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ADELA GABARRI JIMÉNEZ | Presidenta de la Asociación Gitana de Gijón

"Ni mis hermanas ni yo pensábamos, pero yo sentía que era diferente y rebelde"

"A mi marido, buen compañero de vida, lo supe llevar por el camino de ir juntos: para que te respeten debes darte a respetar"

Adela Gabarri Jiménez, en Gijón. MARCOS LEÓN

Adela Gabarri (León, 1954) preside la Asociación Gitana de Gijón, donde vive desde hace 40 años. Tiene seis bisnietos de dieciséis nietos de cinco hijos. "Mi marido y yo éramos sólo gitanos. Ahora estamos mezclados". Su nieta Miriam García, de 19 años, estudia Graduado Social y es la primera gitana en el campus de Gijón.

-Es una satisfacción. Es muy gitana, de pelo negro, color y sentimiento. Dice que no quiere casarse y le digo: "Cuando te salte la chispa, que él no te impida que estudies, que es tu porvenir". Sus amigas gitanas de la ESO van a seguir el Bachiller. Dos nietos, de 23 y 18 años, se están formando de soldadores.

- ¿Sacan buenas notas?

-Sí. Ni sus padres ni sus maestros apostaron por ellos. Los maestros tienen que saber si necesitan refuerzo, porque las madres no saben ayudarlos con los deberes.

- ¿Los maestros ayudan?

-La de Inglés decía a Miriam: "Qué más te da el inglés si vas a ser de mercadillo". Mi hija la apuntó a una academia.

Adela es la única gitana en un edificio de 47 vecinos, "y sé lo que es una comunidad y lo que es mi hogar. Ayudo y me ayudan". Su vida ha sido muy distinta a la de su nieta, pero esta mujer abierta no se rinde fácilmente.

- La casaron a los 14 años.

-Eran otros tiempos. Se pasaba hambre. Estaba casada y jugaba a los cromos de la palma. Mi marido era 9 años mayor que yo, lo conocía del barrio de Las Ventas, de León, y estaba haciendo la mili. Fui a vivir con los suegros.

- ¿Cómo se portaron?

-Se aprovecharon de que era joven. A los 15 años tuve a mi hija Adela. Nació bien, pero se me murió a los tres meses. No estaban mis padres y mi situación no me parecía normal.

- Fue adelantada. ¿Sus hermanas pensaban como usted?

-No pensábamos.

- ¿Sentían como usted?

-Yo era diferente y, como la canción de Jeannette, rebelde. No me cuadraba por qué una niña no podía ir al colegio ni hacer la comunión. Me quitaron cosas que me pertenecían, como la niñez.

Su marido, Laureano García, murió pronto hará cuatro años.

-Cuando nos casamos era camarero en Club Radio y en el hotel Conde Luna y luego en el Hostal de San Marcos. Era un personaje y tenía un tipo que no había quien lo aguantara.

- ¿Fue buen compañero?

-Mi compañero de vida. Sí, porque lo supe llevar por el camino por el que debíamos ir juntos. Si quieres que te respeten, tienes que darte a respetar, y en un hogar nunca se debe perder el respeto. Era muy comprensivo, respondía y apostaba por mí y se marchó diciéndome que era una buena mujer. Tengo pensión porque cotizó.

- ¿Qué es un buen hombre?

-Uno que te ame, que te quiera, que te cuide, que no te sientas sola, que aporte lo suyo para todos. Conozco algunos... El hombre, por sí solo, es muy machista, sea gitano, sea señor. El gitano te quiere arropar tanto que...

- ¿Qué es una buena mujer?

-Ser una persona, sentirte mujer, que no te quiten tu libertad, que seas ama de casa, que se puede compatibilizar; que mire por sus hijos y su familia y que, de vez en cuando, saque un rato para sí, para ir a la piscina. Me encanta coser, aunque ya veo mal.

Vinieron a Asturias porque cerró el cabaret donde trabajaba su marido, agotaron el paro y los padres de Adela estaban aquí.

