Su historia, como la de tantos otros, da para escribir un libro, por desgracia. En poco más de dos décadas, Sani Ladan (Camerún, 1995) ha vivido más que lo que muchos vivirán nunca. Para bien y para mal. Con apenas seis años salió de su país natal, cruzó media docena de fronteras, y llegó a España jugándose la vida. Desde entonces, decidió que, ya que no la perdió, debía aprovecharla. Y lo está haciendo de la mejor forma posible: formándose y evitando que otros tengan que pasar por lo mismo. Ayer dio una charla en Gijón sobre migraciones y derechos humanos.

- Ofrece una perspectiva de la emigración totalmente diferente.

-Sí. Es una perspectiva más realista, explicando el porqué y sus causas reales. Generalmente se habla desde un punto de vista negativo, no como algo antropológico, natural al ser humano y que es un derecho. Nos limitamos a las causas superficiales, como hambre, guerras, miseria o pobreza, sin ir al fondo de la cuestión, que es el expolio que hay en los países africanos. Se expolian los recursos naturales y se les somete a una gran asfixia económica, no se les deja industrializarse.

- Y la política migratoria tampoco les deja migrar.

-No hay un fenómeno migratorio, hay muchos. Muchas razones por las que la gente decide salir de su tierra. Casi todos, buscando un futuro mejor. Si tuviéramos rutas seguras y legales para poder migrar, no lo haríamos como lo hacemos, arriesgando nuestra vida. La política migratoria actual favorece que haya redes de mafias que se aprovechan de las personas. Si hubiera vías seguras, ninguno caería en manos de esas mafias.

- Hablaba de jugarse la vida, y lo hace de primera mano.

-Yo tardé dos años en llegar a España desde Camerún. Fue un periplo que me pudo costar la vida en varias ocasiones. Crucé varias fronteras y encontré dificultades en cada esquina. Se me vulneraron mis derechos más básicos y sufrí discriminación y racismo en cada lugar. Al llegar encontré incomprensión. Después de venir de un continente tan hospitalario como África, aquí me recibieron con pelotas de goma. Llegué a la orilla inconsciente y dos chicos que me acompañaban murieron en el mar. Estuve en cárceles para migrantes por no tener documentación. Estuve tres meses viviendo en la calle hasta que dos familias me acogieron, son mi referentes.

- Pero no se rindió.

-Tenía muy claro que quería estudiar así que empecé rápidamente a aprender castellano para incluirme en esta sociedad y ver qué podía aportar yo. Mis estudios de Camerún no me servían para nada así que volví a empezar de cero, me saqué el graduado escolar, el bachiller e hice integración social y ahora relaciones internacionales.

- Después de todo lo que vivió, ¿cómo acoge el auge de partidos de extrema derecha en Europa?

-Lo veo como algo que ha estado siempre ahí. La ley de extranjería nunca favoreció al emigrante ni su inclusión. Se sigue devolviendo a la gente en caliente y hay cuchillas sobre la valla. El emigrante se encuentra en un limbo político, sin poder hacer nada. El auge del discurso de la extrema derecha viene a radicalizar todo eso. Pero no me preocupan los partidos, sino la gente, que es la que tiene que decidir.

- Y la solución no está aquí, si no en África.

-La emigración no va a acabar, por muchos discursos que pronuncien. Mientras que no se solucionen las causas reales y el neocolonialismo que asfixia al continente africano, los emigrantes van a seguir viniendo.

- Porque, paradójicamente, el gran problema de África son sus grandes riquezas.

-Exactamente. El sistema de bienestar de Europa bebe de la fuente del continente africano. Hay un poquito de África en todo: los móviles se hacen con los recursos de África y nos calentamos con gas africano. El problema es que a la población eso no se le cuenta. Y nace el miedo a lo desconocido. Cuanto menos conocemos, más prejuicios.

- ¿Hacia dónde va su futuro?

-Tengo muchas inquietudes, pero no lo sé claramente. Lo que tengo muy claro es que tengo que estar donde se me necesita. Y en el continente africano hay muchas cosas que hacer, y hacerlas está en mano de los africanos. Tenemos que ponernos manos a la obra para que la cosa cambie porque Europa no lo va a hacer.