José Ramón Fernández Costales -alma de la Semana Santa de Gijón, exdirector general de Comercio y pionero en impulsar la autopista del mar entre Gijón y Francia fallecido este miércoles a los 72 años- fue, entre otras muchas buenas cosas, "un hombre que dejó huella en la ciudad" a varios niveles. Esa fue ayer la conclusión de las emotivas palabras que el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, le tributó durante su homilía a "un hombre creyente, de valores religiosos y que colaboró al bien común". A juzgar por la cantidad de amigos que acudieron ayer al templo no se equivocaba Gómez Cuesta al definirle como una persona donde siempre afloraron valores como "el cariño, la amistad, la humanidad, la fe y la ciudadanía".

Fernández Costales fue "una persona de esperanza" que afrontó "con serenidad su final" al saber de su enfermedad letal. "Al ir a verle al hospital supe, como dice el evangelio de San Lucas (leído ayer), que encomendó su espíritu a Dios", reflexionó Gómez Cuesta. Las fuerzas de José Ramón Fernández Costales expiraron un Miércoles de Ceniza, justo en el punto de inicio de la cuaresma, que anuncia el inicio de la Semana Santa que tanto disfrutó tras años de lucha por recuperar las procesiones en Gijón. Fue su empeño, en compañía de otros, lo que sirvió para devolver a la villa una festividad "solemne, religiosa y de significativo carácter marinero", tal y como le gustaba a él definir la Semana Santa, que este año tendrá un vacío innegable.

Las cenizas de José Ramón Fernández Costales cruzaron ayer el pórtico de San Pedro pasadas las cinco de la tarde, como tantas veces traspasó el ahora fallecido supervisando y guiando el correcto procesionar de los penitentes, especialmente en Viernes Santo con el paso de Jesús yacente. Ante el altar reposaron sus restos, custodiados por varios ramos de flores y la bandera de la Ilustre Cofradía Santo Sepulcro de la que Costales fue canciller durante varios años. La primera lectura corrió a cargo de Jesús Menéndez Peláez, expresidente del Foro Jovellanos. Luego, durante la homilía, el párroco Javier Gómez Cuesta glosó la figura de José Ramón Fernández Costales en el plano profesional, personal y espiritual, destacando por encima de todo su faceta como docente. "Todo profesor tiende a sacar las riquezas sembradas por Dios; alguien tiene que despertarlas y ese fue José Ramón", acertó a decir Gómez Cuesta, que aprovechó la ocasión para ensalzar el legado y la contribución de Fermín García Bernardo como maestro de muchos ilustres gijoneses, como Fernández Costales, en la Universidad de Cimadevilla.

El párroco de San Pedro enfocó el funeral como un acto de agradecimiento por la labor desempeñada por Fernández Costales, especialmente a través de su función pública, "colaborando al bien común". Fue "una persona querida, de muchas amistades, culta y amante de su tierra". Como ejemplo, Covadonga, que siempre se erigió como "un lugar de referencia".

Explosivo y apasionado

Tras la comunión, y antes de rociar las cenizas de Fernández Costales con agua bendita e incienso como marca la liturgia, tomó la palabra, en representación de toda la familia, el hermano menor del fallecido, Ángel Fernández Costales. "Murió cristianamente", comenzó diciendo sobre una persona de carácter "explosivo, expansivo, nervioso, creyente y apasionado" con el que confesó haber dejado "conversaciones a medias". Unas conversaciones frustradas por "una enfermedad dolorosa y cruel" que puso punto y final a la vida y obra de José Ramón Fernández Costales a sus 72 años de edad.

Ángel Fernández Costales, que también hizo referencia al tercero de sus hermanos, Javier, allí presente, destacó también otra de las principales facetas de José Ramón: el amor que profesaba a su familia. "Fue su gran pasión", explicó en referencia a sus hermanos, su hija y sus nietos, "de los que tanto disfrutó". La petición de su familia fue recordarle como una persona feliz.