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Un patrimonio que hace aguas

El lamentable estado de conservación y el abandono en que se encuentran algunas de las fuentes más destacadas de Gijón, parte de su historia

Un patrimonio que hace aguas

En fechas como las actuales, pero de los años 1889 y 1969, en Gijón se estaban desarrollando dos proyectos relacionados con la construcción de dos fuentes ornamentales con las que se buscaba por igual -aunque entre ambas iniciativas mediasen 80 años- levantar dos hitos que fuesen un orgullo para la ciudad.

Hace 130 años Ignacio Ferrín, ayudante de obras públicas, dirigía los trabajos destinados a completar la traída de aguas desde Llantones hasta Gijón con el objetivo de que las obras entre Leorio y el casco urbano estuviesen culminadas para agosto de aquel año. Con tal motivo se planteó realizar la primera fuente decorativa de la villa. Hasta entonces las fuentes públicas existentes se habían realizado siempre con el fin esencial de abastecer de agua a la ciudadanía, la novedad era que esta solo tenía un cometido ornamental. Su destino era el paseo de Begoña, el de las grandes veladas estivales, para mostrar a locales y visitantes el progreso y modernización de Gijón.

La fuente monumental del paseo de Begoña se inauguró el 14 de agosto de 1889 como uno de los actos más señalados del programa de festejos veraniegos. Con ella se escenificaba la llegada de las aguas de la primera traída moderna construida en la ciudad, anticipando un avance de mayor calado que iba a implantarse a partir de marzo de 1890 como culminación de toda aquella obra: el abastecimiento de agua a domicilio.

Con una pileta polilobulada similar a la que vemos hoy en la fuente del monumento a Pelayo, su parte central contaba con una destacada composición escultórica con cinco surtidores inspirada en una fuente parisina, realizada por el escultor José María López y fundida en la Fábrica de Moreda.

Fue una fuente que posteriormente llegó a contar con un sistema de iluminación del que no ha sido posible averiguar sus características pero que le valió el nombre alternativo de "fuente luminosa", espectáculo que generalmente se reservaba a las noches festivas de los últimos veranos del siglo XIX y de los primeros del XX.

Un primer orgullo para Gijón que tuvo su talón de Aquiles en su erróneo emplazamiento en el centro del paseo, a la altura de la calle Covadonga, dividiéndolo en dos, lo que acabó determinando su demolición en 1905. Para entonces ya la superaba en representatividad la fuente de Pelayo, convertida desde su inauguración en 1891 en un símbolo de mayor relevancia que había relegado a la de Begoña a un segundo plano.

También en aquel verano de hace 130 años llegaron desde Glasgow las piezas para montar varias fuentes ornamentales de fundición igualmente vinculadas a la traída de aguas de Llantones. De todo aquello por fortuna aún nos queda el templete que cubrió una de ellas y que hoy languidece sin mantenimiento ni identificación en el parque de Isabel La Católica a pesar de ser una pieza única en España.

Ocho décadas después, hace ahora medio siglo, estaban en marcha los trabajos para la construcción de otra fuente, también decorativa y luminosa: la de la plaza del Carmen, inaugurada finalmente el 1 de abril de 1970. Esta fuente fue proyectada por el ingeniero municipal Guillermo Cuesta Rodríguez tomando como referencia la que el ingeniero Carlos Buigas había materializado en la plaza el Seis de Agosto en 1967. También fue esta fuente motivo de orgullo local, gracias a una maquinaria que permitía hasta 30 combinaciones diferentes de juegos de agua y luz y que también destacaba por los macizos de flores que la rodeaban. En esta ocasión su emplazamiento resultó acertado y fue hasta comienzos de esta década uno de los elementos ornamentales más llamativos del centro urbano.

Esta fuente, durante años inevitable en fotos y postales, es hoy un símbolo de carácter bien diferente: el del abandono. Una deriva que además no corresponde a un caso en singular ya que es común a gran parte del patrimonio municipal.

Incluso si restringimos el hilo conductor a un tema tan limitado como el de las fuentes, abundan ejemplos para ilustrar lo que han sido dos mandatos que -al menos en el tema que tratamos- han resultado nefastos. Porque si deslucido y sin identificar está el templete escocés en el parque de Isabel La Católica, parcialmente vallada y no sabemos si en riesgo de ruina está La Fontica desde hace más de un año, a pesar de ser la fuente más antigua de la ciudad. Tras el santuario de Contrueces es hoy imposible ya no acercarse si no tan siquiera ver la fuente isabelina edificada en 1842 y ubicada junto a la carretera de acceso a Nuevo Roces, cubierta por más de un metro de maleza. En el barrio de Laviada está la fuente en la que se ubica la escultura "Copulaciones" de Pieycha, cuya base se arrancó sin que fuese repuesta hasta la fecha. En Los Campinos está el estanque de la pérgola homónima en total estado de degradación mientras en La Calzada está sentenciada a desaparecer la fuente de la sede de la EMA y con ello garantizada la desfiguración del edificio.

En este contexto desolador la fuente de la plaza del Carmen es hoy en su abandono símbolo de otra época, la nuestra, caracterizada por una gestión del patrimonio público muy deficiente y por una total insensibilidad hacia su valor histórico. Resulta más que significativo que nuestros actuales dirigentes municipales no cuenten con la capacidad, o la voluntad, ya no de aportar mejoras sino tan siquiera de mantener lo que sus antecesores lograron hace medio siglo haciendo que Gijón fuese mejor.

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