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FRANCISCO JAVIER ARGÜELLES RENDUELES | Hostelero

"Ganamos el premio a la mejor fabada por un amigo cliente que se empeñó en que participáramos"

"El éxito no es mío, sino de todo el equipo y sobre todo de mi mujer, Esther, que tiene buena mano y es quien se ocupa de la cocina"

Es un hombre grande, por fuera y por dentro. Buen conversador, serio y riguroso; sabe agradecer a la vida sus oportunidades.

- Defínase, por favor.

-Nací en Gijón (1961), mayor de cuatro hermanos, somos tres varones y la pequeña una chica. Regento este café desde hace veintiocho años. Estoy casado con Esther Calles Suárez y tenemos dos hijos, que han terminado sus estudios; el mayor, Pablo, se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Navarra, y Álvaro estudió Derecho en Madrid, y ahora está haciendo un máster en Bolsa. Pero les veo inclinados hacia la hostelería, yo creo que acabarán implicándose en el negocio. Tienen madera de empresarios. Lo llevan en la sangre.

- Acaban de designarle como el restaurante que ofrece la mejor fabada.

-Sí, pero el mérito no es mío, sino de mi mujer. Se falló hace unos días. Resulta que un cliente, amigo y vecino, se empeñó en que concursáramos y él mismo llevó la fabada a La Felguera, y un día nos llamaron para decir que el jurado había estimado que era la mejor entre los doce restaurantes que se presentaron. Tiene buena mano Esther. Hace años, concursó en el único premio de menestra que se celebró en Gijón y también lo ganó. Se llevó a cabo en Somió Park. Entonces llevábamos la concesión del restaurante El Mancu, en Cabueñes.

- O sea, que sirven ustedes comidas a diario?

-Sí, parece que un café que ofrece comidas? A la gente le costó acostumbrarse. Tenemos un menú todos los días de la semana que consta de tres entradas y dos segundos platos, y cuesta 10,80 euros. Los domingos vale 17 euros.

- ¿Qué ofrece hoy? (la entrevista se hizo el pasado miércoles)

-El menú de hoy consiste en cocido madrileño, ensalada de arroz o alcachofas con jamón, y de segundo, rodaballo con pisto y lomo a la plancha con pimientos y patatas. Los postres son todos caseros. Todos los sábados y los domingos ofrecemos la fabada en el menú.

- Creo que lleva también la cafetería del Tanatorio?

-Sí, tenemos una buena clientela. Aparte de la gente que tiene a sus difuntos allí, recibimos a muchos médicos que vienen a comer. Funciona muy bien. También llevamos el restaurante de El Musel, que está junto a la torre de Capitanía. Los clientes son estibadores, camioneros y trabajadores en general.

- ¿Cuánta plantilla necesita?

-Actualmente somos veinticinco.

- Estará usted forrado?

-Bueno, tanto como forrado? De trabajo, sí, estoy forrado. Es mucha responsabilidad.

- Tiene fama su café de ser de lo más intelectual de Gijón.

-Sí, tenemos varias tertulias, de muy diverso contenido.

- ¿Juan Ramón Pérez Las Clotas era un asiduo?

-Sí, y se sentaba en la mesa donde está usted. Por eso tiene una placa que lo recuerda. Era una persona muy agradable y culta. Siempre que Arturo Fernández venía a Gijón, nos visitaban y tomaban una copa. Para nosotros era un honor tenerlos aquí. Juan Ramón tenía una memoria prodigiosa, lo sabía todo de Gijón, era educado y un buen conversador, aprendíamos con él, sólo escuchándole. Era una persona muy querida. Tenía la facilidad de entablar conversación con cualquier tipo de gente.

- Me cuentan que canta usted en un coro...

-Canté en varios, en uno que es un cuarteto que se llamaba "Armonía", en la "Camerata Revillagigedo", en el "Villa de Jovellanos" y en el Coro de la Ópera de Oviedo. Una de las últimas óperas que cantamos fue "Nabucco". Ahora tengo que ir a Oviedo a ensayar para dos conciertos que vamos a dar, uno en las instalaciones de Sidra El Gaitero, el día 15, y el lunes en la Catedral con el coro y la Orquesta de la Universidad.

- ¿Cuál es su tesitura?

-Tenor primero. Tengo buen oído, lo heredé de mi madre. Empecé a los 31 años. No tengo formación, pero gracias al oído y a que me lo tomé en serio. Para mi desgracia tuve que ponerme a trabajar muy joven, a los 16 años. Pero, a fuerza de ensayar y tener constancia, se aprende. Mi coro se llama "Armonía", somos un cuarteto, ensayamos en la iglesia de Castiello de Bernueces. Esta semana dimos un concierto de villancicos en la iglesia de San Lorenzo, y el día 20 cantaremos en la iglesia de San Pedro, con el pregón. Aquí viene un coro a ensayar los lunes, que se llama "Del Coro al Caño", cantan música de todo tipo.

- La puerta giratoria del Central es una joya. Le da carácter al café.

-Tiene historia, ha cumplido más de cien años. Estaba en el antiguo Banco Urquijo, en los Jardines de la Reina. Luego la colocaron Felipe y Botamino en un establecimiento que abrieron. La retiraron y estuvo tirada en un almacén, y yo la compré. La restauré y ahí está, desde 1990, le da un gran empaque al café.

- ¿Usted qué come?

-Me gustan los platos de cuchara, los potes, la fabada...

- ¿Y sus aficiones?

-Me gusta viajar. Y la música, a través de los años me decanté por la música clásica, que es el origen de todo. Durante una temporada me interesó mucho el jazz, pero fui derivando al clasicismo.

- ¿Y deportivamente?

-Me apasiona el fútbol, del Sporting hasta la médula. Soy socio, pero no voy a El Molinón, porque sufro muchísimo.

- ¿Quién ha sido su maestro?

-Hay varios, pero el mejor ha sido José Luis, el que tuvo la cafetería San Remo. Fue mi último jefe y del que más aprendí, y a quien más admiré. Era muy recto y exigente, pero también sabía recompensar a quien lo merecía.

- ¿Cómo es su clientela?

-Muy fiel, de todo tipo. Hay una generación que ya servimos a sus hijos, y casi a sus nietos; veintiocho años dan para mucho. Nos sentimos muy orgullosos de nuestra clientela. Pero insisto: el mérito no es sólo mío, sino de todo el equipo y en especial de mi mujer, que es la que lleva la cocina.

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