- ¿Dónde se instalaron?

-En El Cerillero, dos años sin luz ni agua, con cinco hijos. Nos denunciaron para echarnos, pero nos apoyó un partido y Sanidad dijo que por ellos no nos podían desalojar porque estaba todo muy limpio. Luego nos dieron el piso de protección en el que vivo.

- Trabajó fuera de casa.

-Mi marido trabajó en el Palermo y el Regina, y luego nos tiramos al mercadillo. Yo llevaba a mis hijos a la guardería con meses para trabajar porque el sueldo no llegaba. Limpié la casa de una señora, Gloria, encantadora.

- ¿Le gustó Gijón?

-Me encantaba la mar y llevaba a mis hijos, que era gratis.

Quiso trabajar en la Asociación Gitana de Gijón en 1988.

-No me dejaron por ser mujer. En 2000 vino el pastor y la gente del culto a pedirme que llevara la asociación y dije que sí, siempre que la directiva fuera sólo de mujeres. Milito en el PSOE, que me encanta, aunque lo critiquen.

- ¿Qué ha visto mejorar para los gitanos desde que llegó?

-Las familias gitanas están más concienciadas de que sin educación no se prospera. De 3 a 5 años la mayoría de las familias gitanas llevan a los niños a la escuela porque es bueno para la socialización. Hace falta que estudien hasta donde quieran y lo sería que pudieran volver cuando sintieran la necesidad. Las mujeres gitanas sacan el carné de conducir, trabajan fuera del hogar, saben leer y escribir.

- ¿Dónde aprendió usted?

-En un convento, donde la catedral de León, a los 15 años. Mi suegro no me dejaba aprender. Le lloré a sor Dolores que me enseñara a leer mientras aprendía a cocinar. Eso hacemos ahora aquí.

- Más avances.

-Contraté un autocar en 2010 y llevé a 50 mujeres, algunas mayores de 65 años, al Museo del Traje de Madrid. Las moví en metro. Algunas salían por primera vez. Ahí se abrieron muchos ojos. También llevo chicas a la piscina de Valencia de Don Juan, en un día dedicado a ellas. Fuimos pioneras en ir a una terraza a tomar una Coca-Cola con las hijas hace ocho años y, mucho antes en poner pantalones. En los mercadillos muchas mujeres llevan el negocio y la furgoneta.

- ¿La crisis afecta especialmente a los gitanos?

-Antes se vendía más en el mercadillo porque la abuela compraba para sus nietos, pero ahora tiene que dar dinero a la familia.

- ¿Ve el programa de televisión "Gipsy Kings"?

-No me gusta. Da una imagen de los gitanos que quizá lleve alguna familia, pero pocos. La boda gitana es un sacrificio. Los invitados no pagan y tienen que empeñarse las dos familias. Antes eran tres días; ahora es uno.

- Ahora, fuera de los gitanos, hay bodas de despedida, víspera, desayuno, comida, merienda, cena, resopón...

-Hay mucha influencia de las gitanas a las señoras. Empezó con las Salazar guapas de Madrid, "Azúcar Moreno" y ahora la madre y la hija de "las Brillis", han puesto tiendas de ropa que piden muchas payas. Se ve mucha juventud con los moños para arriba de las gitanas.

- ¿Es evangelista?

-Creo en Dios, pero no voy a ningún culto. A ver si me toca el Señor el corazón. Estoy muy dolorida con la vida. Me duele la muerte de mi marido y la pérdida de mi hijo, a los 10 años. Está bien para los jóvenes, que se quitan de andar con la droga, que hizo mucho daño en los ochenta.

- ¿Usted lo vivió?

-Con un hijo. Era un crío de 15 años cuando me enteré. Me fui a León una temporada, a casa de mi cuñado. Lo traje al médico y en la Clínica Asturias gasté los ahorros de mi vida en él, pero se logró y no volvió a caer. Sus compañeros se murieron. Ahora vive bien, por los mercadillos.

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