"Fui un niño infeliz, un niño acosado durante muchos años, desde que tenía seis hasta los 14". Al escritor Alejandro Palomas aún se le quiebra por instantes la voz cuando recuerda cómo otros niños le hicieron sufrir en la infancia. Cómo "me esperaban a la salida del colegio, a la puerta de mi casa, cómo me rompían los libros, me pegaban y me insultaban". Cómo, en el colmo de la crueldad, "descubrieron que mi madre era albina, así que decidieron que podían hacerme más daño aún burlándose de ella; yo echaba a correr en cuanto tocaba el timbre para llevármela rápido de las puertas del colegio, para que no la vieran y no supiera que se reían de ella". Fueron tiempos duros, en los que "no existía el programa Tutoría Entre Iguales", señaló Palomas, ayer, ante un auditorio de más de 1.700 estudiantes de Primaria y Secundaria de colegios de Gijón que participan precisamente en ese programa con el objetivo de acabar con el acoso escolar.

A lo largo de toda la mañana un total de 45 centros desfilaron por el Teatro Jovellanos para culminar los muchos meses que llevan trabajando desde las aulas para detectar y acabar con los casos de acoso escolar. Hubo bailes, canciones, representaciones teatrales, la recreación de un telediario, monólogos, vídeos y creaciones literarias en un derroche de imaginación para poner cara a aquello que tantas veces se escapa a los mayores: situaciones de abuso donde debería haber igualdad.

El programa "Tutorías entre Iguales" que se desarrolla en los centros gijoneses a instancias del Ayuntamiento se sustenta de hecho en la idea de que el alumnado de cursos superiores actúe como tutor del alumnado de cursos inferiores para, entre todos, atajar y erradicar posibles casos de acoso como el que sufrió Alejandro Palomas en el colegio.

"Hoy me habéis dado una lección", aseguró el escritor, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, porque "estáis cambiando el mundo", afirmó a los niños gijoneses. "Tenéis la luz de la pureza y nunca debéis perderla; si hay alguien a vuestro lado que lo está pasando mal, lo que tenéis que hacer es preguntar qué le ocurre", recalcó ante su auditorio. Y del mismo modo, "cuando estéis tristes debéis decirlo siempre, no os calléis nunca", les advirtió antes de reivindicar el derecho de los niños a preguntar. "Siempre, y todo lo que necesitéis saber; no aceptéis un 'no' como respuesta, y hasta que no quedéis satisfechos con las respuestas, no dejéis de interrogar". Porque "el silencio nos hace cómplices, y nadie quiere ser cómplice de un maltrato".

Es la lección que le ha dado la vida, vista con ojos de adulto, aunque en realidad "el acoso no se va jamás, siempre se queda de algún modo con quienes lo hemos sufrido". Y por eso su experiencia vital, aunque dolorosa, puede ahora a ayudar a los más pequeños a "ser valientes y seguir iluminando a los demás con vuestra luz".