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Gijón encara su Semana más Santa

Representantes de las cofradías religiosas denuncian la falta de apoyos y exigen mayor compromiso político para apostar por un reclamo turístico que cada vez atrae a más personas

Por la izquierda, Juan Antonio Rodríguez-Pládano Rodríguez, Ignacio Alvargonzález Rodríguez y Alejandro Vallaure Alonso, en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. JUAN PLAZA

Las calles de Gijón, y en especial las del Barrio Alto, se preparan ya para embriagarse del olor a incienso, del aroma de las flores que, primorosamente colocadas por los penitentes, adornan y dan lustre a las imágenes de santos, Vírgenes y apóstoles que procesionarán un año más, de los toques de campana y el sonido de tambores. También del colorido de túnicas y capirotes de las tres cofradías que en la ciudad aúnan sus esfuerzos por celebrar una Semana Santa "solemne, religiosa y de significativo carácter marinero", como siempre tuvo a bien definir esta festividad el recientemente fallecido José Ramón Fernández Costales.

Desde esta mañana, Domingo de Ramos, en la que el paso infantil del Santo Niño del Remedio, y la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (conocido popularmente como "La Borriquilla"), hasta el próximo día 21 de abril, Domingo de Resurrección, todo está dispuesto y organizado para que quince pasos conmemoren la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret en una representación a caballo entre lo religioso y espiritual y lo cultural y tradicional. Una celebración que en esta villa ha ido recuperado su esplendor en una dilatada trayectoria que comenzó en el siglo XVII y que por distintos avatares -restricciones políticas, cambios de regímenes políticos y hasta indiferencia del propio clero- está plagada de altibajos. Ahora, gracias a un puñado de ciudadanos que vieron posible su recuperación hace ya más de dos décadas, posicionándola incluso como reclamo turístico para Gijón, la Semana Santa local vuelve a gozar del esplendor de antaño.

Buena parte de culpa del resurgir de esta tradición, embriagada por la fe católica, la tienen las tres cofradías de la ciudad. La más longeva, fundada en 1645, es la Ilustre Hermandad de la Santa Vera Cruz, que hoy tiene a Juan Antonio Rodríguez-Pládano Rodríguez como guía de cerca de doscientos cofrades. Son ellos quienes visten con túnica gris, guantes blancos, cíngulo amarillo y tanto el capillo, el capirote como la capa de color morado en el que está bordado (en el costado izquierdo) el emblema de la cofradía: la cruz latina verde sobre campo gris rodeada de dos laureles amarillos. A ellos corresponde la organización de las procesiones del Martes Santo -la procesión de las Lágrimas de San Pedro- y la del solemne encuentro camino del calvario del Miércoles Santo.

Como novedad, por primera vez en la historia de esta villa, una reliquia del madero en el que fue crucificado Cristo, un Lignum Crucis, recorrerá las calles de Gijón. Esta pieza, entronizada el último domingo de marzo, fue un obsequio a la Santa Vera cruz gijonesa, que ha querido compartirlo con toda la ciudadanía y que procesionará ubicado en el paso de la Piedad al pie de la cruz, que sale en la procesión del Santo Entierro que tiene lugar el Viernes Santo. Por orden de antigüedad, la segunda hermandad es la Santa Misericordia, que cuenta con Ignacio Alvargonzález Rodríguez como responsable. Data de 1784 y actualmente también congrega a cerca doscientas personas. Sus distintivos son la túnica y los guantes blancos; el capillo, capirote y fajín de color negro y la capa color hueso con el emblema de la Hermandad -la cruz flordelisada de la Orden de Calatrava en color rojo- bordada sobre el costado izquierdo, a la altura del pecho.

La tercera congregación, de 1942, es el Santo Sepulcro. Hoy, con Alejandro Vallaure Alonso como maestre. Es la más joven y también la más familiar, con apenas noventa penitentes. Su túnica blanca con botonadura roja, los guantes blancos, el capillo y capirote rojo y la correa de cuero negra son sus distintivos. También la capa blanca, con su emblema -la Cruz del Santo Sepulcro de Jerusalén quíntuple potenzada en color rojo- bordado en el costado izquierdo, también a la altura del pecho.

