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FRANCISCO ESTÉVEZ | Psicoanalista y doctor en Psicología

"Creemos no tener tiempo para gestionar nuestro dolor, por eso abusamos del fármaco"

"España es el primer país de Europa en el consumo de benzodiacepinas; eso es un gran gasto para el sistema sanitario y nos conduce a la dependencia"

Francisco Estévez, en su despacho de Gijón. MARCOS LEÓN

El psicólogo y psicoanalista Francisco Estévez (Vigo, 1951) , recientemente jubilado, estuvo durante más de tres décadas ligado a la sanidad asturiana, en concreto, al área sanitaria V de Gijón. Será el primer ponente de las jornadas "Evidencias en psicoterapia", organizadas por la Asociación Asturiana de Salud Mental para profesionales de la región y que tendrán lugar este jueves en el Hospital de Cabueñes.

- ¿Por qué considera que se abusa de la ciencia?

-La idea de partida es que la ciencia, que es algo muy riguroso y que yo estimo especialmente, es utilizada a veces para defender intereses que no son científicos. Se sacan conclusiones que el método científico no permitiría y se usa la ciencia como un comodín para decir lo que se quiere.

- Ese concepto de abuso también surge en el debate del diagnóstico de patologías mentales.

-Sí, es una tendencia al alza y tiene que ver con mi ponencia. Cada vez se diagnostica más, todo se va fragmentando y multiplicando con nuevas enfermedades. Ahora cualquier problema parece que tiene que ser una enfermedad, y eso nos hace irnos de la ciencia y llegar a la ideología y a la utilización comercial.

- ¿Cuál cree que es el papel de los fármacos en esto?

-Los fármacos son necesarios, sobre todo, para ciertas patologías y para ciertos momentos, pero no todos. Es mi opinión. Resulta beneficioso para crisis psicóticas invadidas por la angustia, por ejemplo. Utilizados de forma respetuosa los fármacos pueden ayudar mucho.

- ¿Su abuso puede tener consecuencias a largo plazo?

-Y a medio. Lo que hace es convertir a un sujeto activo en uno pasivo y a la larga va perdiendo su eficacia. Es un problema porque en el ámbito psíquico, que abarca la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, se actúa sobre un sujeto hablante, no sobre un cuerpo inerte. La incidencia en este sector ha de hacerse fundamentalmente a través de la palabra y, de forma asociada y cuando sea necesario, apoyado con fármacos. Ahora se hace al revés: se prioriza el fármaco.

- Pero los propios pacientes prefieren que les receten un medicamento antes que ir a terapia...

-Ya... Pensamos: no quiero saber nada de lo mío, solo quiero resolverlo. Refleja bastante bien la sociedad en la que vivimos. En general, el ser humano no quiere saber sobre las cosas importantes. Hay una pasión por la ignorancia.

- También parece que estamos devaluando los términos; hablamos de depresión y ansiedad como si no fuesen enfermedades serias.

-Absolutamente. Cualquier contrariedad en la vida cotidiana hoy se convierte en patología. Y eso es un abuso terminológico, porque la vida humana siempre tiene contrariedades.

- ¿Puede poner un ejemplo?

-Los duelos por el fallecimiento de un ser querido. ¿Cómo ha afrontado desde siempre esto la humanidad? Llorando, acompañado por otros allegados, hablando de lo que ha pasado y, sobre todo, dejando que pase el tiempo. Ese es el verdadero tratamiento. Ante una pérdida irreparable lo mínimo que puedes sentir es dolor, y eso no es una enfermedad. He visto muchas veces en consulta a pacientes que me derivaron porque falleció su abuela, porque la abandonó su novia en Poniente, por haber tenido un desencuentro con alguien querido... Y eso son contrariedades, no patologías.

- ¿Pero ese es un error del usuario o de los profesionales que derivan estos casos a especialistas como usted?

-Al final estamos todos desbordados. Los médicos de Atención Primaria están muy presionados por lo que hablábamos antes, por los propios pacientes que piden que se les solucione un problema y que se les trate como si estuviesen enfermos. Claro que hay que tratar este tipo de problemas, pero no siempre es necesario medicalizarlo. Se puede buscar consuelo de otra forma, pero los ciudadanos hemos pasado de ser pacientes a impacientes. Antes, cuando no podías dormir, valorabas cambiar algún hábito de tu vida, como dejar de tomar café por la tarde. Hacíamos pequeños apaños para resolver nuestras contrariedades y, si no lo podías remediar, entonces sí ibas al médico. Ahora el ciudadano pide una solución farmacológica de entrada, como primera opción. El discurso social nos empuja a ello.

- Buscamos soluciones rápidas para todo.

-Eso es. Lo que quiero decir con todo esto es que una patología relacionada con la salud mental suele manifestarse de forma clara, pero ahora el sistema sanitario atiende también buena parte del malestar social. También es cierto que otro problema es que hay mucho malestar social; la gente ya no puede más. Lo de la rapidez es como dices: si vas al médico y te da un fármaco, el "feedback" es inmediato, aunque otra cosa es que funcione o no. Pero el tratamiento a través de la palabra, que a la larga es más económico, necesita que le eches horas. Como ahora lo hacemos todo con prisa, creemos que no tenemos tiempo ni para gestionar nuestro propio dolor.

- ¿Qué fármacos "abusados" son los más comunes?

-Cualquiera para la ansiedad y el insomnio. España es el primer país de Europa en el consumo de benzodiacepinas. Eso no hay cuerpo que los resista ni sistema sanitario que lo pueda costear. De esto todavía no habíamos hablado: del dinero. Porque todos sostenemos nuestro sistema sanitario y debemos defenderlo y mantenerlo, pero esta tendencia al alza del consumo de fármacos muchas veces innecesarios nos pasa factura. Si todo el malestar social se descarga sobre la sanidad acabará por ser insostenible. El gasto en benzodiacepinas en este país es tremendo. Y cuanto más tomes, dejarán de hacerte efecto en dosis bajas, necesitarás cada vez más y te volverás dependiente. Y eso se paga.

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