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KYUNG-NAN PARK | Directora regional adjunta del Programa Mundial de Alimentos de la ONU en Latinoamérica y el Caribe

"Soy optimista, creo que en el año 2030 acabaremos con el hambre en el mundo"

"Queremos dar poder a las mujeres para que tomen decisiones; en las familias a las que ayudamos ha disminuido la violencia doméstica"

Kyung-nan Park, ayer en Gijón. MARCOS LEÓN

La coreana Kyung-nan Park es la directora regional adjunta para Latinoamérica y el Caribe del Programa Mundial de Alimentos de la ONU. Casada con un gijonés, estos días descansa en la región con su familia política y esta misma tarde recogerá en el salón de actos de la Autoridad Portuaria de Gijón uno de los Premios IMPAR, organizados por el grupo empresarial Global Atac. Lo hará acompañada por el Director de la Unidad Logística de Gran Canaria, Enrique Pulido, y junto a al ex alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, también premiada en esta edición. Park también estuvo destinada en Eritrea, Zimbawue, Filipinas, Guatemala, Colombia o Ecuador. Actualmente tiene su base de operaciones en Panamá, aunque desborda asturianía. "He aprendido a decir expresiones como 'estoy fartuca' o 'está xelando'", anuncia con entusiasmo. El mismo que pone en un trabajo que "me encanta" y con el que confía en llegar al objetivo de acabar con el hambre en una década.

- ¿A qué retos tiene que hacer frente el Programa Mundial de Alimentos?

-Somos la agencia de la ONU que lucha contra el hambre, tenemos 16.000 profesionales trabajando en el mundo y apoyamos cada año a 80 países, muchos de ellos en conflicto, como Siria o Bangladesh. Si no tuviéramos estos conflictos internos que cruzan fronteras, estoy segura de que no tendríamos tantos problemas y retos en la lucha contra el hambre. Casi 800 millones de personas tienen hambre todos los días, es una cifra muy alta, más si pensamos en toda la comida que hemos zampado estas Navidades.

- ¿A qué problemas se enfrenta en América Latina?

-Latinoamérica y el Caribe son muy diferentes comparados con otros países en los que trabajamos en el mundo. En estos países nos enfrentamos a un problema creciente de obesidad y sobrepeso, que está llegando a muchos países también en Europa y Norteamérica. El problema en esta parte del mundo es que, además de que los niños tienen desnutrición crónica, también sufren de algún punto de sobrepeso y obesidad. Es un gran problema para su desarrollo personal y educativo, que se traduce en repetir en la escuela y en que no van a tener una jornada laboral que vaya a rendir económicamente. Estamos afrontando muchos problemas de este tipo en esta zona.

- ¿Qué hace el programa específicamente por ellos?

-Nosotros no damos alimentos físicos en estos países como sí hacemos en África o en otros países. Por ejemplo en Ecuador la mayoría de la asistencia está basada en cupones. Estamos para dar una capacitación en nutrición, para que sepan comer mejor y saber hacer una selección consciente de cuáles son los alimentos buenos y malos.

- ¿Cuál es el papel de los gobiernos?

-Nosotros también los apoyamos mucho, porque sinceramente es trabajo del Estado y los gobiernos proveer de alimentos suficientes a sus paisanos. Pero en muchos de los casos, como no tienen la capacidad para ello, tenemos que apoyarlos técnicamente para que lo consigan.

- Pasan los años y seguimos hablando periódicamente de hambrunas... ¿Qué falla?

-Yo creo que es una combinación de todo lo que está pasando en el mundo. Debíamos haber erradicado el hambre hace tiempo, tenemos el reto de erradicarlo para el 2030, que es la meta que muchos países han firmado con los objetivos de desarrollo sostenible. Hay algunos países en los que aún falta la parte política, otros están poniendo en marcha registros de alimentos saludables o impuestos para las bebidas azucaradas. Aparte de todo esto, en otras partes del mundo no tienen acceso a los alimentos. El hambre viene primero de la producción, cuando no se producen suficientes alimentos. Y otro problema es el acceso a los alimentos porque la gente no tiene el dinero para comprarlos. En tercer lugar está el consumo de esos alimentos; si no consumo bien, voy a terminar con una malnutrición.

