Si alguien, durante décadas, quería tener con alguien un detalle regio y tratar a los allegados, a los postres, a cuerpo de rey, se coronoba de gloria si agasajaba a los invitados con unas princesitas de la popular confitería La Playa, que ayer por la tarde reabrió sus puertas en un ubicación tradicional de las últimas décadas, en un bajo del número 61 de la calle Corrida, completamente remozado para acoger a una familia de reposteros que alcanza ya a la cuarta generación.

La Playa fue ayer una fiesta, un trasiego permanente de clientes, un ir y venir, un entrar y salir de personas que quisieron comprobar, con sus propios ojos, que el célebre establecimiento regresó a su sitio de siempre, después de tres años de "exilio" a la calle Libertad por las obras en el edificio que ocupaba en la calle Corrida desde el año 1938.

El popular establecimiento, ya para siempre en el imaginario local gracias a una de sus creaciones más señaladas, las inevitables princesitas, cumplirá en 2021 sus primeros cien años de presencia en esta ciudad, endulzando el paladar de los gijoneses. Inicialmente, la repostería ocupó, en 1921, un local frente a la playa de San Lorenzo, en las inmediaciones de los jardines del Náutico. El traslado a Corrida se produjo en la siguiente década, en plena guerra civil, pero no por causas relacionadas con el conflicto bélico sino por deficiencias en el local inicial. Desde el 38 del pasado siglo hasta hoy, Corrida ha sido el obrador de estos confiteros, salvo el lapso de tres años en Libertad.