Santi Alarcón, avilesino de 6 años, no podía ocultar ayer su emoción porque en un par de meses tendrá lista una prótesis para su brazo que le permitirá "coger el lápiz y escribir la carta a los Reyes Magos". El pequeño, al que le falta la mano derecha, es uno de los participantes en una emocionante iniciativa para aunar tecnología, servicio y solidaridad de la mano de la Cátedra Milla del Conocimiento MediaLab.

La idea parte del colectivo "Autofabricantes", que se dedica a la investigación colectiva para generar soluciones alternativas y accesibles en código abierto en torno a la diversidad funcional, con la colaboración de la empresa Nación Pirata y la Fundación "Rafa Puede", junto a las que han desarrollado un sistema de prótesis de brazo con anclaje universal al que han llamado "SuperGiz". Esta prótesis se puede imprimir en tres dimensiones y además permite intercambiar diferentes accesorios en función de las necesidades de cada niño para que puedan realizar diferentes actividades.

Un equipo de cerca de una treintena de voluntarios, muchos de ellos estudiantes de la Politécnica, y terapeutas ocupacionales de la Facultad Padre Ossó se encargaron ayer de reunirse con las familias, estudiar necesidades y proponer soluciones de bajo coste, algo que los padres consideran "fundamental". En el caso de Santi, "lleva una prótesis estética desde los 6 meses y una mioeléctrica desde los 2 años, pero no le permite hacer muchas cosas y a veces se frustra si no lo consigue", explican sus padres, Nuria Fernández y Raúl Alarcón. Por eso, están "encantados" con la idea de que los niños puedan tener una mano con aspecto de juguete que les permitirá realizar otro de sus sueños: jugar al tenis.

Como él, Lucas González, de Logroño, confía a sus 9 años en poder tocar la guitarra eléctrica, y para ello Daniel Duque, Miguel Casares y Adri García, todos ellos alumnos voluntarios de la Politécnica, estudian cómo hacer un accesorio "que le permita coger la púa, y otro para escalar en un rocódromo". Así, podrá tocar "siempre que quiera, sin esperar a que la prótesis tenga la pila cargada", explican sus padres, Iván González y Judit Gómez.

El caso del burgalés Oier Núñez, de 9 años, es singular, porque a él le falta una pierna y lo que necesita es una prótesis para "nadar sin hundirme", explicaba en brazos de su madre, Verónica Aranda, encantada con una iniciativa que sirve para "normalizar y a la vez hacer que se sientan especiales, la prótesis de colores les encanta". Para los voluntarios Javier Muñiz y Mario Yagüe, alumnos de Mecánica, "es toda una satisfacción".

El reto se completa con una mamá: la gijonesa Patricia Meana, a quien le faltan los dos brazos. "Necesito hacer cosas, y con estas prótesis me apaño mejor para colocármelas a mí misma", explica, tras conocer la iniciativa "por la profesora de uno de mis hijos".

Decenas de mentes pensantes trabajan desde ayer para dar con la solución idónea para cada uno "a toda velocidad, es sorprendente", reconoce Meana. En enero ya tendrán una primera versión de las prótesis, y en febrero tendrá lugar la entrega definitiva a cada usuario. Unos regalos de Reyes un poco tardíos pero el doble de ilusionantes.