Gil Carlos Rodríguez Iglesias, el jurista asturiano que alcanzó las más altas responsabilidades en Europa por la trascendencia social y legal que alcanzaron sus sentencias, ha fallecido hoy en Madrid a los 72 años. Nacido en Gijón en 1946 y criado en Sama de Langreo, Rodríguez Iglesias llegó a ser presidente del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y hace dos años recibió un homenaje de la magistratura nacional e internacional en el que se destacó, como una de sus grandes aportaciones, su afán por acercar a los ciudadanos la justicia de los más altos tribunales. Gil Carlos Rodríguez Iglesias residía en la capital de España y luchaba desde hacía algún tiempo contra una enfermedad degenerativa.

El fallecido juez cursó Derecho en la Universidad de Oviedo y en 1982 obtuvo la cátedra de Derecho Internacional Público de la Universidad de Extremadura; entre 1983 y 2003 fue catedrático de Derecho Internacional Público en la de Granada, hasta que pasó a la Complutense de Madrid. Con la adhesión de España a la Comunidad Europea en 1986 fue destinado en servicios especiales al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas porque, como reconocieron algunos de sus colegas, "era el único que de verdad sabía de derecho comunitario en España" y fue su presidente de 1994 a 2003. También ejerció la docencia universitaria en Friburgo (Alemania).

"Su presidencia se caracterizó por su afán de acercar el tribunal al ciudadano", indicaron portavoces actuales del Tribunal en el acto de homenaje de hace dos años, que organizó la Asociación Española para el Estudio del Derecho Europeo y el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. "Su máxima al frente del Tribunal fue defender a los ciudadanos de los posibles abusos de las leyes de la Unión", declaró el jurista Koen Lenaerts, expresidente del Tribunal europeo.

El asturiano sentó jurisprudencia en el continente en decenas de asuntos de trascendencia en los que actuó de ponente: la más famosa de sus sentencias fue la conocida como "ley Bosman", que cambió para siempre aspectos del fútbol europeo; también dejó su impronta, por su capacidad de análisis, en asuntos relativos a la libre circulación de personas y capitales en el territorio de la Unión, e incluso es recordado por su fallo contra la discriminación positiva de una mujer ingeniera que optaba con igual calificación a un puesto de dirección en una empresa en Alemania.

Entre 2004 y 2005 ejerció como director del Departamento de Estudios Europeos del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, y en 2005 fue nombrado director del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, hasta su jubilación.