A su prima Yaiza le extrañó que, de repente, le volviese a pedir arroz para comer. "¿Arroz? ¿Tienes pelea otra vez?", le preguntó. "Sí... En Praga", contestó casi con "pachorra". A ella le extrañó que fuese tan lejos. Pero es que no se refería a un combate cualquiera, sino a uno en el que hará historia él, Joel Álvarez, conocido como "El Fenómeno". Este gijonés de 25 años, luchador de artes marciales mixtas (MMA) de carrera fulgurante y enraizado en el barrio del Polígono de Pumarín, se enfrentará el 23 de febrero en la capital checa al ruso Damir Ismagulov. Marcará así un hito: será el primer español en entrar directamente -sin pasar por un torneo preliminar- en la meca del deporte de contacto, la Ultimate Fighting Championship (UFC), la promoción norteamericana que mueve millones de dólares y de espectadores con cada uno de sus eventos.

"Tengo unos nervios tremendos. Pero es su sueño", confiesa su prima, con la que convivió durante buena parte de su vida. "Él es un hacha, pero sufrimos mucho. Ves a los contrincantes y algunos son unos bestias...", reconoce, sabedora de la dureza de las MMA (combinan todo tipo de golpes, desde patadas hasta puñetazos, pasando por codazos y rodillazos) y de que ahora se codeará con los más potentes: Conor McGregor y Khabib Nurmagomedov, dos superestrellas que, además, pelean en su misma categoría, la de 70 kilos. Este luchador espigado -sus 1,88 metros le confieren una altura inusual para el peso ligero- comenzó a entrenar a los 17 años, cuando conoció al que es, seguramente, el mayor responsable -con permiso de él mismo- de que alcance la cima mundial. Se trata de Omar Rodríguez, preparador del club gijonés Bandog Fight Club.

"El Fenómeno", que nunca lo tuvo fácil, se crió en una familia humilde del Polígono, con sus abuelos como grandes referentes. De hecho, de casta le viene al galgo: su abuelo fue boxeador. "Nadie le ha regalado nada. Todo lo que tiene se lo ha ganado. Se ha construido su vida", recalca Rodríguez, que tras unos inicios titubeantes comprobó la valía e "inteligencia" de Joel, convertido ahora en un luchador "con una templanza que no tienen muchos, con la cabeza sobre los hombros", según destaca su manager, Fran Montiel. A ello hay que sumarle unas piernas kilométricas, que hacen sucumbir a sus rivales con su sumisión favorita -"el triángulo"- tras rodearlos con ellas. Pero Joel es un luchador "muy completo": se defiende con mucha solvencia en el golpeo de pie y es letal cuando la lucha llega al suelo. Algo tremendamente valioso en las artes marciales mixtas, cada vez más de moda.

En la cima de este deporte se moverá ahora: ganará por combate diez veces más que hasta ahora. Pero su serenidad no se perturba aun habiendo alcanzado su sueño. El sueño de un chaval del Polígono.

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