Si una sonrisa vale más que mil palabras, los rostros de satisfacción de los niños y la madre gijonesa que ayer tuvieron por fin en sus manos sus prótesis impresas en tres dimensiones darían para escribir varios tomos.

Porque Santi Alarcón, avilesino de 6 años, pudo ayer montar sus Lego sin que se le cayeran las piezas; Lucas González, de Logroño, pudo improvisar con su guitarra eléctrica; el burgalés Oier Núñez pudo enfundarse una aleta en la pierna para nadar sin hundirse en la piscina; Nico podrá echar interminables partidas a la videoconsola y Patricia Meana, a la que le faltan los dos brazos, será capaz de lavarse los dientes, beber de su vaso, coger los cubiertos para comer y peinarse por sí misma. "Toda ayuda es bienvenida, así que estoy muy contenta", afirmaba antes de probar los ingenios.

Todos ellos han formado parte del primer proyecto en Asturias del colectivo "Autofabricantes", que se dedica a la investigación colectiva para generar soluciones alternativas y accesibles en código abierto en torno a la diversidad funcional, con la colaboración de la empresa "Nación Pirata" y la "Fundación Rafa Puede". Entre todos han desarrollado un sistema de prótesis de brazo con anclaje universal al que han llamado "SuperGiz", que se puede imprimir en tres dimensiones y además permite intercambiar "gadgets", diferentes accesorios en función de las necesidades de cada niño para que puedan realizar diferentes actividades.

"Todo un reto"

Han sido tres meses de trabajo coordinados por la Cátedra Milla del Conocimiento MediaLab en varias sesiones con la colaboración de voluntarios de Ingeniería, Diseño Industrial y el grado de Terapia Ocupacional de la Facultad Padre Ossó. El objetivo: dotar a los niños y a la adulta que han participado en el proyecto de una herramienta que les haga más fácil el día a día en labores tan cotidianas como subirse los pantalones o coger las cosas que se caen al suelo. Ha sido "todo un reto", reconoce el gijonés Cristian Pérez, uno de los fundadores de "Autofabricantes", porque "nunca nos habíamos enfrentado a la creación de una prótesis de pierna, como en el caso de la aleta de Oier, ni al caso de la ausencia de las dos extremidades superiores, como sucede con Patricia". Aún así, "estamos muy contentos con el resultado, con el esfuerzo de todas las partes y con la satisfacción de las familias", afirmaba ayer Pérez en lo que fue una gran fiesta de fin de proyecto.

Un encuentro lleno de emociones, porque cada participante fue recogiendo su medalla y su caja con la prótesis y los accesorios, creados en poliamida con aditivos para proporcionales diferentes grados de rigidez, todo ello impreso en 3D a bajo coste y en colores llamativos para que los niños conciban estas ayudas desde el aspecto lúdico.

Con todos los "gadgets" terminados, Santi Alarcón, el primero en recoger su prótesis, no daba abasto a probar accesorios con una sonrisa digna del mejor día de Reyes. Repartió besos y abrazos a todos los voluntarios que han hecho posible su sueño y, ante la atenta mirada de sus padres, se lanzó a probar con sus Lego en un día "muy especial para todos", como indicaban los progenitores, Nuria Fernández y Raúl Alarcón. Lucas González se animó a tocar algunos acordes acompañado por su hermano gemelo Bruno. "Ya ha tenido la oportunidad de probar la prótesis en casa y lleva varias semanas tocando, estamos encantados", resumían los padres, Iván González y Judit Gómez. Oier Núñez aún tendrá que esperar a ir a la piscina para probar su aleta, pero ayer miraba fascinado el invento que le hará el "chico supersónico" en el agua.

Todo un despliegue de emociones y soluciones imaginativas que, confían en el MediaLab, podría repetirse el año que viene con nuevos participantes. Sus sonrisas compensan el esfuerzo.