Las tres hermandades tienen común su fe, que invitan a compartirla durante estos días a todos los gijoneses, no solo como simples testigos de las procesiones, sino como parte activa, desde dentro.

Los orígenes. Los orígenes de la Semana Santa en Gijón se encuentran en el año 1645 de la mano de los monjes franciscanos, que difundieron por toda España la devoción por la Vera Cruz. Desde entonces ha sido un camino de rosas y espinas con sus puntos álgidos y también mortecinos. El primer bajón de popularidad llegó bajo el reinado de Carlos III, cuando prohibió la flagelación en público de los penitentes, un bajó que imperó en todo el país. Gijón recuperó sus luces en 1784 tras la creación de la Santa Misericordia, que se refundió junto a la Vera Cruz. Fue la época de mayor esplendor de la Semana Santa en la villa, especialmente a finales del siglo XIX y primeras dos décadas del siglo XX, coincidiendo con el potencial desarrollo de la ciudad, que fue creciendo en habitantes. También influyó positivamente, matiza Juan Antonio Rodríguez-Pládano, la creación de las otras dos grandes parroquias, San José y San Lorenzo. A partir de 1931, con la llegada de la II República, la celebración religiosa sufrió un parón importante, agravada luego con la destrucción de la iglesia de San Pedro y la pérdida de imágenes y ornamentos. Entre poco y nada sobrevivió al conflicto fratricida. Tan solo los mantos de la Virgen Dolorosa, que estaban en casas de particulares, y la corona y el puñal, que fueron robados el año pasado. También la urna del yacente, porque "la sacaron de San Pedro para velar al jefe de la Policía Municipal y estaba en el Ayuntamiento cuando volaron la iglesia", recuerda Ignacio Alvargonzález. Tras el fin del conflicto se recupera la Semana Santa y se crea el Santo Sepulcro, que se funda con la ya existente en la Hermandad del Santo Entierro y de la Misericordia que, con altibajos, se mantendrá hasta finales de 1950 "porque luego llegó algún párroco a San Pedro poco amigo de las procesiones; hasta que en 1970 se perdieron por completo", indica Alvargonzález.

Desaparición y recuperación. Varios factores se conjugaron en los años 70 que relegaron a un segundo plano a la Semana Santa, "empezando por el propio clero", advierte Alvargonzález. Con el Concilio Vaticano II se pensó que "había que prescindir de la religiosidad popular y centrarse en una práctica religiosa abstracta, pero se vio con el tiempo que estas celebraciones estaban muy arraigadas en el pueblo y volvieron". Incluyó también el desarrollo económico y la concepción de Semana Santa como época de vacaciones. "En los años 80 comenzaron a recuperarse cofradías en toda España y Gijón no fue una excepción".

No obstante, hubo zonas de Asturias donde sí se mantuvieron "porque siempre tuvieron una fuerza muy grande como en Luarca, Villaviciosa y Avilés, especialmente en este último caso gracias a religiosos que tiraron de ella como Ángel Garralda", describe Alvargonzález.

El primer paso en Gijón, más que captar gente, fue convencer al clero. "Había un cierto reparo, miedo a que supusiese una involución un espectáculo que no tuviese trasfondo religioso; salvar esos recelos fue lo que más nos costó al principio", recuerda Alvargonzález. Los primeros pasos de la nueva Semana Santa, donde mucha culpa tuvieron los recientemente desaparecidos José Ramón Fernández Costales y José Luis Llorens González -"ambos eran Semana Santa en estado puro", apunta Juan Antonio Rodríguez-Pládano-.

"Cuando empezamos tímidamente no esperamos llegar a donde estábamos, la idea era algo discreto, recuperar un par de procesiones, pero es cierto que los gijoneses somos gente abierta a cualquier cosa que nos propongan", valora Alvargonzález. Y así, la Semana Santa en Gijón llegó para quedarse.

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