Carme Valls Llobet es licenciada en Medicina y Cirugía, especialista en medicina de género y dirige desde hace 20 años el programa "Mujer, Salud y Calidad de Vida". Su objetivo es el de poner en evidencia las diferencias de género en la salud y en los servicios sanitarios, porque "a la mujer como paciente se la sigue tratando como inferior", como expuso ayer en Jove invitada por la Sociedad Internacional de Bioética. Carme Valls es, además, premio Comadre de Oro.

- ¿Por qué sigue siendo necesaria la perspectiva de género en la atención sanitaria?

-Porque no se ha tenido durante muchos años y porque la medicina ha sido claramente androcéntrica. En general, o ha excluido a las mujeres de los trabajos de investigación hasta finales del siglo pasado o todavía no se tienen en cuenta en todas las dimensiones y sólo se las ve en relación a la salud reproductiva, al embarazo y el parto, pero no para la salud o la morbilidad diferencial.

- También exige la aplicación de la ética en el acto médico. ¿A qué se refiere?

-A cómo podemos tratar con equidad y con justicia, que no es lo mismo que tratar a todo el mundo igual, sino tratar a todo el mundo según sus diferencias. Y tenemos que reflexionar sobre las causas que impiden que se esté haciendo así, sobre las relaciones de poder que están influyendo en los sesgos de género de los investigadores y los mismos médicos que no se dan cuenta de que hay diferencias en el enfermar entre hombres y mujeres y que tendríamos que tener otra mirada de escucha y tratamiento y no negar los síntomas y convertirlos todos en enfermedad mental.

- ¿Estamos medicalizando la salud femenina?

-Exacto. Porque los síntomas que presenta una mujer en Atención Primaria siempre son dolor y cansancio, pero lo más probable es que le demos para ello sedantes y antidepresivos sin estudiar las causas.

- ¿No son conscientes de ello los médicos?

-Tenemos que tener en cuenta en primer lugar que hay poco tiempo de atención; con cinco minutos no se puede diagnosticar. Y después nos falta ciencia de la diferencia, y no se entiende por qué se dan estos síntomas en hombres y no se dan en mujeres.

- ¿Por ejemplo?

-En el caso de las mujeres, la primera carencia que se da es la de hierro, porque hay un sangrado menstrual desde los 13 años, y no es cierto que no pase nada. Siempre se pierden más de 80 centímetros cúbicos de sangre ya no se recuperan. Los factores ambientales también son otra causa invisible de enfermedades en la mujer, como el exceso de casos de endometriosis que estamos teniendo. Y también hay enfermedades autoinmunes de predominio femenino, pero que son las menos estudiadas. Al menos son valoradas; no te morirás de eso, pero te darán mal vivir. Y al final se palía con un exceso de psicofármacos, no de las medicinas que necesitan las mujeres. Y eso es una injusticia flagrante, porque ya tenemos ciencia para ello. Hace más de 20 años que se habla de este tema, y aún continuamos tratando a las mujeres como inferiores. A ellas y a todos los diversos: las discapacidades, los inmigrantes, las personas con diferencias sexuales, el colectivo transexual... Al escaparse de la norma androcéntrica masculina son tratados de forma excluyente y no atendiendo a sus diferencias y su calidad de vida.

- ¿Se hace poco caso a los pacientes?

-La ética tiene que tener en cuenta también que todo lo que hagamos en medicina no empeore la calidad de vida de las personas. No tendríamos que actuar para cumplir un protocolo, sin atender a lo que nos dice el paciente. Lo cierto es que muchas veces se da una relación de poder en el acto médico.

- ¿En qué se traduce?

-En la no escucha, en la sistemática no mirada y descalificación hacia la otra persona especialmente si es mujer. Yo lo llamo microviolencias sanitarias, igual que hay microviolencias machistas en el ámbito de la pareja. Y es cuando se establece con la paciente una relación de exclusión, de descalificación, de obligar a hacer tratamientos...

- ¿De forma consciente?

-No, suele ser de forma inconsciente, cuando se lo explicas te preguntan, ¿era violencia? Primero hay que explicar a las pacientes lo que se les va a hacer.

- ¿Son conscientes las mujeres de que esto ocurre?

-No. Pero si les preguntamos a las mujeres por su experiencia en el acto médico te dicen que esas cosas les ocurren. En Suecia se estima que un 35 por ciento de mujeres se han sentido afectadas por violencia en el acto médico. En España estoy trabajando en ello, pero aún no tenemos estadísticas.

- ¿Se da una victimización de las pacientes?

-Sí. Se convierte a la paciente en víctimas, y ellas mismas lo asumen definiéndose a sí mismas como enfermas. Muchas mujeres dicen "yo soy fibromiálgica", cuando deberían decir que tienen un problema de dolor o cansancio. La victimización quita recursos a la mujer para cambiar, muchas han renunciado incluso al autocuidado, porque los diagnósticos les han dicho que no pueden mejorar. Hay un vacío científico porque no ha habido investigación, queremos tratar a la mujer como si fuera un hombre estudiando parámetros masculinos y le damos medicación con psicofármacos y sedantes. Es un pez que se muerde la cola, y no le solucionamos el problema.