacrificio y los miembros del Ayuntamiento hacen alarde de gallardía alistándose ellos mismos y sus familiares. Alguno hasta lamenta no tener muchos hijos para alistarlos. Con el avance de las fuerzas lusas al Principado se le exige reclutar otros 260 soldados, expone el historiador en su trabajo. Gijón obedece de nuevo acudiendo al endeudamiento: dos vecinos se ofrecen a prestar 3.000 reales de vellón para los gastos del Tercio y otros 800 para el ejercicio posterior, que se pagarán en Oviedo. Los diez soldados que aportó Gijón al regimiento acabaron por costarle 30.750 reales de vellón. Pese a todo, la ciudad mantuvo una "clara fidelidad" a Felipe V, relata Martínez Radío.

Es en Gijón donde se encuentran las listas de milicianos más completas de Asturias. Incluso llegó a quejarse por estar "sobrecargada" en contribuciones. Si bien en algunos momentos el ofrecimiento de los nobles de más edad podía considerarse un "patriotismo de palabras" sí es cierto, concluye Evaristo Martínez Radío, que la guerra supuso un gran gasto para la ciudad que le llevó incluso a endeudarse con particulares o utilizar a los propios vecinos como mano de obra para facilitar materiales o medios. Un fortín a base de mucho sacrificio.

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