Meses fuera de casa, síndrome del impostor y dificultades a la hora de conciliar. El sector náutico puede parecer una opción laboral complicada para las mujeres, sobre todo, para aquellas que aspiran a copar cargos de responsabilidad a lo largo de su carrera. Pese a ello, la Escuela Superior de la Marina Civil trató de aclarar ayer algunos "falsos mitos" con una mesa redonda moderada por María Mitre (de la Universidad de Oviedo) en la que participaron trabajadoras del sector que sí han conseguido encontrar su sitio en el mar. "Sigue sin ser raro que en barcos extranjeros veas que casi la única mujer abordo es la cocinera", explica Beatriz Rimada, de la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima.

Rimada es la única de la cuatro ponentes de ayer que todavía sigue embarcando. "Charlas como esta son importantes porque las alumnas de la escuela tienen que saber que están a punto de entrar en un mundo de hombres. En el barco en el que trabajo yo soy la única mujer", asegura, y rechaza la idea de que su sector sea principalmente masculino por la falta de capacidad de sus compañeras. "La falta de fuerza, que en realidad sería la única diferencia que podemos tener con la mayoría de hombres, no es un problema en la mar. Hay mil maneras de hacer una misma cosa y en muchos casos la maña es más útil que la fuerza. Hay que acabar con esa creencia", comenta.

Lo que sí sigue siendo un "handicap" es la imagen que las mujeres del sector proyectan al resto de compañeros. "Al final tenemos que hacer más esfuerzo para que se nos valore lo mismo", defiende Alba González, empleada en tierra del operador portuario Algeposa Asturias, aunque su compañera Covadonga Suárez, jefa del servicio de formación del Centro de Seguridad Marítima Integral Jovellanos, matiza que "los problemas de una mujer en el sector son los mismos que los de trabajar en un hospital o una oficina". "Una mujer siempre tiene que estar alerta hasta que por fin logra hacerse respetar", explica. Este sobreesfuerzo para ganarse el reconocimiento como profesional, denominado en los últimos años como "síndrome del impostor", es a veces más problemático con compañeros jóvenes que con los más veteranos. "Parece que tendría que ser al revés, pero los hombres con los que trabajo ya han visto a más mujeres en los barcos y saben que hacemos bien las cosas. Los que empiezan a embarcar, sin embargo, ven todo el aparataje y piensan: '¿y esta qué pinta aquí?'. Les lleva un tiempo hacerse a la idea", ejemplifica Rimada.

Las cuatro trabajadoras aseguran, sin embargo, que la integración laboral de la mujer en España "no es tan mala" si se compara con la de otros países. "En el puerto ves lo extrañados que se quedan muchos tripulantes de barcos extranjeros cuando te ven dando instrucciones. Cuando voy con un compañero siempre se dirigen primero a él", dice González. Suárez, por su parte, considera que España podría aprender de algunos países con gran tradición pesquera como Finlandia o Noruega. "Y eso sigue sin impedir que de vez en cuando te encuentres con algún tipo que simplemente no entiende que tú puedas ser igual de válida que él", comenta.

La falta de mujeres en el sector responde también a que muchas alumnas de la propia Escuela de Marina Civil desconocen la variedad de perfiles profesionales que existen. "De vez en cuando tenemos que sacar estos temas porque muchas siguen creyendo que su único futuro está en los buques cuando, en realidad, las mujeres nos encontraremos menos trabas en otros cargos igual de importantes", matiza Marlene Bartolomé Sáez, jefa de estudios de la escuela y la última ponente de la jornada de ayer.

Techo de cristal

Las expertas creen que el gran reto pendiente es la conciliación, sobre todo, porque su estrecha relación con el denominado "techo de cristal". Suárez, por ejemplo, considera que la falta de mujeres capitanas reside en que muchas compañeras "se bajan del barco" cuando deciden formar una familia. La ventaja, eso sí, es que la jerarquía en el sector está cambiando. "La responsabilidad la llevamos cada vez más desde tierra firme. En el barco el poder de decisión ya no es el de antes. Eso nos va a beneficiar mucho", confirma González.

Mientras tanto, todas las ponentes excepto Rimada reconocen que una de las razones por las que ya no trabajan en alta mar reside en su faceta familiar. "Y ni siquiera trabajar en tierra facilita las cosas; yo quiero tener un hijo y ahora mismo no sé como gestionarlo. Ya tengo una hija y sé lo difícil que es compaginar las dos cosas", concreta González. "Al final muchos problemas del sector son iguales para hombres que para mujeres. Si quieres trabajar en barcos tienes que estar dispuesta a estar meses fuera de casa. Eso no es fácil seas quien seas", añade Suárez.