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El comisario político Morales inició el asalto al poder

Apoyó al comunista Areces en la lucha por la Alcaldía en contra de José Manuel Palacio Erradicado el chabolismo con la demolición de Villacajón

El poblado de Villacajón, en Tremañes. J. MANSO

Año nuevo, vida nueva. Los enfrentamientos internos en la Agrupación Municipal Socialista de Gijón eran muy fuertes y hasta tal punto estaban las espadas en alto que un conspicuo comentarista muy influyente en la vida cotidiana local escribió que el PSOE no estaba muerto. Eso era algo evidente, pero desde la cocina política interna el secretario de la Agrupación Municipal Socialista, Jesús Morales Miravalles, planificaba con milimétrica exactitud -como geógrafo que es y por entonces eficaz comisario político del PSOE, al ser el responsable de su fontanería- el asalto al poder en la Casa Consistorial. No solamente había desautorizado oficialmente las pretensiones de José Manuel Palacio de seguir como candidato de nuevo a la Alcaldía, sino que no tuvo problema alguno a que su "tapado" se descubriese por sí mismo en un acto público, lo que iba a motivar en meses posteriores un auténtico terremoto político en el PSOE y que llevaría a su división.

Del Partido Comunista al PSOE. Desde el mes de marzo del año 1978, en que se celebró, la famosa tercera conferencia regional del Partido Comunista en Perlora -de la que se fueron airadamente un centenar de militantes que luego, poco a poco, se fueron acomodando en el PSOE-, Vicente Alberto Álvarez Areces -ex secretario general del PCE de Asturias y ex miembro del Comité Central del partido, como así se llamaba, ya que no hubo otro durante el franquismo- se mantenía como buen animal político que es a la espera de recuperar su protagonismo dentro de la "casa cosa común" que se había convertido el PSOE. La ausencia de líderes y cuadros fue algo que aprovecharon los antiguos comunistas y familias similares con siglas ya desaparecidas para controlarlo desde dentro.

Todo un fenómeno de corrimiento político que motivó la recepción sin condiciones de un aluvión de militantes que vieron en él una plataforma fundamental para su supervivencia personal, tras lo que se había calificado como "vacaciones durante la dictadura" por quienes habían padecido de verdad en sus carnes las consecuencias de la represión política penada con torturas y cárcel. Una frase histórica de Lenin encabezaba el documento de aquella cumbre comunista de Perlora que iba a marcar un antes y un después en aquella fuerza política de izquierdas que iba a menos durante la transición: "Es más grave empecinarse en el error que cometerlo". De aquí que Areces, siempre pragmático, me confesase un día en el Hotel Asturias confidencialmente llorando, o algo así, sobre mi hombro izquierdo, que le iba a costar mucho renunciar a su carné del PC. Pero, evidentemente, si quería medrar en el futuro no tenía otra solución, aunque con ello dejase atrás su coherente pasado histórico, verdaderamente ejemplar y que lo había convertido en todo un referente político para las fuerzas progresistas. Sabido es que a los carnés se puede renunciar siempre, pero a las ideologías nunca, claro.

Vicente Alberto Álvarez Areces -entonces jefe de Servicios de la Inspección del Ministerio de Educación y Ciencia- en su intervención en las II Jornadas de Educación en el cátedra de Extensión Universitaria, en presencia del secretario de la Agrupación Socialista de Gijón, Jesús Morales, se postuló como candidato a encabezar la candidatura municipal, con lo que a todas luces dejó bien a las claras que -a pesar de no ser militante del PSOE- era el candidato del aparato del partido. Al enterarse por los periódicos José Manuel Palacio también anunció su decisión de optar a un tercer mandato como alcalde de Gijón.

¡Vaya la que se lió!

Erradicadas todas las chabolas. Después de tres años de intensas negociaciones y alternativas para las setenta familias -tanto españolas, como portuguesas- que habitaban las chabolas del poblado de Villacajón, en Tremañes, el Ayuntamiento consiguió erradicar definitivamente el chabolismo. La solución fue realojarlas en el poblado de San Juan, la Ciudad Promocional de Tremañes y los pisos municipales en la prolongación de la calle del Marqués de San Esteban. De esta manera se ponía un punto final a las condiciones infrahumanas de los poblados chabolistas de la ciudad, algo que ya se había iniciado en la época del alcalde Luis Cueto-Felgueroso, aunque la proliferación de chabolas hizo que su erradicación fuese una ardua tarea, ya de que nada valía tirarlas por las bravas, dado que al poco tiempo brotaban nuevas chabolas en otros barrios.

No solamente se trataba de darles cómodas soluciones habitacionales como se dice ahora, sino que también había un problema de mentalidad. Con gran desesperación me mostró el bienintencionado constructor Antonio Ángel Rodríguez cómo los nuevos ocupantes de las viviendas robaban todo lo que había dentro de ellas, hasta los grifos de los baños y las cocinas para venderlos en el rastro. Villacajón fue el punto final a una lamentable situación arrastrada tras tantas décadas de miserias.

D erribado el cine Goya. Tras seis décadas de funcionamiento con diferentes alternativas de ocio, el entrañable "Cine Goya" de nuestra infancia fue demolido, a fin de que allí fuese construido un hotel que daría una nueva imagen a la confluencias de la carretera de la Costa con la calle del 17 de agosto. Seiscientos millones de pesetas invirtió entonces la emprendedora familia leonesa de los Tascón y aunque inicialmente barajaron la posibilidad de que mantuviese el tradicional nombre de Goya, con posterioridad se optó por la denominación geográfica de Begoña.

El cine Goya había sido inaugurado en 1917 con el ostentoso nombre de Versalles, aunque una década después al pasar a ser propiedad de cinco músicos gijoneses no solamente le cambiaron el nombre para homenajear al pintor aragonés, sino que también organizaban espectáculos de variedades, en aquellos tiempos en que las cupletistas arrollaban con sus encantos al personal masculino. Su puntilla se la dieron después de que la empresa Fernández Arango -propietaria de otros cinematógrafos como el Robledo, el María Cristina, el Arango y el Jovellanos- la especializase en aquellas películas denominadas "X". Una cláusula del contrato de alquiler vigente desde los años treinta imponía condiciones de orden moral, por lo que los herederos de un famoso arquitecto que vivía en el chalé de enfrente y que era propietario de las dos manzanas de edificaciones lo rescindieron para dar paso a nuevas construcciones que iban a cambiar el paisaje y el paisanaje de aquel Gijón que iba a más.

Como buena prueba de ello aquel año de 1987 fueron inauguradas las siguientes instalaciones: la nueva estación de Feve y Renfe -demolida décadas después por razones ignotas-, el nuevo parque de Bomberos que fue trasladado desde la avenida de los hermanos Felgueroso a una finca en Roces colindante con la antigua carretera carbonera y, tras grandes vicisitudes de toda índole, el nuevo matadero municipal construido por el Ayuntamiento en La Riega (Granda). El alcalde José Manuel Palacio mostró su esperanza de que fuese gestionado con una administración rigurosa y transparente que evitase las pérdidas y las corruptelas en las que estuvieron implicados concejales encargados de las cuestiones del macelo, que se cobraban por la mano piezas enteras de carne para llevarlas para sus casas.

Tan real como la vida misma.

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