Fueron tres días, pero no hubo quién pegara ojo en Pumarín. A los caballitos, barracas, tenderetes y demás instalaciones festivas se unió este año un gran escenario que invadió la carretera y las aceras de la calle Murcia. Y que abrió la caja de los truenos. "Nos lo metieron en casa", dice Margarita González, una de las vecinas afectadas. "Los vecinos no protestamos por la fiesta, lo hacemos por cómo está organizada y por los decibelios que alcanza la música; el domingo fue insufrible", explica esta vecina a la que plantaron el gran escenario a escasos metros de su portal y delante de sus ventanas. "Lo que más nos molesta es el ruido de las orquestas. No decimos que no se hagan estas fiestas, nadie las quiere quitar, pero el parque es muy grande, igual otra ubicación sería mejor", explica Orfelina Varela, otra de las vecinas de la calle Murcia. En el portal 14 de la misma calle vive Elena Garrida desde hace más de tres décadas. "Al lado de casa nos metieron unos caballitos y cada año va a más, estamos hasta las narices", explica. "La madrugada del domingo al lunes nos vibraba en casa hasta la lámpara del techo del salón. Nos parecen muy bien que haya fiestas, pero son 9 años ya y he decidido marcharme de casa cuando se celebran porque no lo aguantamos más", argumenta esta vecina quien está dispuesta a llevar más allá su queja: "El próximo año, en junio, con tiempo voy a recoger firmas".

Los vecinos piden que se busquen otros emplazamientos al parque de la Urgisa. Otro de los problemas que se encontraron fue que el lunes los niños que viven en el barrio tenían clase y muchos no pudieron dormir. "Nuestra vecina del cuarto tiene una niña de 8 años que se pasó la noche llorando porque no podía pegar ojo y al día siguiente tenía clase en el Elisburu", cuenta Geli Sánchez.