La festividad de San Blas, médico y obispo de Sebaste (Armenia) se celebró ayer en Jove, como manda la tradición, con un oficio religioso y la venta de las célebres rosquillas que llevan el nombre del santo, en la iglesia parroquial de Santa Cruz. Numerosos fueron los fieles que acudieron al templo de Jove para honrar el santo y degustar las rosquillas, a las que se atribuye un poder protector para la garganta.

La creencia procede de la fama que tenía el obispo de Sebaste de obtener curaciones milagrosas por su intercesión. Una de ellas fue la de un niño que se estaba ahogando por culpa de una espina de pescado que se la había clavado en la garganta. El obispo de Sebaste fue finalmente torturado y decapitado al no renegar de su fe, en el año 316.

Con mucho huevo y mantequilla se elaboran las rosquillas de San Blas en Jove, donde ayer, como en años anteriores, se vendieron alrededor de 700 kilogramos, que mujeres de la parroquia introdujeron en bolsas, un trabajo que les llevó varios días. José Antonio Fidalgo Sánchez, cronista oficial de Colunga, comparte que la receta de las rosquillas de San Blas es la siguiente: "Amasen muy bien unos 700 gramos de harina con 75 gramos de azúcar, diez huevos, 75 gramos de mantequilla y medio vasito de aceite. Cuando la masa esté homogénea, compacta y semiblanda, déjenla en reposo durante una hora". Luego, "con porciones de esta masa den forma a las rosquillas, que han de cocer en horno fuerte hasta dorar".

No obstante, para que las rosquillas se conviertan en talismán de protección para la garganta deben ser bendecidas antes de ser ingeridas. Las de Jove lo son por su párroco.