Le quedaban días de vacaciones y no se lo pensó dos veces al ver un anuncio en internet que decía "ONG busca matrona". Irene Castro Moral (Gijón, 1990), diplomada en Enfermería por la Universidad de Oviedo -obtuvo la especialidad de Obstetricia y Ginecología en el Hospital de Figueres, en Girona, en 2015- y matrona en el Centro Médico de Asturias, decidió poner en práctica su vocación de ayudar a los demás a muchos kilómetros de casa: en Wukro, una localidad de poco más de 30.000 habitantes en Etiopía. "Me fui quince días, los que me quedaban de vacaciones, y fue una gran experiencia que no me importaría repetir", confiesa a su vuelta.

Castro contactó con la ONG Holystic Pro África, compuesta principalmente por fisioterapeutas que trabajan con niños que sufren deficiencias a nivel neurológico al nacer que les sitúa en claro riesgo de exclusión social. El responsable de la entidad, tras una conversación una enfermera, reflexionó sobre si en lugar de paliar las deficiencias después del parto, ¿por qué no trabajar con matronas antes de los alumbramientos? De esa idea llegó el viaje de Irene Castro en la última quincena de octubre. Allí se instaló en una misión de jesuitas del padre Ángel Olarán.

El primer contacto con el hospital de Wukro la sorprendió notablemente. La imagen de centros atrasados quedó desterrada pronto. "Ellos siguen los protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a rajatabla y no piensan que necesiten ayuda; por eso lo que hacíamos era compartir ideas y sugerir, pero no imponer nada", desvela Irene Castro. "Yo intentaba hacer cosas que aquí nos dan mucho resultado, para que lo vieran, pero sin imponerles que hiciesen nada", explica esta enfermera gijonesa que durante su estancia asistió unos cuatro partos diarios.

En el hospital etíope funcionan con máquinas modernas como en cualquier otro lugar del mundo y trabajan bien tanto el preparto como a la hora del alumbramiento. El principal problema está en el postparto. "Ahí es donde tienen el mayor déficit y la reanimación neonatal", desvela Irene Castro.

"Tiene mucha cultura alrededor del parto que aquí es diferente; allí van con mantas de casa y las madres envuelven al bebé al nacer y lo dejan detrás de una mesa", explica. "Al poco de llegar me encontré a un niño con secreciones al que le costaba respirar, pero nadie le veía", asegura Irene Castro. Fue en ese momento cuando comenzó a intentar aconsejar que, respetando su cultura y tradiciones, al menos "el bebé estuviese cerca de sus madres y en un lugar visible para poder atenderle si pasaba algo".

Otra de las anécdotas que vivió tuvo lugar durante un parto. Al sacar al bebé en perfecto estado confiaba en seguir el protocolo habitual tras la intervención quirúrgica y suministrarle los antibióticos correspondientes. "Espera, espera, que viene otro", le dijo el doctor. "Estaba embarazada de gemelos, pero hasta el parto nadie se había dado cuenta", asegura. "La forma de trabajar sí es muy diferente", desvela.

En su maleta, y gracias a la donación del Centro Médico de Asturias, llevó varias pinzas de cordón para los bebés puesto que allí todo lo hacen con hilos, que pueden suponer un riesgo. También eso le causó sorpresa.

Irene Castro se comunicaba con ellos en inglés. La amabilidad de todos ellos facilitó su inclusión y su labor. También de ella quedaron buenos consejos en Etiopía que ahora ponen en práctica. "Cuando una mujer ingresa la acompañan el resto de mujeres de la familia, pero no hay un seguimiento explícito; yo aproveché para enseñarles masajes que les alivian el dolor a las parturientas, o consejos sobre cambiar la postura para que estuviesen más cómodas", argumenta.

La experiencia le sorprendió notablemente y está dispuesta a repetir en el futuro. "Fue todo muy bien, al margen de ayudar estableces muchos lazos de amistad", asegura. No obstante, quizá uno de los mayores aprendizajes fue cambiar su impresión acerca de cómo funcionaban. "Vas con la intención o la idea de que les vas a revolucionar con nuestros métodos y para nada, también aprendes mucho de ellos", confiesa.