"La sociedad actual tiende a patologizar y medicar lo que de toda la vida han sido problemas cotidianos. Ahora a la timidez se la llama fobia social". Así lo piensa el catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo e investigador Marino Pérez, que aprovechó su ponencia de este jueves en el Club de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón para "desmontar los mitos" del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en niños. El experto ha publicado un libro sobre la enfermedad y en él concluye que la literatura científica al respecto no sirve como evidencia para probar su existencia. "Es un cajón de sastre para dar una solución a los niños que se comportan de forma sencilla. Se da a entender a los padres que lo único que necesita su hijo son pastillas y eso, a la larga, tiene consecuencias para la salud", asegura.

Pérez entiende que el diagnóstico del TDAH se ha extendido en los últimos por dos motivos: su fácil comprensión y los efectos que la medicación asociada tiene a corto plazo. "Es una buena excusa para los que lo diagnostican, porque les evita tener que mirar más allá, y para las familias, porque se sienten aliviadas cuando les dicen que con unas pastillas su hijo va a ser como el resto", asegura. "La medicación es un tipo de estimulante, como las anfetaminas y los adelgazantes, que hacen que el niño de golpe se porte mejor. Parece bueno, pero luego crece con la sensación de que quien se porta bien son las pastillas y no él, y que sin ellas no puede salir de casa", concreta el ponente. Su libro, explica, hace un repaso de la literatura científica que estudia este trastorno (que termina con la conclusión de que "no existen evidencias científicas que avalen al TDAH") pero aporta, también, algunas alternativas para familias y clínicos. Cree, por ejemplo, que un alumno que no atiende en clase puede tener problemas de vista. "También hay muchos niños que simplemente no han aprendido a esperar y eso es un problema, pero no una enfermedad. No es casual que la mayoría de los diagnosticados tienen mentes muy creativas. Es más fácil medicarles que entenderles", lamenta y, vaticina, esta forma de pensar se está extendiendo. "Estamos empeñados en patologizar problemas cotidianos. En los 90 empezamos a llamar fobia social a ser tímidos. Estamos sobrediagnosticando y sobremedicando a la gente", advirtió.