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Achaques de quita y pon

Un taller de Cruz Roja simula la vejez con chalecos de peso, gafas tintadas y guantes electrificados: "Ayuda a empatizar"

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Achaques de quita y pon S. F. LOMBARDÍA

Guantes que provocan descargas eléctricas para simular los temblores del párkinson, chalecos con extremos punzantes para provocar dolor de espalda y gafas tintadas para reducir la visión hasta los niveles propios de un desprendimiento de retina. La jornada de envejecimiento activo organizada ayer por Cruz Roja en el centro municipal de Pumarín tuvo como acto central un pase de talleres de inmersión en la que varias decenas de voluntarios experimentaron, por sólo unos minutos, lo que se siente al tener algunos "achaques" propios de la tercera edad. "Es un juego, porque sabes que en un rato vas a volver a la normalidad, pero ayuda a empatizar con aquellos que tienen que vivir con estos dolores constantemente", razonó Laura Rodríguez, coordinadora del taller junto a Paulo Anadeto.

Los dos responsables trabajan para una empresa gijonesa de seguridad, un sector en el que este tipo de simulaciones se utilizan a diario para probar nuevos sistemas de prevención de accidentes al volante. "A día de hoy los equipos integrados de los coches son mucho más precisos que antes por este tipo de avances. Los empleados, aunque sean jóvenes, pueden limitar su movilidad para comprobar si una persona mayor podría salir y entrar del vehículo sin hacerse daño en una situación concreta", explicó Rodríguez.

La herramienta más habitual es un simple chaleco, similar a los antibalas, que se rellena con pequeñas bolsas pesadas. Bien ajustado, el volumen se distribuye por todo el torso y hace que el usuario no note que lleva nada puesto, sino que simplemente pesa unos diez kilos más. El atuendo se completa con una decena de accesorios. Ayer los asistentes al taller se pusieron unas muñequeras, tobilleras y collarín, para complicar la amplitud de la zancada y la rotación de la cabeza, y unas bandas que se ataban a codos y rodillas, para limitar la movilidad de las articulaciones. También se colocaron unas gafas parecidas a las de laboratorio con cristales tintados de amarillo y unos auriculares gruesos que camuflaban buena parte del sonido ambiente. Los dos monitores, después, animaban al voluntario a darse una vuelta por el centro municipal.

Y los "achaques" no tardaron en aparecer. Los participantes empezaron a caminar con la espalda más curvada, se movían más despacio y con las piernas más espaciadas y tenían que mover todo el cuerpo para poder girar la cabeza. Según Cristina García, una de las asistentes, la sensación era "más agobiante que dolorosa", pero a los pocos minutos sintió que los dos brazos se le quedaban dormidos por el peso de las muñequeras.

La simulación más llamativa fue la de los temblores. Los dos responsables llevaron a Pumarín unos guantes cableados que daban pequeñas descargas nerviosas para provocar la contracción artificial del músculo. Fue lo más incómodo de todo el taller para Silvia Valdés, que sintió cómo de golpe era incapaz de coger un clip ni escribir su propia firma. Dependiendo del grado de la descarga (los guantes vienen con un mando regulador), algunos participantes llegaron a sentir temblores en todo el brazo y parte del rostro.

Otra patología testada fue la de EPOC, que hace que el enfermo tenga problemas constantes a la hora de respirar. Para simular esto, los participantes se ataron al costado unas bandas elásticas y se colocaron en la nariz unas pinzas similares a las de natación. Fue la parte del taller más supervisada por los monitores, porque más de uno acabó con mareos. Los momentos más relajados, por su parte, fueron la prueba de gafas de reducción de visión (cada una simulaba una enfermedad concreta como cataratas, desprendimiento de retina y glaucoma, entre otras) y la de un chaleco con extremos punzantes en la espalda que, si el usuario se agachaba de forma brusca o sin doblar las rodillas, le provocaba dolores similares a los de una hernia de baja intensidad. Todos los artilugios testados ya fueron probados hace meses por el personal facultativo de Cabueñes, que se formó con la misma empresa de seguridad para comprender la situación de sus pacientes de mayor edad.

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