En la iglesia de San Julián de Somió, en la tarde del sábado, se celebró un interesante concierto a cargo de la agrupación coral "Amicorum Musicae", ante un público que abarrotó el espacio. No era de extrañar, la ocasión lo merecía. Que un señor de Gijón, Fernando Menéndez Viejo, tenga el suficiente talento para crear doce villancicos asturianos, y que éstos sean considerados doce obras maestras, ya es un logro, y que además el autor de la letra sea el periodista José Antonio Olivar, exdirector de la revista "¡Hola!", que supo imprimir al texto la ternura y el ingenio asturiano, algo capaz y suficiente para llegar al corazón del respetable, roza el éxito.

Y que el coro sea un ejemplo vivo de lo que puede transmitir la música, apaga y vámonos. Todo un acontecimiento, sí señor, no se puede decir otra cosa. José Antonio Olivar y Fernando Menéndez Viejo son amigos de toda la vida, el primero es un poeta, nacido en Lastres, ambos se conocieron en el Seminario siendo niños, y desde entonces mantienen una relación que ha dado en esto, unas obras para la posteridad del cancionero asturiano.

Unas cuarenta voces completaban el coro, más cuatro solistas, el extraordinario tenor Jorge Rodríguez Nortón, la mezzosoprano Marina Acuña, la soprano Maite de la Cal y, por último, el barítono Fernando Entrialgo. Todos dirigidos por la profesional de la Medicina Julia Martínez, acompañados al teclado por el pianista Marcos Suárez. La gaita era responsabilidad de Pablo Tamargo.

Pero entre todos los participantes en el concierto lograron una primorosa exhibición de musicalidad, de empaste, armonía y expresión. Hubo momentos tan extraordinarios que la impresión provocó incluso emociones en la asistencia, todo salía a pedir de boca, y al final se desató el entusiasmo, el público prorrumpió en una soberana explosión de aplausos acompañados de ¡bravos!

Y es que la exhibición fue tan extraordinaria que tardaremos mucho tiempo en olvidarla. Al final apareció el sonido de la gaita, acompañando una canción que decía así: "Está sonando una gaita en la orilla del lago Enol, yo no sé si quien la toca es un ángel o un pastor, pero si sé que en los sones anda la mano de Dios". La directora del coro le cedió la batuta a Fernando Menéndez Viejo en la última partitura, y es que este señor es un as de la música, todo en él vibra a los sones del pentagrama, se puede decir de él que toda su anatomía representa el espíritu de la música.