Mari Pili López a duras penas podía contener ayer la emoción al recordar "una infancia maravillosa, con una madre sabia y completamente volcada en mí, en criarme y darme cariño". Nada excepcional, se podría pensar en el seno de una familia normalizada, pero que en su caso tiene un aura casi de milagro. El mismo que durante una dilatada vida de trabajo y entrega obró en decenas de niños Purificación López García, Purina para el imaginario colectivo, quien fuera enfermera y puericultora en la Gota de Leche y Delegada del Hogar Maternal desde su creación en 1949.

Purina tiene desde ayer una placa en la Casa Rosada de Gijón en la que se recuerda su trabajo en favor de la infancia menos favorecida, y Mari Pili López, su hija adoptiva, es el mejor ejemplo de la dedicación de una mujer "trabajadora, independiente, de carácter recio y con un corazón muy grande abierto a los demás". El que le llevó a hacer a Mari Pili su hija legal cuando hace años esas cosas no eran comunes, abriendo una senda poco transitada: la de ser la primera madre soltera en Gijón "y puede que en toda Asturias" que adoptaba legalmente a una criatura sin estar casada ni depender de un marido para ello.

Fue así pionera Purina López, fallecida hace más de 35 años, llanisca de nacimiento y gijonesa de corazón desde que entrara a trabajar en la Gota de Leche, como recordó ayer en la inauguración de la placa que la recordará para la posteridad su sobrino nieto, Pedro López Ferrer.

Pasó por el Hogar Maternal, complemento de las instalaciones de la Gota de Leche, para comandar con mano firme y gran visión de gestora un complejo conjunto de servicios integrado por un comedor de embarazadas y madres lactantes al que acudían medio centenar de madres dos veces al día durante doce meses; una guardería que atendía a los niños que llevaban las madres para que estás pudieran recibir de manera adecuada la formación; una guardería para las madres trabajadoras que atendía diariamente a entre 80 y 100 niños de 3 a 7 años, que recibían todo tipo de formación según las edades y que se ajustaba al horario laboral de las madres "por lo que comían y merendaban habitualmente"; una escuela de madres para 150 alumnas a las que se les daba una titulación al final del ciclo y un Hogar Infantil para una treintena de niños huérfanos, sin recursos o con problemas familiares que estaban en régimen interno desde los 3 a los 18 años.

Para todos ellos Puri fue su madre, encargada de sacarlos adelante con cariño, entusiasmo y dedicación, encarnado de forma especial en su hija Mari Pili, a la que adoptó en el año 1972 con una triste historia a sus espaldas, huérfana al morir su madre en el parto.

Poco le importaron las dificultades a Purina, que trabajó de forma infatigable hasta que un cáncer se la llevó "sin apenas haberse tratado, porque decía que los tratamientos le quitaban tiempo de trabajo", recordaba ayer su hija. No fueron raros los años en los que "llevaba niños a cenar en casa en Nochebuena, o que la pasaba en el Hogar con ellos; o cuando iba al cine y dejaba la película a la mitad porque se presentaba un parto", indicaba ayer orgullosa su hija. Le dio tiempo a disfrutar de sus nietas Mónica y Laura, presentes ayer, y "lo que más le gustaba era vernos como una piña a todos", recalca Mari Pili.

Su única hermana viva, Esther, de 102 años, no pudo asistir a la inauguración de la placa. Se rompió una cadera el viernes, pero mandó un emotivo mensaje por móvil: "Agradezco en el alma el homenaje. Es merecido".