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Gijón en retrovisor

José Manuel Palacio dio el do de pecho en el último Pleno municipal que presidió

El Alcalde logró que fueran aprobadas obras fundamentales para el desarrollo y modernización de la ciudad como despedida de su gestión

Derribo ilegal de la pellejería de La Calzada. M. D. C.

Durante aquellos desagradables meses de soledad política como Alcalde de Gijón -tras el implacable cerco al que fue sometido para su liquidación política por los comunistas que habían encontrado su lugar para medrar existencialmente en aquel PSOE que carecía de cuadros, las Juventudes Socialistas con la familia de los Sanjurjo en primera línea y el SOMA- a lo que se dedicó el alcalde José Manuel Palacio fue a cerrar todos los asuntos que tenía pendientes antes de finalizar su mandato. Y la verdad es que si recordamos la cosecha final de todo lo que había sembrado es impresionante.

Antes no duraban tanto los plenos, por eso el celebrado el 8 de mayo de 1987, con 35 asuntos en el orden del día de gran calado -ya que con ello se ponían los cimientos para la transformación y modernización de muchas instalaciones públicas, además de la adquisición de numerosos terrenos estratégicos en lo que se invirtieron más de doscientos treinta millones de pesetas- fue calificado de maratoniano por haber durado cuatro horas. En aquella sesión plenaria fue aprobado el convenio con la empresa Industria Zarracina para la remodelación de la manzana que ocupaba en la carretera de la Costa y también se dio el visto al plan parcial de los terrenos que había ocupado la Fábrica de Moreda. Con el voto en contra del grupo de Alianza Popular y las abstenciones del grupo comunista y del concejal independiente Luis Aurelio Sánchez Suárez, se acordó la cesión de terrenos al Ministerio de Educación para la construcción de un nuevo instituto de Bachillerato. Se autorizó la venta en pública subasta de locales comerciales existentes en el antiguo Parque Móvil Municipal, en Ceares. Asimismo, el Ayuntamiento tuvo que enfrentarse al enojoso asunto de una finca recibida inesperadamente en herencia concedida por el señor Meneses en terrenos colindantes con los del Club de Golf de Castiello, por lo que fue preciso realizar el preceptivo convenio legal, a fin de que se causase el menor daño posible para el funcionamiento del primer club de golf de la ciudad, que siempre había sido visitado por importantes personalidades desde su fundación en 1958, gracias a la iniciativa que tuvo Félix Cifuentes, quien contó con el respaldo de unos doscientos aficionados y cuyo primer presidente fue Javier Loring Gilhou.

Otro de los acuerdos importantes adoptados fue la aceptación de un convenio con Tabacalera, S.A., para la construcción de una nueva fábrica en el nuevo polígono industrial de Porceyo, al adquirir todos los terrenos -a setecientas pesetas el metro cuadrado- cuya superficie total era de 173.000 metros cuadrados para instalar allí otras industrias diversificadoras que preservasen los puestos de la antigua Fábrica de Tabacos de Cimavilla, para lo que precisarían de 30.000 metros cuadrados, por lo que los restantes terrenos procederían a su posterior comercialización con la venta a otras empresas. El convenio fue ratificado tras comprometerse Tabacalera a poner en funcionamiento la nueva fábrica en un plazo no superior a los cuatro años. Pero al cocer, todo mengua.

Adquisición de terrenos para la estación de autobuses. En el extraño empeño de alejar de El Humedal los servicios combinados de trenes y ferrocarriles -a pesar de que la nueva estación inaugurada por el alcalde José Manuel Palacio ya se encontraba en pleno funcionamiento con todos los trenes, tanto de cercanías, como de largo recorrido, allí concentrados-, el Pleno acordó la adquisición de terrenos de la empresa PHB Weserhutte -entre las calles del Ferrocarril y la calle de Carlos Marx, al lado de la futura estación de largo recorrido- por importe de 213 millones de pesetas para que fuese ubicada allí la nueva estación intermodal de autobuses. El Ayuntamiento tendría que pagar 65 millones de pesetas y compensaría a la empresa con unos terrenos municipales de 7.000 metros cuadrados en el polígono de Mora Garay, cuya valoración fue dada entonces por 35 millones de pesetas. Además, se compraron terrenos en Tremañes para construir allí la futura ciudad del camionero, con una inversión inicial de 12 millones de pesetas. Pero la estación central de autobuses no se construyó y la estación de largo recorrido quedó convertida en un desastre de apeadero sin los mínimos servicios de atención a los viajeros, como por ejemplo el de taxis, lo que llevó a su cierre y desmantelamiento. ¡Cuánto dinero gastado para nada por el empecinamiento de algunos conspicuos de alejar las estaciones del auténtico centro del casco urbano!

Autorizado el primer aparcamiento subterráneo. Aunque el urbanista Ramón Fernández-Rañada defendía la tesis de que paseando por las calles de la ciudad por la noche había muchos sitios para aparcar, la ciudadanía reivindicaba la construcción de aparcamientos subterráneos. Un grupo de empresarios locales capitaneados por Ángel Viejo Feliú asumió las responsabilidades de la construcción y explotación de un parking subterráneo de 250 plazas en la plaza del 6 de Agosto, para lo que fue preciso erradicar la pesada fuente luminosa que allí se encontraba. El proyecto presentado por la empresa Centro Parking, S.A., fue aprobado con la abstención del grupo popular y el voto en contra del concejal comunista Víctor del Busto. Los cambios iban a ser muy importantes en la plaza del 6 de Agosto, ya que no solamente se iba a construir el primer aparcamiento subterráneo, sino que también, por su parte, el Ministerio de Transportes decidió por entonces acometer la remodelación del edificio de Correos y Telégrafos, cuyas instalaciones se habían quedado obsoletas, por lo que momentáneamente fue preciso trasladar el servicio de cartería a unos locales adyacentes a la antigua estación del Norte.

Un eje comercial en la peatonalizada calle Corrida. La decidida apuesta de aquella Corporación Municipal por la peatonalización de las calles motivó que la Dirección Regional de Comercio, que dirigía el gijonés José Ramón Fernández Costales, quisiera dar unos aires más modernistas a la calle Corrida, con recursos mobiliarios muy en boga en las grandes ciudades francesas. De ahí que fuese firmado un convenio por parte de la Dirección de Comercio, el Ayuntamiento y la Unión de Comerciantes de Gijón para la creación del eje comercial de Corrida, con el nombramiento y todo de un gerente que fomentase su potenciación económica.

Extraña indemnización por la "pellejería" de La Calzada. La tristemente famosa "pellejería" de La Calzada que funcionó sin licencia municipal desde principios de siglo y que había sido clausurada por los malos olores que de ella salían, sin embargo -por esas cosas extrañas de la vida judicial- logró una sentencia favorable en el Tribunal Supremo, por lo que al Ayuntamiento no le quedó más remedio que pagarle 15 millones de pesetas como indemnización a su propietario, José Víctor Villalobos. Hasta entonces no se puso punto final a la batalla emprendida por la Asociación de Vecinos "Alfonso Camín" que nunca se cansó de exigir el precintado de las ilegales instalaciones de la empresa Cueros Asturianos. Además de haber soportado durante ocho décadas los malos olores, al final hubo que pagar una extraña indemnización porque alguien no lo hizo bien en defensa de los intereses municipales. Costase lo que costase la maloliente "pellejería" pasó a la historia y en La Calzada volvieron a respirar mejor.

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