- ¿Es real el objetivo de acabar con el hambre en el 2030?

-Tengo que pensar que es real, tenemos que soñar con algo. Hemos llegado a la mitad de la meta hace quince años, y creo que con las nuevas tecnologías todo es posible. No sé en cuanto tiempo será factible si seguimos con los conflictos y con los problemas asociados al cambio climático, que suponen un nuevo reto. Mi meta es al final no tener trabajo; si no tengo trabajo significará que no habrá nadie con hambre.

- ¿Ven con preocupación los movimientos migratorios de la población latinoamericana hacia Norteamérica?

-El Programa Mundial de Alimentos hizo el año pasado un estudio de migración y cómo está vinculada al hambre. La gente está migrando porque no produce, y ahí entra en juego el cambio climático, no hay suficiente lluvia para sus producciones y la gente busca una mejor vida. Para llegar a ello lo que hacen es ir a otros lugares, y eso es lo que está pasando en Latinoamérica.

- ¿En qué sentido afectará el cambio climático?

-Puede que en 15 o 20 años ya no podamos producir suficientes alimentos. Todo está interrelacionado, es difícil de afrontar, pero tenemos que apoyar a las comunidades para enfrentar el cambio climático, para que se adapten mejor, por ejemplo con semillas más resistentes a la sequía o con sistemas de riego. Ese es el trabajo que queremos hacer, porque así logramos que las comunidades se mantengan y tengan una posibilidad de resiliencia. Sería todo un logro para el programa.

- ¿Es fácil trabajar con las comunidades?

-Hay muchos retos aún que afrontar. Yo misma lo veo cuando voy a hacer entrevistas sobre el terreno, soy mujer y recién llegada y a lo mejor no me hacen tanto caso. Tenemos el problema además de que las mujeres tienen la doble carga de atender a la familia y hacer su trabajo. No es fácil entrar en las comunidades, pero lo más importante es el primer paso, cuando ven que trabajamos por el bien de las personas aún no he visto a nadie echarse atrás. No es fácil, y por eso trabajamos mucho con los líderes de las comunidades, con asociaciones de mujeres... para asegurar que estamos al nivel de la comunidad y no de la autoridad. Pero también necesitamos de la autoridad para cumplir las leyes, es un trabajo conjunto con los gobiernos y el resto de socios.

- ¿Son las mujeres un motor de cambio en este sentido?

-Estamos en una etapa muy interesante. Cuando empecé en el programa en el año 99 era la única mujer de la parte logística, y sigo siéndolo. Fue muy difícil entrar en el mundo de hombres, pero se dan cuenta de que hay cosas que podemos hacer, tenemos ideas, estamos mejor organizadas a veces, ya no nos quedamos calladas cuando tenemos algo que aportar. Y es algo lo que pasa en las comunidades: hemos hecho un estudio con los cupones que dimos en Ecuador y constatamos que con el dinero que damos a la familia para su apoyo a través de la mujer, se ha reducido la violencia interfamiliar. El estrés de conseguir el dinero para dar de comer a los niños ya no afecta tanto a la familia y se relaja la situación. Queremos darle poder a la mujer para que ella pueda tomar decisiones, y vemos que ha mejorado un poquito la situación. Esperamos también que las niñas tengan otra actitud en el futuro.

- ¿Necesitamos un cambio de educación a nivel global?

-Es un trabajo individual y colectivo. Si yo no compro botellas de agua por el plástico que está generando, espero que las compañías ya no produzcan en botellas de plástico. Hay que decir a la gente que cada pequeña acción individual puede tener un efecto negativo para otras personas, y es muy difícil saber lo que pasará en el futuro. Y todo el mundo tiene que estar en la misma página, porque si no habremos llegado demasiado tarde. Ya lo es, según lo que nos cuentan, pero mejor ahora que nunca.

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